En defensa de la educación literaria – Angélica Hoyos Guzmán

Jean Siméon Chardin, Pipa y vaso para beber, llamado El Fumadero, París, hacia 1737. Oleo sobre lienzo, 32,5 x 42 cm.

 

Les presentamos una declaración de principios de la poeta y literata barranquillera Angélica Hoyos Guzmán en donde nos recomienda, además, la lectura de Doris Sommer.

 

 

Por: Angélica Hoyos Guzmán

Noto, de parte de nuestros pedagogos colombianos, la gran preocupación por los nefastos resultados de pruebas internacionales de lectura, también la condescendencia con los jóvenes e incluso con los lectores que proponen modos alternativos de enseñar a leer. Con todo lo que este problema también me interpela, creo que las soluciones están lejos del discurso educativo y más cerca de una educación del gusto estético y la imaginación.
Por un lado, no hemos superado los estándares de competencias, no hemos visto que las generaciones nacidas después del dos mil tienen otras formas de lectura y escritura, por supuesto otras formas de educación. No basta con decir que uno de cada cuatro lectores tiene realmente pensamiento crítico, esto lo sabemos, lo percibimos, es producto también de la huella neoliberal.

Estamos aún alejados del cómo, pues el qué enseñar es una guía que se repite en todos los establecimientos educativos, a todo nivel, las teorías, tipologías y métodos de lectura desde la psicolingüística y la cognición, con unos toques de constructivismo ausbeliano, siguen la pauta hace muchos años más que los que tienen las nuevas generaciones de lectores y lectoras.

El año pasado, más o menos durante esta época, Doris Sommer, la gran crítica literaria y Directora de Estudios en Español de la Universidad de Harvard, vino a presentar con Antanas Mockus en Medellín, su propuesta de educación estética fundamentada en Friedrich Schiller y con un fuerte componente crítico y de educación sensible frente a la guerra. Lo cual sería más que pertinente adoptar en un país como Colombia, en tiempos tan convulsos y tan críticos donde la paz no termina de cristalizarse con y entre nosotros.

También escuché a un pedagogo puertorriqueño de apellido Villarini hablar sobre la educación del gusto, de lo estético, en una conferencia donde yo le cuestioné, porque siempre hay que dudar como principio, su elección estética de lo culto enfocada hacia la mal llamada «alta cultura» y una inclusión de la diversidad de obras al margen, tanto en literatura como en música y arte.

El pensamiento crítico sí pasa por la educación de la literatura y la interpretación, la apreciación de lo sensible. Puede que uno acceda a los libros por educación en la familia, pero es necesario llevar en masa esa idea de que la literatura y el arte, los mundos posibles, nos permiten ampliar el horizonte de las imágenes, sobre todo en tiempos donde se consume tanta imagen prefabricada y de odio. Es lo sensible lo que nos puede enseñar a pensar, cómo sino ejercitando la imaginación: leyendo literatura, interpretando las artes plásticas, comprendiendo y escuchando música de diversos registros, podemos aprender a pensar.

Creo que a los discursos pedagógicos se les ha olvidado interactuar con otras fronteras, alternar esa idea caduca que tienen entre otras de que lo bello es solo lo complejo y de que no se puede llevar a los aprendices allí porque se trata justamente de llevarlos a lo complejo, a lo sensible. Pues así se entiende que la pérdida de fronteras de lo literario, la inutilidad de su asidero en la condición humana, sea hoy más que nunca necesaria como salud para los tiempos en que paradójicamente hemos perdido la capacidad de imaginar.
Esta es solo mi idea y mi defensa de lo inútil, pues pienso que es aquí, en lo inútil en donde lo esencial puede ayudar a pensar sobre lo que se consume como opiniones, en un mundo cada vez más mediado por la opinología, por la doxa, los jóvenes puedan asumir posiciones y no solo consumir odiologías, o transmitirlas que es un tanto peor.

Es esto, lo inútil lo que puede enseñarnos a ser humanos. Necesitamos una educación que mire a lo sensible, no solo a lo técnico y estandarizado de un concepto, sino a las formas de la actualidad que convergen y que dejan huella en ciudadanos migrantes, en constante movimiento. Por aquí sí que podemos retomar el sentido y la «significación», actualizar los cánones de lo que enseñamos en las escuelas. Que se integre por ejemplo una lectura crítica de la literatura colombiana alrededor de la memoria y la violencia, y dejemos de pensar que las literaturas amerindias y afrocolombianas son cosa del pasado porque están vivas y en tiempos de sostenibilidad tienen mucho que aportar.

Sé que muchos profesores se atreven e integran lo esencial, lo inútil y logran impactar en aquellos que se abren a otros mundos posibles, los mismos que buscan que las alcaldías, las instituciones los apoyen y estimules con programas de calidad para que sus obras tengan una buena recepción y difusión. No son todos los profes, ni todas las instituciones, ni todas las personas, las que nos preocupamos por esta defensa, ojalá logremos contagiar a más, lo escribo mejor porque no puedo decirlo de otro modo, sin otra intención que la de llamar al pensamiento, pues esta es mi única manera de hacer política.

Ver aquí propuesta de Doris Sommer.

 


WhatsApp-Image-2017-01-17-at-2.42.16-PM
Angélica Hoyos Guzmán

Barranquilla. Magíster en Lingüística, estudios de Maestría en Literatura Colombiana y Latinoamericana de la Universidad del Valle, de Doctorado en Literatura Latinoamericana en la Universidad Andina Simón Bolívar. Cuenta con varias publicaciones académicas en el campo de las humanidades y su creación literaria ha sido difundida a través de diversos medios y publicaciones en Colombia, Chile, Perú, Argentina, México y España. Su primer poemario Hilos Sueltos se editó en Madrid en 2014, en la colección Torremozas de Ediciones Torremozas.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

Deja un comentario