Foto: Nubes en San Salvador, por Gerson Rodríguez.
Nuestra revista ha sido invitada al VI Festival de Poesía Amada Libertad, que se llevará a cabo en El Salvador desde el 7 al 13 de julio. Participaremos en las lecturas de poesía y haremos un cubrimiento fotográfico y radial del evento que podrán encontrar en nuestras redes sociales (y aquí). Para que se hagan una idea de las miradas que se encontrarán, para que conozcan las voces que departirán en las tierras de Roque Dalton, les ofrecemos la siguiente muestra poética.
Poetas participantes en el VI Festival de Poesía Amada Libertad
Óscar Limache
Perú
Vuelo de identidad
No moriré ahora. Un día entero
se desata frente a mí.
Drummond de Andrade
María Reiche
nos vio
caer volando
bajo el cielo de arena
Nasca fue nuestra muerte
Sobre
las bolsas de plástico
nuestros cuerpos
se alinearon azules
sin conocerse
el cráneo asombrado
carbonizados los muslos
sangrando la entrepierna
Los peritos
identificaron
nuestros dientes
las cavernas sin párpados
las horas digitales
nuestras líneas terrestres
Esquirlas
de aire entre los brazos
documentos atrofiados
geometría del espacio
sin ropa
sin manos
emparentados con las aves.
Felipe García Quintero
Colombia
Piedra vacía
1.
Piedra,
sé un pensamiento mío.
La fijeza de mi mudez latente,
no la sombra de mi cuerpo, su herida.
Yo tu posesión, mi huésped
en la voz; la habitación vacía de cada hueso.
2.
Colmada miseria
y perpetua errancia de la quietud.
Piedra
¿Dicha vencida o mudez cantada?
En el puño cierto del llanto
cuánto hay de ti, siempre conmigo.
3.
Sordo cielo mío de cada grito
pueblas la oscuridad de mi infancia.
El silencio en la voz te toca,
la nada te alegra,
la soledad te encierra.
Vigilia oculta y serena de cada muerte.
4.
Piedra,
sé la fuga de mi caída.
De: Piedra vacía, 2001
Victoria Margarita Colaj Curruchiche
Guatemala
Soy la niña salvaje, aquella que juega con las nubes.
La que entiende del canto de las aves.
Y sabe que todos somos uno.
Soy la niña salvaje con alas en los pies
Con el corazón de estrella, al que la abuelita luna
Arrulla en el firmamento infinito.
Soy la niña salvaje multicolor, aquella que sana su ser
Con el llanto desgarrador, para que papito sol
Pinte una sonrisa, que cure el dolor.
Soy la niña salvaje, que con su cabello
Abraza al viento acogedor.
Aquella que se recuesta en la panza de mama tierra
Y sentir la vibración de sus venas.
Soy la niña salvaje que siembra el sentimiento.
Haciéndole cosquillitas a la montaña
Para que el rio fluya con felicidad.
Soy, sos, somos la niña salvaje.
Armando Maldonado
Honduras
Confesiones de cualquier Lázaro
I
Cuando cerré los ojos,
todas las orugas y polillas
acudieron a mi boca.
Era un ciego tanteando el aire
en un bosque joven de olivos.
II
Siempre supe que la muerte de un dios
habita en los huracanes y nada puede hacer un hombre
que va solo con el pecho desnudo hacia la tempestad.
III
Nunca fui el hombre viejo que quise,
bronceado mis últimos días en Malibu
cantando La Internacional a la hora de las noticias.
IV
La muerte nunca fue un problema para mis labios,
pero ¿Qué pecado merece el castigo
de dos agonías en un lecho febril?
V
La tumba es la única patria donde los himnos y las banderas
son las supersticiones de lo añejo
y nadie enarbola la esperanza de los caídos.
VI
He aquí mi mortaja para cubrir los mares
cuando el Armagedón quiera envenenarlos.
VII
Cuando la voz tronó al otro lado de la loza,
ya había instalado mi lámpara y mi radio
para escuchar el sorteo de la lotería.
Manuel Alejandro Q. Ceballos
México
Los sueños del agua
Para Eva María Valdez
Nos tocamos.
En la batalla honda de la agonía
la armadura
no nos cubrió
de noche en cautiverio.
Nos encontramos en la batalla
y los sueños del Agua
nos olvidaron en el desierto
como las tempestades,
nos dividieron los gritos
que aún no desaparecen.
Con la puerta que galopa:
nos liberamos,
sin compromiso,
sin lenguaje.
Aquí nos encontramos
una vez más
con los sueños del Agua,
aun tristes,
cuerpo a cuerpo,
desbordando olvido.
Nos tocó marcharnos,
siempre solos,
cada uno por su parte
y con la geografía infinita
de las distancias.
Nos toca marcharnos,
de nuevo,
y los sueños del Agua
hacen nido en el manantial
de sus recuerdos.
Sin mojarnos.
Sin juntarnos.
Sólo faltan algunas palabras
y nuestros sueños del agua
se irán a gotas.
Concluye la batalla.
Anissa Mohammedi
Argelia
Los exilados
Por ruptura
como en su partida
regresan y le arrebatan
a la noche su última errancia
importunan a la ausencia
en su lugar de nacimiento
guardan el secreto del viaje
Vuelo de palabras
plegaria de sangre
instante de vida
nada más verdadero
nada más falso
que la memoria sin promesa
la carne sin memoria
la promesa sin arrugas
Amortajados en su historia
habitan de nuevo su alma
hay que decir la plegaria de los muertos
incluso a los olvidados del tiempo
el gesto piadoso devuelve a la tierra
lo que la tierra no pudo darle a la carne
Luz María López
Puerto Rico
Horas muertas
dejamos de existir
y es como si hubieran amanecido ayeres
amontados en las manos y los ojos
respirando con vida
trasnochados siempre
¡dejamos de existir aun existiendo!
pero sin rabia alguna
ni el deseo de amanecer otro día juntos
porque ya vivimos tantas veces
estas mismas horas muertas
que no caben lápidas para tanto entierro
mejor un parto nuevo
la bella posibilidad de otro olvido
un amor acandilado
o quizá ninguno
ninguno que me recuerde que existimos
en la brevedad de los minutos
cuando todo es toque de queda
un cuento cualquiera
una hora alquilada
amena o discordante
donde las palabras llevan sueños a cuestas
disimulos tantos
también amor del bueno
y dejamos de existir
porque nunca fuimos un altar
sino esa catacumba pronosticando
muerte anunciada
dejamos de existir
¡aun existiendo!
en la intención de hallarnos
siempre a contratiempo.
Claudia Fernández
México
Bienvenida
A Roque
Me reencontré con el dolor.
Entre el hedor de las calles
y el llanto de niños desconocidos.
Lo hallé como objeto olvidado,
bajo el polvo,
cubierto con máscara de soberbia.
Reconocí mi dolor en una foto de mi padre,
donde la soledad se le escurría por las cejas.
Lo reconocí en mis entrañas marchitas,
donde las lágrimas esperan mi último derrumbe.
Reconocí el alarido oculto en mis ojos,
en mi barbilla.
Reconocí en su foto los mismos ojos, mis ojos.
Lo reconocí en estas palabras,
en la risa del verano, las hormigas y las chicharras.
Ahora lo sé;
lo único que me queda es el apellido.
San Salvador, 2018
Matheus Kar
Guatemala
Todo gato fue niño alguna vez
Mi gato precioso, bohemio de alfombra,
como la rata,
no es de ninguna raza importante.
No es más afín al queso o al cordón
que al humor de Schopenhauer.
Su atuendo le es indiferente.
Es más gato
por no tomar conciencia de sus pelos.
Mi gato es mío porque a él
me someto,
y a su gesto indescifrable.
Es cafecito por fuera,
y negro por dentro,
con algunas manchas de silencio.
Sigiloso, escapó a todos los nombres.
Yo (un poco necio) le puse Poe,
pero en casa (más necios aún) le dicen Patches.
Y, a pesar de todo, en su inocencia de gato,
como no me entiende,
todavía conserva su nombre.
Mi gato, avión en reposo,
es una isla en el ombligo del mundo;
un ojo que fosforece en la noche.
Sus maullidos rebotan por la casa,
mientras él persigue un mundo
escondido en un rayo de sol.
Mi gato es mueble,
valija silenciosa
de travesuras que tropiezan.
Mi gato, que en realidad es gata, no tiene género.
Pues ayer cumplió dos años muerta.
Pero, entre todo lo muerto,
su recuerdo es lo más vivo en esta casa.
Espera toda nuestra información sobre el Festival en Amada Libertad.