Folio 28- El libro de los Milagros Imagen: Wikimedia Commons
Les presentamos una selección de poemas del libro La Diferencia entre Invento y Descubrimiento (Hebel, 2017) de Sergio Marentes, que hablan, entre otras catástrofes, de la pangea, meteoritos que destruyeron el mundo, inundaciones, terremotos, incendios continentales, muertes masivas, todas, eso sí, presenciadas por alguien a quien todos creemos conocer.
Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 4.500’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano
Dios salta debido a un reflejo causado por la colisión de las dos masas.
Moldea los sobrantes imaginariamente, como todo lo que sabe hacer.
Lamenta que la gravedad sea más artista que él, y que haya fabricado dos esferas perfectas para los próximos millones de años.
Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 3.800’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano
Dios entrelaza tres de sus cabellos y comprueba lo difícil que le resulta a alguien que, en el catálogo de fabricación, tiene todas las habilidades posibles.
Observa las cadenas formarse, como por una mano invisible, por otro dios, y siente celos, y envidia de la buena, de la que no existe.
Cualquier hora de cualquier día y cualquier noche, 200’000.000 a. C. según el Calendario Gregoriano
Dios celebra que ya haya sido hora de un pasatiempo para calmar el aburrimiento infernal que lo persigue desde que recuerda.
Llora de la risa luego de comprobar que aquel rompecabezas, además de moverse a su antojo, no tiene más de diez piezas.
Es un juego de niños, piensa, y lo deja abandonado para siempre.
Noche de cualquier día, 200.000 a. C. según el Calendario Gregoriano
Dios balbucea sus primeras palabras y, apenas, le sale una erupción incontrolable.
Chorrea baba de su boca que destruye lo que encuentra su paso, como todo lo que producen los dioses.
Mañana de cualquier día, 3.250 a. C. según el Calendario Gregoriano
Dios dibuja con los ojos cerrados, como todo lo que hacen los dioses.
Deja que le salga lo que tiene en las tripas y en el subconsciente.
Qué fácil es ser dios, dice sin pensar.
Mediodía del 17 de abril, 1600 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios agradece a los dioses no tener que haber emitido voto alguno en contra de la sustracción de todo un pueblo.
Pero agradece más que haya quién lo represente en la tierra, a su mano dura ya su injusticia legendaria.
También que la humanidad tenga memoria de gallina.
Mañana, tarde y noche del 6 de agosto, 1945 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios ve el hongo gigantesco y siente cómo su pecho salta de la emoción ante una imagen tan artística.
Agradece que haya sido sembrado en un pueblo sin dioses de carne, pero sobre todo, lejos de los vencedores de la guerra.
Tarde del 11 de junio, 1963 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios aplaude la valentía de la carne que no salta mientras se aza a fuego alto.
Duda si el ser inmóvil que lo sostiene por todo su cuerpo está al su nivel, o se trata de un dios de dioses que está, por supuesto, por encima suyo y le debe respeto y, cómo no pensarlo, miedo infinito.
Mañana del 8 de diciembre, 1980 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios tapa su boca para ahogar el grito.
Lamenta que la música lo esté reemplazando tan rápido, pero agradece que se siga teniendo oportunidades de gobernar por unos años más.
Así deben de morir los dioses de carne, piensa, y sigue con sus planes para el futuro.
Tarde del 30 de abril, 1993 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios perdona su incapacidad para llegar con antelación al futuro.
Estudia la lección para no quedarse pronto atrás, cono es su costumbre desde que fue inventado.
Mañana del 28 de febrero, 2015 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios pregunta en voz alta quién fue capaz de semejante descuido.
Responde de inmediato y guarda silencio, cree, por el resto de la eternidad.
Noche de cualquier día, 3.000 d. C. según el Calendario Gregoriano
Dios busca por todos lados las huellas de los dioses bípedos y no las encuentra.
Planea cómo volverlo a inventar y a fabricar, porque ya no recuerda lo único que supo hacer, aunque fuera mal hecho.