31 de julio de 2018

Espero que hoy si sea un día histórico para mí, el que inauguró el principio o, más bien, el nacimiento de mi yo deportista, pues ya había logrado antes salir a correr, una mañana fría y nublada en la sabana de Bogotá, pero no pude continuar el esfuerzo y dejé pasar un año o más antes de repetir la hazaña. Tuve que aceptar de una vez por todas que salir a correr muy temprano es un propósito cero realista, mi personalidad tendría que sufrir un giro de 180 grados para que yo decidiera levantarme a las 7 de la mañana y, no siendo esto suficiente tortura, salir a correr, así es que desistí del empeño y decidí correr por la tarde, armé una lista de reproducción que puse en mi Ipod y salí hoy.

Al principio es lo máximo, me sentí llena de energía y di grandes zancadas, después la energía fue decayendo, era de esperarse, nunca he hecho ejercicio. Mis piernas y mis pies están débiles, mi físico es un desastre, pero mi corazón y mis pulmones están buenos porque no fumo y no vivo en una ciudad contaminada sino en un pueblo pequeño con mejor aire. Corrí por un sendero muy agradable, una carretera destapada y fresca con grandes árboles en la vera, la montaña a mis espaldas. Al llegar me sentí mal, pero después de descansar un rato empecé a sentirme mejor de lo que me sentía antes de salir a correr.

Correr será mi religión, me agarraré a esa práctica como un náufrago a un tronco en el mar. Correr curará todos mis dolores, potenciará mis capacidades, me ayudará a ser quien quiero ser, correr me traerá las mejores cosas de la vida.