Foto: Luka Khabelashvili.
Presentamos un cuento inédito con una fuerte carga irónica sobre la extranjería mexicana en EEUU.
Por Julia Melissa Rivas Hernández *
I
—No has vuelto a usar el vestido amarillo, ese que veo desde aquí, dijo Carmen señalando al ropero medio abierto.
Sabía perfectamente a qué vestido se refería, al vestido amarillo napolitano, el vestido de verano, el vestido con tiras finas y cintura de elástico.
—Regálamelo si ya no te queda.
—Sí me queda, pero no sé si lo quiero regalar todavía. Es que tiene un valor sentimental.
—Cómo qué valor.
—Fue el primer vestido que compré con mis dólares, yo solita, le respondí orgullosa. All by myself.
II
—Ven, me había dicho Carmen por teléfono hacía siete años atrás, aquí hay mucho trabajo.
En aquel entonces no tenía mucho por hacer, me aburría todo el tiempo entre mi trabajo en una tienda departamental de mi ciudad y las noches en casa. Los fines de semana eran siempre iguales, salir a un bar, conocer a un sujeto un poco pasado en copas, vestido de vaquero y con botas, para después tratar de ignorarlo toda la noche. Todo era tan aburrido.
—Hay un chorro de trabajo como babysitting me había dicho Carmen entusiasmada, a los gringos les gustan las mexicanas porque son muy maternales y cuidan bien a sus hijos, con mucho amor.
A mí ni siquiera me gustaban los niños pero me resultó interesante el trabajo, después de todo ¿qué tan complicado podría ser?
Carmen me recibió en su casa, un departamento chico con tres habitaciones que pagaban entre ella, su hermana Rocío y una chica colombiana. Habían tenido de compañera a una argentina que recién las había dejado, se buscó un gringo luego, luego, llegando acá y ya viven juntos, tiene suerte porque ya no pagar renta viviendo con él.
Los primeros meses fueron difíciles porque confirmé lo evidente: los gringos son muy diferentes a los mexicanos. Eso sí, el trabajo no faltó nunca. Rocío conocía a una pareja que necesitaba de una babysitting lo antes posible para su bebé de tres meses, pues los padres tenían que regresar a trabajar, a su rutina. El bebé era regordete, pelirrojo y con patitas inquietas que golpeaban el aire en todo momento.
—I think he’s gonna be a soccer player, dije a los padres. Ellos no entendieron a lo que me refería pero asintieron sonrientes y complacidos.
III
Una tarde de verano entré a Bloomingdale’s por primera vez. Desde niña había fantaseado con la idea de visitar esa tienda que Fran Fine tanto mencionaba, con lucir vestidos tan lindos como los de la señora de Sheffield, con descuento como ella, con un peinado alto y lápiz labial color rojo intenso.
Bloomingdale’s estaba lleno de vestidos lindos como los que usaba Fran, y los descuentos de temporada eran tantos que difícilmente podía decidirme por dos o tres… aunque solamente me alcanzaba para un vestido, una sola prenda. Me probé cada pieza como si fuera una decisión crucial en mi vida, pero con un vestido amarillo me veía sensacional: salí de los probadores hacia el espejo, el de ciento ochenta grados con el que podía verme de frente y de lado, apenas un giro y podía ver cómo lucía mi espalda en esas finas tiras que sostenían todo el vestido.
—¡Girl you look gorgeous!, dijo una gringa de intensa piel roja y cabellos pálidos a quien le sonreí satisfecha y un poco altiva. Pagué el vestido que pusieron en una bolsa de papel café que decía “medium brown bag” al frente y Bloomingdale’s a un costado. Ser inmigrante no es como me lo contaron, pensé. Para mí ese vestido amarillo representaba el sueño americano, God bless America, God bless this fucking great nation, me decía mientras abandonaba la tienda sosteniendo entre mis manos mi medium brown bag.
Julia Melissa Rivas Hernández. Hermosillo, Sonora, México, 1981. Es redactora y correctora web. Cursó la Licenciatura en Artes Plásticas e hizo estudios en Literatura Hispanoamericana. Con su obra ha ilustrado varias portadas de libros. Ha participado como poeta, traductora, reseñista y artista plástica en revistas como “La línea del cosmonauta”, “Otro páramo” “La raíz invertida” y “Punto en línea”. Ganadora del reconocimiento del Pitic Alonso Vidal 2010 con el poemario Habitaciones. Ganadora también de los Juegos Florales 2018 Lagos de Moreno, categoría cuento con el trabajo Imperio. También ha sido becaría por el Fondo Estatal para la Cultura y las Artes de Sonora por el poemario Mercadeo, modalidad jóvenes creadores. Fue beneficiaria de FECAS, modalidad residencia artística por el diplomado “El género del poema en prosa en Latinoamérica: concepciones críticas y estéticas” impartido por el poeta Fredy Yezzed. Ha publicado el poemario Habitaciones (2011), Editorial JUS, México D.F.