Hace unos días releí un diario de 2007 que sobrevivió a la quema de mis diarios por allá en el 2010 gracias a que algunas de sus páginas estaban bellamente adornadas con unos dibujos en los que me esmeré mucho. Antes de echarlo al fuego recorté los dibujos y rescaté un par de apuntes, el que transcribo a continuación me desconcertó tanto que por un momento me pregunté si no sería un cuento y no una anotación de diario sobre un hecho completamente real, pero luego me dije que, tratándose de este país, no es sorprendente. Pertenece a junio de 2007:
“Anoche encendí el televisor, después de pasar por varios canales, me quedé viendo un concurso en el que el participante está conectado a un polígrafo y contesta preguntas sobre las oscuridades de su vida y de su psique, la máquina dice si miente o no, si no miente gana dinero, pero si dice alguna mentira pierde todo. Sólo existen el sí y el no, no importan las circunstancias ni la situación, después de cada respuesta todos esperan en suspenso una voz que dice con acento español: eso es… verdad, o en su defecto, eso es…falso.
Al principio las preguntas son bobas, inofensivas, sobre mentiras dichas a la abuelita y cosas así, pero luego todo va subiendo de tono. Anoche estaba en el banquillo un señor que iba en los 50 millones, ya se había metido en problemas con todo el mundo, había dicho que se avergonzaba de su madre, que había recibido dinero por tener relaciones homosexuales y otro poco de cosas que lo dejaron muy mal parado frente a la opinión pública, en resumidas cuentas, el señor ya había arruinado su vida, pero tenía 50 millones de pesos, lo que había costado hasta entonces su honra. Le faltaba solo una pregunta para el premio mayor, cien millones, así que se la hicieron, no sin antes preguntarle si quería continuar o irse con los cincuenta; el presentador intentó persuadirlo diciéndole que la máquina no fallaba, que uno puede creer que está diciendo la verdad, pero está mintiendo y la máquina lo nota, es decir, que la máquina sabe más de uno y de su vida que uno mismo, la máquina lo conoce, es omnipresente, está por encima de todo y de todos y sabe la verdad. ¿Para qué Dios si existe el polígrafo?
El señor no se dejó convencer y pidió la pregunta, era: ¿Ha abusado sexualmente de un menor de edad? El hombre muy seguro y sin pensarlo dijo: No. Jamás. Todo esperaban en suspenso la respuesta de la máquina… eso es… ¡Falso! El hombre se paró enloquecido y gritó que era una trampa para quitarle su dinero, que él jamás había hecho eso, que era injusto, el presentador dijo alzando la voz que la máquina no falla. La gente del auditorio le gritaba insultos, la esposa lloraba amargamente y él, fuera de sí y muerto de ira, gritaba y decía que eso no era cierto, que le dieran su dinero. Entraron al estudio dos hombres de seguridad, pero él, iracundo, no se dejó, les dio patadas a todos y se abalanzó sobre el presentador, entraron más hombres de seguridad y en ese momento pateó la cámara y se fue la señal.
Momentos después habló el Presidente de la República y dijo que decir la verdad siempre es un acto heroico y que el que la diga será exonerado de sus culpas. Al hombre no le dieron dinero ni le devolvieron su dignidad (ahora corre peligro de que lo linchen). Nadie puso en duda la honestidad de la máquina ni la del canal, ni la del presidente.