Geografía musical de Argentina
Presentamos un panorama musical del folklore argentino de la mano del letrista y poeta argentino Sergio Geese.
Cuando la sangre es canción en el viento
A la sombra de los centros urbanos hay un país que versa, que copla, que canta. A la sombra de la globalización, hay un país que observa, que escribe, que habla. Estas afirmaciones son un breve prólogo de la temática que se desarrollará en este artículo, que sitúa la ruralidad, y el hombre, en su expresión artística y cultural.
Argentina es un país que tiene en su capital el poder político y económico, todas las acciones de la vida social, cultural y política se determinan en un solo espacio, la historia será vista desde ese lugar, por ejemplo: la primer ciudad fundada de la Argentina es Santiago del Estero (1550), pero los libros de historia generalmente comienzan hablando desde Buenos Aires (1580).
El puerto necesidad logística española de un tiempo colonial, es ahora la pantalla física y virtual de un mundo que ejerce presencia siempre y cuando se viva en Buenos Aires y se esté conectado vía online. Increíble pensarlo de otra forma, desde hace mucho tiempo hay un refrán que dice: «Dios está en todos lados, pero atiende en Buenos Aires»; este dicho no hace otra cosa que expresar lo que una política centralista ha subrayado constantemente en la vida cotidiana de los argentinos.
Musicalmente el mundo ha reconocido al Tango como «la música argentina», siendo esta la última expresión folklórica del país, el tango que nace aproximadamente por 1870, se origina en un sincretismo compuesto por inmigrantes europeos llamados «gringos», y criollos. Al comienzo convivían las canciones de las diferentes idiosincrasias, hasta que un día como dice Carlos Vega, comienzan a bailarse las habaneras con cortes y quebradas; luego habría una música, y más tarde una poética revelando los grandes poetas de ese género musical.
Pero antes de todo este mundo histórico y cultural ¿Qué había? ¿Cuál es el folklore que solo se conoce por algunos grandes creadores como Yupanqui, o intérpretes como Mercedes Sosa o Los Visconti?
Para saber cuáles son sus orígenes debemos remontarnos al trabajo que han realizado algunos historiadores y recopiladores, podemos mencionar a Andrés Chazarreta; Carlos Vega e Isabel Aretz; Draghi Lucero; o Juan Alfonso Carrizo, que muestran la estructura del Romance; de la copla; de los villancicos, traídos por los españoles y la Iglesia Católica. En Argentina como en toda América, España no solo legó su lengua, sino también el gran diamante americano: la copla, que es el punto de partida de la estructura formal de la poética folklórica argentina.
Muestra de este sincretismo son los nombres de las danzas y géneros musicales, por ejemplo: La zamba, cuyo nombre significa el origen mestizo entre la unión de un individuo indígena americano con uno de origen africano; otra muestra es la chacarera su nombre deviene de la denominación de los campos sembrados, particularmente los maizales, en quichua santiagueño se denominan «chakra». Los instrumentos que participan de las danzas folklóricas argentina, en algunos casos son de procedencia autóctona y en otros de procedencia europea como la guitarra o el acordeón, en el caso del chamamé que es una danza y música que proviene de la región guaraní.
No es extraño que el tango también obedezca a un sincretismo entre criollos e inmigrantes, lo que nos ayuda a pensar que el mecanismo en todos estos casos ha sido la cohesión que se logra por un lado desde la imposición como significó la conquista española en tierras americanas, pero también la resistencia que tuvieron algunas culturas originarias que lejos de desaparecer se fusionaron con otras formas haciéndose parte de un nuevo mundo social y cultural.
Según la región que abordemos veremos que el paisaje y la realidad del hombre se hacen presente, el folklore argentino es esencialmente rural, sin embargo no habla de la naturaleza como objeto o eje principal de su poética, de lo que habla principalmente es del hombre y su realidad, ya sea en forma picaresca o sentenciosa. Actitud que también tomará la literatura.
En 1872 José Hernández escribe «El Martín Fierro», obra cumbre de la literatura argentina, el que habla, el que canta, el que opina es el gaucho Martín Fierro, pero, ¿quiénes eran los gauchos?
Los gauchos eran hombres humildes, generalmente peones de campo, reclutados a la fuerza para pelear contra el indio, o en las guerras civiles entre unitarios y federales, o contra otros países, por ejemplo la guerra contra el Paraguay. Hombre acostumbrado al margen y a una vida de sacrificio, hombre a caballo que recorría las sierras y la pampa haciendo de su canto una bandera de libertad.
Así podemos entender cuando Hernández pone en boca del Martín Fierro esos versos que dice en el canto primero:
Acá me pongo a cantar
al compás de la vigüela,
que el hombre que lo desvela
una pena extraordinaria,
como la ave solitaria
con el cantar se consuela.
El canto era una forma de relacionarse entre paisanos, el canto era una destreza, pero también una forma de consuelo ante «las penas estraordinarias» en un mundo social que no lo reconocía. Así mientras la generación de 1880, que tenía como modelo a París, planificaba y construía grandes obras arquitectónicas en la ciudad de Buenos Aires, el Teatro Colón comienza a edificarse en 1888, o los proyectos que se presentaban por esos años de la edificación del Palacio del Congreso Nacional que se comienza a edificar en 1895, toda esta época representa un período monumentalista, por el contrario en la otra orilla encontramos al gaucho, que no habla de obras faraónicas, sino de una vida marginal viviendo en tolderías.
Estos géneros musicales, zambas, vidalas, chacareras, tonadas, gatos, fueron popularizándose no solo en su lugar de procedencia, sino también porque quienes la interpretaban eran paisanos que estaban en las campañas del ejército, o en los circos criollos que caracterizaban obras de origen gauchesco y rescataban danzas y músicas del folklore.
Don Andrés Chazarreta maestro de profesión y músico, fue un gran recopilador de la música folklórica argentina, creo una compañía de danzas y artes nativas, integrada con bailarines, cantantes y músicos. En 1911 solicita en su ciudad natal, Santiago del Estero, el Teatro 25 de Mayo, lo que le fuese negado dado que: «ese teatro está destinado para compañías de primer orden» realiza esa inauguración en un teatro popular cuyo nombre era «El pasatiempo del águila», donde tuvo gran éxito. En el año 1921 lleva el folklore más allá de su región, y debuta en Buenos Aires en el Teatro Politeama. No fueron elogios los que cosechó, aquellas músicas y danzas que solo circulaban en la humildad de los circos criollos, eran rechazadas por las élites catalogando al arte popular como arte bárbaro.
Difundir la música popular no fue una tarea sencilla, pero el interés académico de la musicología, la visión de Ricardo Rojas, las publicaciones de Juan Alfonso Carrizo, fueron abriendo paso a los cantantes y músicos que expresaron no solo la canción folklórica en conciertos y en las radios, sino también una forma de ver y sentir la tierra y la realidad. El hombre común, los trabajadores veían reflejadas sus vidas y emociones en esas interpretaciones.
Entre los años 1930 y 1950 se da en Argentina un gran proceso de industrialización del país, esto conllevó que haya un gran movimiento de masas poblacionales de las provincias argentinas a la ciudad de Buenos Aires, las músicas de origen folklórico fueron tomando más presencia en el ámbito porteño, y como comencé diciendo en este escrito, lo que gana Buenos Aries gana la gran vidriera, surge a raíz de esto lo que se llama el boom del folklore argentino.
Ya por esos años estaban presentes Los arrieros de Hauchi Pampa; Atahualpa Yupanqui; Félix Dardo Palorma; el dúo Tormo Canales; en el tango estaba Carlos Gardel, Tita Merelo; Hugo del Carril; Alberto Castillo, una extensa lista de cantantes populares muestran el amor de la gente por el arte popular. El tango ya había superado la transgresión de su danza por parte de «las personas de buenas costumbres».
Ya con este horizonte de aceptación el arte popular, y específicamente el folklore argentino ganaba un nuevo escalón: trascender, no solo la frontera de su geografía, sino también la frontera de su mensaje, la pluma de Yupanqui encarna al hombre de la zafra, el humilde obrero que solo gana unos pocos pesos por cosechar la caña de azúcar en los ingenios azucareros de la provincia de Tucumán o Salta. También escribe opinando, en forma descriptiva y sentenciosa «Las Huellas del payador perseguido» un ejemplo de esto son estos versos:
¡Qué vida más despareja!
todo es ruindad y patraña;
pelar caña es hazaña
del que nació pal rigor.
Allí había un solo dulzor
y estaba dentro e’la caña.
Como la gente humilde nace y crece en medio de los campos y de las periferias de las ciudades, así también nace y se desarrolla el folklore, expresión que dignifica la existencia de los pueblos, sellando con identidad la historia, dando a conocer su origen y su razón de ser.
Por febrero de 1963 nacía el Movimiento del Nuevo Cancionero y era presentado por Mecedes Sosa, Armando Tejada Gómez; Manuel Oscar Matus, Tito Francia y otros músicos provenientes de Mendoza, donde se proponían superar la falsa dicotomía tango–folklore; rechazar todo regionalismo cerrado, tener una mirada integradora de la música popular. Se suman luego el sanjuanino Buenaventura Luna; y Atahualpa Yupanqui.
Sin duda es imposible olvidar otros músicos de esa época que desde su poética o composición musical no hacían otra cosa que maravillar al público con sus obras, sito aquí alguno de ellos: Cuchi Leguizamón; Jorge Cafrune; Manuel J. Castilla; Tarragó Ros; Ramón Ayala; Jaime Dávalos; Eduardo Falú; Ariel Ramírez; Oscar Valles; Ernesto Villavicencio y tantos otros.
Hoy día las expresiones folklórica pueden ser tradicionales o de proyección folklórica, esto quiere decir que entran instrumentos que originariamente no tuvo el folklore, por ejemplo batería, bajo, saxo, podemos decir que el folklore es un rito propio que identifica a las comunidades, estas proyecciones rompen con ese elemento tradicional cuando le agregan algún elemento que originariamente no eran parte de su universo cultural.
En esta vereda de lo tradicional por un lado y la proyección por otro podemos encontrar el genio creador de Raúl Carnota. Músico que nunca tomó esas vertientes como veredas opuestas, sino que sintió que esas fuentes de la creatividad lo ayudaban a expresarse.
No es un hecho menor decir que todo este proceso creativo y cultural se vió interrumpido por la dictadura cívico militar de 1976. Los músicos debían exiliarse para sobrevivir a la barbarie propuesta por estos grupos de poder. El retorno a la democracia en 1983 abría nuevamente las puertas a los músicos exiliados, pero también al canto contenido, a la expresión genuina de una herida que no cierra si tomamos en cuenta que algunos actores del terrorismo de estado aún siguen libres, mientras el pueblo carga en su conciencia la realidad de 30.000 desaparecidos.
Para ir cerrando este extenso itinerario poético musical hay que mencionar que hay una «segunda línea» de músicos independientes que no tienen apoyo de discográficas y que para ser fiel a su mensaje, o a la estética musical que los caracterizan, elaboran sus discos en forma independiente, sacando el dinero de sus propios ahorros logrados durante varios años. La falta de apoyo y una realidad económica y social en decadencia ahogan en muchos casos el desarrollo de estas vertientes perdiéndose el reflejo de verdaderos valores de la música popular argentina.
Finalizo este artículo con unos versos de de la chacarera doble «Entre a mi pago sin golpear»:
Cantor para cantar
si nada dicen tus versos,
hay para que
vas a callar al silencio,
si el silencio es un cantor
lleno de duendes en la voz.
Sergio Geese.

Esperanza, Santa Fe, Argentina, 1968. Poeta, investigador literario, letrista y compositor. Publicó el libro de letras de canciones y poemas La Fuerza de los Impávidos (Buenos Aires, 2010) y el CD de música popular El país de mis ojos (Buenos Aires, 2017), donde comparte obra con los compositores Pablo Budini, Flavio Gauna, y Fernando Lernoud. Su trabajo poético está incluido en la antología bilingüe A Sul de Nenhum Norte (Portugal, 2013). Tiene inédito el ensayo La interioridad conmovida: poesía y maternidad en José Pedroni. Estudió letrística con Adrián Abonizio en el Centro Cultural Rojas, con Diana Bellessi en SADAIC, y los seminarios de poesía latinoamericana con Jorge Boccanera en la Universidad Nacional de San Martín. Actualmente está radicado en Buenos Aires, Argentina.