La pesadilla de los subterráneos. Imagen Pixabay
Un cuento de humor del escritor puertorriqueño, radicado en Nueva York, Luis Antonio Rodríguez de su libro «Rush Hour y otros relatos para leer en tren», (San Juan, Editorial Isla Negra, 2017).
El amor tóxico va y viene.
Insiste,
como la luz de los imanes.
Para que nadie descanse en paz.
Leonardo Padrón, El amor tóxico
Hoy la vi. Estaba esperando el tren y sus labios rojos me capturaron de inmediato. Yo subía las escale- ras cuando la vi allí parada frente a la columna con su ropa de ejecutiva, su cabello corto y su mirada perdida, quizás en la espera de aquel tren que no llegaba, quizás en algún pasado que no terminaba. Al pasar por su lado me ignoró peor que a un fantasma. Mientras caminaba al otro extremo de la plataforma me viré para verla nuevamente. Ella se viró en ese instante, tal vez porque al final todos recordamos o porque mi mirada le molestaba desde lejos. Me detuve y la observé con más intensidad. Mis sentimientos provocaban que mi piel temblara. Mi corazón latía cada vez más rápido cuando noté que ella caminaba hacia mí. Comencé a caminar hacia ella.
Mientras más cerca estaba de aquella mujer más me convencía de que era la mujer de mi vida. Mi boca empezó a salivar dulcemente, recordando los besos que aquellos labios habían sembrado como una cosecha eterna de duraznos. Tenía el cabello corto como cuando la conocí, y sus ojitos redondos seguían soñando posiblemente con volver a estar en mis brazos. Mis manos
me empezaron a sudar con tal sólo la idea de que la volvería a abrazar, a sentirla en mi pecho; y oler su aroma natural que no necesitaba de perfumes pues su piel emanaba una fragancia que eliminaba mis pesadillas al dormir cuando mi nariz se acercaba a su cuello. Podía sentir su cuerpo tallado en el mío. Siempre dormíamos con las piernas entrelazadas, sus nalgas en mi pubis, un brazo mío debajo de su almohada y el otro escondido entre sus piernas.
Llegó frente a mí, me miró seria y dijo: No te empujo frente al tren por no llegar tarde.
El tren se detuvo frente de nosotros sin hacer ruido. La miraba perplejo tratando de digerir aquellas palabras asesinas y ella me miraba duramente… con desprecio. Las puertas se abrieron, ella me dio la espalda y se dirigió hacia el asiento. Se viró y se sentó mirando hacia mí, sacó uno de sus maquillajes de la cartera y como si fuera peor que un fantasma, me ignoró mientras se empolvaba la nariz. Las puertas se cerraron en mi cara y el tren, que había estado esperando, se fue mientras yo quedaba en la plataforma parado tratando de detener el tiempo.
Al llegar el próximo tren, sentí que mis ojos pestañearon instintivamente. Miré hacia mi izquierda disimulando el susto que me dio esa imagen del nuevo tren deteniéndose frente a mí. Pero al final de la plataforma la vi a lo lejos… ahora, era ella quien me observaba fijamente, sin disimular.
Luis Antonio Rodríguez (Laro). San Juan, Puerto Rico, 1970. Científico ambiental, fotógrafo y escritor. Ganador del segundo lugar, categoría comunidad, en el Laudo XXI Certamen literario Poesía, Cuento y Ensayo de la Universidad Politécnica de Puerto Rico, 2016. Ha cultivado la poesía y la narrativa desde muy joven. Durante la década de los noventas, fue incluido por el Poeta y Humanista don Manuel de la Puebla en la antología mundial Ecología y poesía, también fue de los escritores que se desarrolló en torno al colectivo y revista Taller Literario. Su trabajo creativo ha sido reproducido por diferentes bitácoras y páginas cibernéticas. Tiene tres poemarios publicados: Entre la sombra y el albedo (1996), Versos clandestinos (2001) y Amor de superhéroe (2016). En su nuevo trabajo literario, Rush Hour y otros relatos para leer en tren, Laro visita por primera vez el mundo de la prosa. Nos invita a desconectarnos un momento del celular, para entrar a su mundo de los cuentos. En estos, existen mundos fantásticos, momentos memorables, amores imperfectos, y como siempre, un poco de humor.