¿Qué estamos haciendo contra el odio?

Un comentario sobre el libro “Contra el odio” de Carolin Emcke

 

Muchas veces se sabe, se siente, lo que pasa. Uno ve publicaciones en las redes sociales, ve comentarios, foros, discusiones y lo sabe muy bien: esas fuerzas que gobiernan el mundo de la opinión y la palabra intensa, suelta contra determinados temas, llevan una carga de odio aprendida, mediada por los mismos que las propagan y promueven. Uno sabe que estamos retrocediendo en el mundo, en las luchas por el reconocimiento de la diferencia, también en cuanto a segregaciones y estigmatización de grupos por sus diferentes condiciones migrantes: pasa en Europa con los musulmanes, pasa en Latinoamérica con los venezolanos. Globalmente, uno y una también es víctima y victimarix* del odio.

El libro de Carolin Emcke, le da cuerpo a esas sensaciones que se pueden percibir leyendo comentarios homofóbicos, racistas, sexistas, conservadores. Alguien tiene que escribirlo y la sencillez y claridad en esta prosa son dignas de la profundidad y la propuesta militante que hace su autora explicando el por qué es necesario pensarse a sí mismo, deconstruirse, saberse víctima de odio y también victimario, pues es tanta su construcción cultural y social que nadie es ajeno al odio, nos pone ejemplos de como no sólo odiamos por una condición concreta, sino incluso por ser espectadores de los odios que ejercen contra los otros, lo normalizado en el mundo, el odio es la norma. Se entiende esta economía política global y sus consecuencias, en el siguiente apartado:

«Pues son demasiadas las veces en las que nosotros, ya sea como objeto o como testigos de ese odio, callamos aterrorizados; porque nos dejamos amedrentar; porque no sabemos cómo hacer frente a ese griterío y al terror; porque nos sentimos indefensos y paralizados; porque el horror nos deja sin palabras. Ese es, por desgracia, uno de los efectos del odio: que comienza por trastornar a los que se ven expuestos a él, los desorienta y les hace perder la confianza.»

Más allá de que pueda pensarse en algún tipo de aleccionamiento moral, el libro ganador del Premio de la Paz de los libreros alemanes en 2016, muestra claramente su argumento en cuanto a cómo se ejerce esta construcción social, como se mediatiza, como lo diferente, incluso la categoría de la diferencia intelectual que se ejerce contra algunas personas por pensar distinto como ella misma lo dice, es sujeto de odio per sé, y automatizamos ese ejercicio. Carolin Emcke ha sido objeto también del odio:

“Como homosexual, periodista y escritora, pertenezco a dos de los grupos sociales especialmente odiados en este contexto. En realidad, no me siento parte de un grupo, pero para los que odian esto es irrelevante. Dentro de su esquema las personas como yo, con sus múltiples diversas relaciones e inclinaciones, son en cualquier caso invisibles. (…) Al menos es por algo que hago. Eso casi es un privilegio. Otros son odiados por su color de piel o por su cuerpo. Yo soy blanca y tengo un pasaporte alemán: ambas cosas son contingentes”

Muy favorable él hecho de que la autora se piensa desde un lugar también diferente haciendo conscientes sus propios privilegios. Por ello considero que la propuesta del libro en cuestión en que no es una interpelación moralizante, sino una preocupación y un estudio serio y genuino sobre los múltiples rechazos de la diferencia en nuestros días, a pesar de las luchas de antaño.

Hay dos tipos de odio, el de la invisibilización y el de la monstruosidad, ambos son heredados de otras generaciones, lo terrible es que están recuperando en el mundo tal fuerza que a cualquiera de nosotros, seres humanos, que somos diferentes por esencia, puede tocarnos una parte de este odio. Por ello la autora detalla a partir del análisis de odios raciales, de situaciones puntuales, la necesidad de pensar el odio en sus contextos regionales, pues tampoco es igual en todo el mundo, tampoco se odia a las personas por las mismas razones, pero cada vez está más colectivizado el cúmulo de ellas para odiar. Una de las formas de entrar en odio es la manipulación de la preocupación por la seguridad de un “cuerpo social” que genera que exista una cierta sociedad hipocondriaca, que se le asigne peligrosidad a ciertos grupos como el de los homosexuales, como el de los negros, como el de los inmigrantes, como el de los izquierdistas, como el de las feministas.

Con esto por supuesto se generan categorías distintas que pretenden silenciar también a quienes denuncian el odio, nos dice la autora:

«Quien nunca ha sufrido una humillación, quien nunca ha tenido que rebelarse frente al desprecio social, quien no reconoce su lugar en el esquema que se extiende entre lo invisible y lo monstruoso, es incapaz de imaginar lo difícil que resulta, en el momento del acoso o de la agresión, tener además que mostrarse «alegre» y «agradecido» con tal de no merecer calificativos como «indignado», «sin sentido del humor» o «codicioso».

Con esto quiere decir que nos falta mayor imaginación, es paradójico que en una sociedad tan evolucionada en técnicas de la imagen, ya no en el siglo XIX con la aparición de estas mismas técnicas, la capacidad de imaginar al otro, de empatizar con él esté cada vez más deteriorada. Carolin Emcke lo explica por ciertas fuerzas proyectivas, ciertas formas de mirar que enceguecen, en la primera parte del libro nos explica como el amor, la esperanza, nos enceguecen como formas de mirar, del mismo modo lo hace el odio, e incluso la transfiguración de los afectos disfrazada de preocupación. Por ello la tesis del libro es que los afectos son también ideologías, o manifestaciones de las mismas, la interpelación de la autora es a deconstruirlas de nuestra propia forma de mirar e imaginar al otro.

Para la autora, existen imágenes prefabricadas que circulan en la sociedad, estas nos hacen odiar, o incluso ser espectadores del odio. Un gesto contra el odio puede ser la individuación, pensar en el otro no como un colectivo sino en su diferencia, desligarlo de las categorías prefabricadas, incluso apela la autora a dejar de reforzar los odios observando sus formas más genuinas ante los otros, pues el espectador también refuerza la mirada de odio que otro ejerce a modo de cacería sobre otros. No somos iguales, entendernos heterogéneos y diversos es una necesidad a la que la autora se aferra.

Considero este libro un valioso aporte para los estudios del afecto y la cultura, sus argumentos y lecturas del odio nos ofrecen una herramienta para cuestionarnos, no pretende la última palabra, en cambio si nos ayuda a poner en palabras lo que muchos en distintos contextos percibimos en nuestra sociedad actual, esas odiologías, diría el profesor Iván Ulchur, desde Ecuador, los afectos sintomáticos de políticas cada vez más espectacularizadas y llevadas a la fábrica del pensamiento uniforme.

*Uso deliberadamente la x, para referirme al hecho de que ser victimario no es un asunto solamente correlativo a ser hombre, católico, heterosexual, de la clase social alta. Sino que cualquiera, en ssus múltiples diferencias también puede ejercer el odio sin ser consciente de ello, la economía política es la misma.

Angélica Hoyos Guzmán

Creo que la literatura es la vida. Investigo sobre las formas de la sobrevida en el mundo contemporáneo a través de la poesía y el arte. Colecciono indicios.

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