Foto: Sara Gaviria Piedrahíta.
Nos alegra presentarles en nuestro dossier Paisajes: El Salvador una selección de poemas de Fredy Tato Mejía*, de su libro inédito Esclaramonde. Un libro de imágenes vitales que discurren como el río del tiempo hacia la inmensidad. La selección estuvo a cargo de Josué Andrés Moz, nuestro corresponsal en El Salvador.
Esclaramonde
V
Atravieso ríos
amor
grandes de silencio.
Manolo Flores
Cambio de risa cada que un gusano florece en papel, cada que el globular de esperma languidece y sospecho de tu risa que flota frente al sol, creo que tu risa de enero hambriento tiene un hueco en medio del acorde, que es tu gemido eufórico, tu desván bajo el paladar.
Y creo que ese hueco desciende a través de la torre menguada como un río de alas rotas y estoy seguro que le habita tu congoja, la manada de pájaros que papalotea sin dejarte llorar y juro que si lloraras, brotaras de mi risa como el río alado que en su vientre trae una nueva risa.
Entonces si muriera mi risa y en la preñez de tu llanto naciera un beso, ni el sol que susurra brotes de manos, ni el mar de huecos donde desemboca el río alado podría derrumbar mi torre de incertidumbres.
No río más, Esclaramonde. De mi batalla de cúmulos y vacío solo el beso de tu tardanza quedó intacto, el resto de insectos murieron entre tus labios.
VI
Sobre esta roca, mis enmarañadas manos, sobre aquellas dos cada espasmo en bruto, sobre tu roca descalza tus piernas como anclas del ruido. Sobre esta roca suprema reposa el año olvidado, el inexistente peldaño del llanto. Roca sobre roca y sobre esta roca primera, el helecho mesiánico purgado por el pecado acuoso.
Roca cóncava, Esclaramonde tu corazón parco, tu ceño de roca desciende acariciando cuervos. Mi pequeño sexo de roca abandonando la geología de tu cuerpo de tierra.
Esclaramonde, tu verdad de musgo royendo la última roca. Esclaramonde, si esta torre está hecha de piedras rústicas; cómo podría conocer el ópalo de tus miedos.
Esclaramonde, cada roca tiene un nombre vernáculo del polvo que significa aquel que aún no muere, cada roca guarda en sus cuerpos el grito embustero del llanto.
Créeme, Esclaramonde, las rocas conocen tu voz; tiritan de angustia cuando alada vuelves por el mediodía tuberculoso. Esclaramonde, la torre entera sueña con tu voz de gota acompasada con mi llanto, gota sobre roca y sobre las huestes del calendario, tus pequeños pies horadando este cimiente de templos severos.
VIII
Me sumerjo en el pubis de un mar que duerme, rodeado de espuma duermo doblegado ante la ausencia del sol y salgo a la superficie solo a ver una playa de quejidos sobando la platea del miedo. Ojos que me ven, carecen de mi sombra, pero susurran las letanías de mi fiebre. Me miro las manos llenas de mar, oigo tiritar las olas lejanas.
Me encuentro mirando el mar, la oquedad de la marea sosteniendo un hombre que sueña, heredo mi agonía al mar que duerme en mi mano.
Del rumor del viento recojo el nombre anónimo del silencio, el murmullo del abismo venera la luz escasa. Desciendo. Me atraviesa de a poco la tristeza de la coda que anuncia el fondo. Suelto cualquier riesgo de emerger. Total tiniebla cubre mi cuerpo, hombre que comprende la incógnita de la muerte no volverá a dudar de su destino. Toco el cimiento de toda ceguera. Sobre mí, la completa voz del olvido me ve morir.
Aquí todo el dossier Paisajes: El Salvador.
* Fredy Tato Mejía (Santa Tecla, 1997). Vive en Sonsonate. Estudiante del Departamento de letras en la Universidad de El Salvador. Organizador de los ciclos de poesía en Sonsonate «La Función poética». Miembro del Circulo Literario TecoloT y del Colectivo literario Zenzontle. Ha publicado en antologías artesanales en El Salvador y en la revista Pez Soluble de Costa Rica.