Imagen de una poeta sedienta
Tenemos el placer de presentar una selección mínima de poemas polifónicos de la vasta obra de la poeta cubana Maylén Domínguez Mondeja.
Patriarcado
Es tarde para andar
donde la náusea del tiempo no recuerde
los muros de mi infancia:
abuelo cada tarde a las seis, frente a la mesa,
mi abuela penitente
o aquel sopor de las tías casadas,
su niebla impronunciable.
Qué me espantaba entonces,
con mis precarios años,
sino esa mansedumbre que reproduce el miedo.
Todo ha venido a ser
con el tiempo
una metáfora.
Inédito, del libro Pasajero diciembre
I
(Anáhuac, 15–)
¿Sería Malintzin
una mujer cegada por la inconformidad?
Junto a la amenazante bruma
un rito amargo le alteraría el sueño,
las ganas de vivir.
Nada profundo le adivinó la Historia.
Ay de la urgencia del ser en estos sitios
donde la vida jamás cupo en el tiempo,
y arriba el Astro,
quemante…
¿Habrá sido Malintzin
una mujer perdida por la fatalidad y el tedio?
Del libro De lo que fue dictando el fuego
El jazmín
«El jazmín
—me dijo un día abuelo—
era la flor preferida de mi madre».
Con lograda paciencia lo cuidaba,
como si ignorara el fin.
Fracasa en mí esa docilidad de estirpe,
saber sus manos creando para un fango
que la iba consumiendo.
En mi familia
fuera de ajarse, morir, plantar raíces,
ocurren pocas cosas;
fuera de amar el paisaje inalterable.
«Era el jazmín…»,
me dijo un día del ochenta y tantos,
acodado sobre el rengo balance,
siempre mi abuelo
glosando el mismo jardín.
Pero ¡ay!,
a mí un jardín sólo me causa tedio,
incurable deseo de escapar.
Yo siento pena ante esa gloria humilde
—tal vez la única—
de quien siembra un jazmín para el recuerdo.
Del libro De lo que dictando el fuego
Habló la de Magdala
Señor,
nuestra oración consuela sólo un día
y hay tanta soledad en la llevada carne.
Si un himno me tocara como los besos tibios
aquí, donde los hombres ignoran mi ternura
—la dócil o estruendosa,
divina porque lleva un temblor que definiste.
A ratos he pensado en la muerte,
tengo miedo
(no hay labios donde pueden las ánimas juntarse,
no manos preferidas).
Es la hora, Señor,
de las visiones,
qué vana estoy poniendo mi fe para que alumbres,
hubiera preferido olvidar aquellos ojos,
tu cuerpo en el instante transido de la pérdida.
Señor,
esta oración consuela sólo un día.
Los cantos son sutiles
y angustia merecer un sueño interminable.
No puede una Escritura tenerme cual me has visto:
dejada por tu carne,
herida como estoy de tanto hablar al cielo.
Del libro De lo que fue dictando el fuego

Cuba, 1973. Ha publicado los poemarios Historias contra el polvo (1998), Estancias en lo efímero (2001), De lo que fue dictando el fuego (2004, Premio Pinos Nuevos 2003), Bajo la noche inmóvil (2004), Noche magna (2007, Premio Calendario 2006) y Los días sobre el polvo (2008). Es coautora de las antologías Queredlas cual las hacéis: jóvenes poetisas cubanas del siglo XXI (Editora Abril, 2007) y Catedral sumergida: poesía cubana contemporánea escrita por mujeres (Letras Cubanas, 2013). Ha publicado además, para niños y jóvenes, los títulos Evangelista y los recuerdos (narrativa, 2001, 2017; Premios Calendario 1999 / La Rosa Blanca 2002), A San Francisco no llegan los aviones (narrativa, 2005), Pero fue culpa del cuento (poesía, 2007; mención Abril, 2005 / La Edad de Oro, 2006), Los poderes de Antonina (narrativa, 2008, 2018; mención en Premio Ismaelillo), Último circo (poesía, 2009; Premio Eliseo Diego, 2008), Un circo de papel (cuento ilustrado, 2010), Carpa de ensueño (poesía, 2011), Pasiones marineras (poesía, 2012; Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2010), Mi amigo el corredor (narrativa, 2015) y ¡Antonina, no te rajes! (narrativa, 2017; Premio Hermanos Loynaz 2016). Aparece en antologías y revistas editadas en Cuba y el extranjero.