La escritura expropiada

Expropiar el cuerpo. Seis historias sobre violencia sexual en el conflicto armado. De Nancy Prada Prada, 2018, C.N.M.H.

Me ha tomado un tiempo escribir esta reseña, de un libro que, desde el primer momento de su lectura, sentí necesario que todos y todas en Colombia, conociéramos, lloráramos, leyéramos y nos dejáramos tocar de estos testimonios,  de esta lengua del resto. No es un libro fácil, pero quiero escribir sobre él  para que no se piense que es otro texto doloroso más, de los miles que se tienen en el Archivo de Derechos Humanos de nuestro país, donde la parte oscura de la memoria crece y se amplía con cada nuevo testimonio, pero también se llena de luz cuando se nombra.

Esa luz es la escritura, la propuesta estética y la magistralidad: con respeto, con dignidad, con lo que implica un ser humano brillante que es más por su forma de tratar a los otros que cualquier virtuosidad de genio literario. Quiero resaltar la apuesta estética que entretejen los seis relatos del libro, las seis historias que pueden ser muchas más por analogía de lo que seguramente aún no se nombra, por otras, en el horror del padecimiento de la violencia sexual en el marco de la guerra, y en el cotidiano.

Se condenó la falta de estética cuando surge en Colombia el género testimonial, con la publicación de Daniel Caicedo titulada Viento Seco (1953), una novela que, en su momento, se dio a conocer en el exterior por las consecuencias que en medio de la violencia bipartidista pudiese generar para su autor. Por el testimonio precisamente, que es, a la luz de los acontecimientos, todavía hoy, bastante peligroso. Dijo García Márquez, repitió también Laura Restrepo, que estos textos testimoniales no tienen calidad literaria. Emergió en cambio la tendencia de la literatura de la violencia y con ella todas sus derivaciones que bien estudia Óscar Osorio.

Sin embargo, lo que yo creo es que, como Viento Seco, el libro de crónicas literarias Expropiar el cuerpo, Seis historias sobre violencia sexual en el conflicto armado tiene su propia apuesta estética. No se puede relegar el testimonio únicamente para el archivo, hay una experimentación con el lenguaje, un tipo de autoría que se construye y que tiene que ver con los contextos histórico políticos de los escritores y escritoras. Esto se deja ver en cómo se sumerge la autora en la misma crónica, honestamente, sin esconder su afección.

También se manifiesta en el lenguaje directo de los hechos que acontecieron a las mujeres, en lo que vuelve a la literatura precisamente desde lo residual, desde la memoria y el dolor en el cuerpo, desde el enfoque de escritura en las formas que las mujeres encuentran en sus formas de sobrevivir, sobre el bien, el mal, el sentir femenino. Son historias que nos hacen estremecer. No salimos de esta lectura del mismo modo que entramos.

Esto es lo que hace la lengua del resto, escribirse desde la empatía, esa zona de afecto donde nos conectamos con el otro, con las otras en este caso, y nos desapropiamos de nosotros, nos expropiamos porque podemos sentir ese dolor público. El dolor es también un bien común, como el lenguaje, porque algo se “estremece allí” y eso es la literatura.

Creo que en Colombia tenemos una deuda de lectura con estos testimonios cuya potencia es la de las múltiples verdades desde lo afectivo, la de la justicia de leerlos y también de considerar esas formas de trabajo de una autora como Nancy Prada Prada cuyas narrativas nos descentran, nos expropian. Pues como ella misma lo dice, pueden resultar heridas abiertas, pero también puede permitirse que entre la luz por esa grieta:

“Pienso que las historias de este libro son como ese remedio de la abuela: pueden abrir heridas, que seguramente volverán a doler, pero que necesitan ser abiertas para sanar en realidad. No me refiero sólo a las mujeres que hacen el esfuerzo de regresar a los recuerdos escabrosos de la violencia sufrida, sino también a todas las personas que lean las historias y empaticen con ellas desde cualquier lugar posible: “sé lo que se siente”, “a mi hija también le pasó”, “¿ese es el grupo al que yo apoyo?”, “¿dónde estaba yo mientras estos horrores pasaban?”.»

Aquí dejo el enlace para leer el libro, las historias, de a poco o de largo, como mejor acomodemos estas experiencias a nosotrxs mismxs. Esta escritura también incomoda resuena en un eco, como ahora que puedo escribir con distancia y sin olvidar lo que allí leí, para mí misma, desde la vivencia común de esos cuerpos vulnerados, del mío impropio.

https://nancypradaprada.wordpress.com/2018/04/20/expropiar-el-cuerpo-seis-historias-de-violencia-sexual-en-el-conflicto-armado/

Angélica Hoyos Guzmán

Creo que la literatura es la vida. Investigo sobre las formas de la sobrevida en el mundo contemporáneo a través de la poesía y el arte. Colecciono indicios.

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