«Míster cop» y otros poemas de Josué Andrés Moz

Foto: Sara Gaviria Piedrahíta.

 

Nos alegra presentarles en nuestro dossier Paisajes: El Salvador una selección de poemas de Josué Andrés Moz*. Es integrante del comité organizador del Festival Internacional de Poesía Amada Libertad. Autor de los libros Carcoma (2017) y Pesebre (2018). Sus poemas, como diría Whitman, evocan la Naturaleza sin freno, la original energía. Nos honra, además, darle la bienvenida como nuestro corresponsal en El Salvador.

 

 

Míster cop

A Carla Ayala y Daniel Alemán

No necesito calzar su uniforme para hablar de la muerte
ni conocer el oscuro abecedario que le besa los dientes, señor policía.
Dígame entonces
qué hacemos con sus tatuajes,
dígame
dónde esconder la dentada silueta de su miseria,
qué hacer con esa tristeza de no poder meter sus manos bajo mi falda,
de no poder llevar mis tacones,
con esa rabia luminosa que lo hace querer romperle los dientes a mi hermano.
Perdone, señor policía,
que sea tan directo,
perdone mi tristeza.

Perdóneme, señor policía, por no ser uno de sus muertos,
por no sonreírle trágicamente a sus compañeros en la patrulla,
por no estarme pudriendo en bartolinas,
por no dejarme fabricar las pruebas necesarias,
por no agachar la cabeza y caminar bonito frente a su sombra
de un metro treinta, de un metro ochenta.
Acá la noche se nos mete por los pulmones,
acá los billetes tienen el rostro de lo que hemos perdido.

No necesito los cuchillos,
no necesito los balazos,
no necesito verlo agitar su soledad en el asiento del copiloto.
Míster cop-burbuja negra-the polismen,
¿Cuántos gemidos le caben en la punta de la bota?
¿Cuántas cicatrices dormidas lleva en el eco de sus manos?
¿Cuántos desiertos han tejido las arañas en la boca de su mujer?
¿Cuánta ausencia soportan los delgados huesos de su hija?
Yo lo conozco, señor policía,
no necesita taparse el rostro para mí,
no tiene por qué arrodillarse frente al Cristo,
ni llevar más ceniza en su frente que la que lleva en las manos,
no necesita demostrar que nació con alacranes en los ojos;
yo escucho desafinar esa canción desde que desapareció a su compañera,
yo conozco su dulce ritual de sangre,
yo sé de la potencia hidráulica de sus mandíbulas.
No se preocupe, señor policía,
yo traigo mis propias bolsas negras
para ahorrarle el gasto
y las molestias.

 

 

Válium

No abras la puerta madre
en esta habitación hay un canto siniestro de fármacos & jeringas
un hombre pronunciando el nombre de la tristeza
un hueso deforme que asemeja la dureza del corazón

Madre detrás de mis ojos están los ojos muertos de mi hermano
detrás de mis manos de mi voz de mi angustia de mi sombra iluminada por las moscas

Madre no abras la puerta
puede ser que las bestias arrullen el alma de tu hijo
que los chacales extingan su cordura sobre mi carne
que mi risa recuerde a una mañana lluviosa en el cementerio

Madre ¿quién está parado al otro lado de mis años?
¿quién se ríe de nosotros & voltea su mirada hacia la tumba?
¿cuántas veces mis lágrimas te han quebrado los ojos
& pulverizado caricias que dejaron los fantasmas de los últimos años?

Qué vergüenza haber nacido muerto qué vergüenza haber nacido
en este oficio eterno de Caín levantando reinos
con este espíritu de Lázaro ignorando la voz de Cristo
con esta geografía de labios sin labios de rostro sin beso
con estas treinta monedas de plata sobre mi lengua

No abras la puerta madre
puede que te encuentres retratada sobre mis ojos
que la primera palabra que escuches
la hayan escrito los escarabajos entre mis dientes

 

 

Krokodil

Hoy comienzo a escribir como quien llora.
Antonio Colinas

Odio el nombre de mi país por no poder salvarme.
William Alfaro

I

Primero dios,
segundo dios,
tercero dios…

Abro mi garganta,
juego con la voz de mis amigos muertos
pronuncio –animal adentro–
el abundante sargazo a las orillas de mi sangre.

Alguien clava su cuchillo:
extraviado espejo de la infancia,
limpia marca del derrumbe.

En mi alma dislocada bajo todos los puentes
los hombres entienden que es inútil encariñarse de los pasos perdidos.

II

Mi país tiene un nombre que no le pertenece
unas piernas rotas para correr tras el amor
del dios: eternayamargamentedormido,
para permanecer en una bolsa plástica,
y desayunar escuchando el concierto de los gusanos,
para volverse olvido en el olvido,
armario del silencio,
cadáver sepultado a veinte metros de casa.

Putrefacta mi sangre buscando la tuya
celebrando mi funeral
antes de que nadie encuentre mi cuerpo,
antes de que todos lloren el tuyo
(tu cuerpo sobre el asfalto,
con toda la rabia del hombre
con todo el amor de dios).

Tierno siempre dios
tierno su abrazo de plomo, su beso de alambre,
su lengua piadosa lamiendo orfandades.

Todo es un regresar a través de los pasos,
mil novecientos ochenta –mil novecientos noventa y dos,
un viaje inconcluso por la espalda de la bestia,
un desierto bífido, un colmillo roto de coyotes en la sangre,
una vigilia inútil de madres esperando escuchar el golpe de la puerta,
un amanecer con ramos de brazos en el jardín,
un hematoma en el ojo derecho, el puño cerrado de tu padre,
los trece segundos en el suelo, las costillas rotas, la boca azul,
la vecina que mandó a su hijo a morir en otro país,
las primeras cuarenta y ocho horas en bartolinas:
los diez miligramos de desomorfina al jalar el gatillo.

 

 

Ruido blanco XII*

Ven a sentarte conmigo, Lidia, a la orilla del río.
Sosegadamente miremos su curso y aprendamos
que la vida pasa, y no tenemos las manos enlazadas.
Ricardo Reis

1

La noche,
la noche entra en mí
para quedarse dormida,
he llegado a la cuenta de los días,
adivino lo que esconden tus ojos y pienso:
tus labios son veinte años lejos de mi corazón.
2

Baila serpiente de amor,
tu cuerpo es una tierra habitada por mi cuerpo.

Voy casi invisible en el recital idéntico del aguacero,
las hojas van cayendo de tus sueños
y se atora el corazón en estas manos.

No somos más que sombras de sombras en un sueño sumergido,
misterios ocultos en la claridad primitiva,
testamento del sexo entre la hierba creciendo.

Alcánzame las pestañas con un beso azul.

Es tu boca el horizonte del mar abierto en mi boca,
tu ombligo,
único ojo de mi corazón ciego
como el asomo de otra mujer
brotando del centro de mi pecho.

Nazco y desaparezco.
No soy el mar, soy la orilla del mar,
soy el espíritu de la contradicción: lo que es prohibido,
déjame beber de tus manos,
canta un gemido que bien sería otra noche, otra ventana;
no importa que río sea
yo quiero poner mi voz en la caricia de tu vientre constelado
por eso busco en tus labios la chispa que mi pólvora desate,
todo desde el barro y la carne
nada desde el cielo y sus resplandores.

El mar es una ciudad difusa
donde siempre es primavera.

*Poema realizado con versos de: Dariela Quinteros, Tania Molina, Krisma Mancía, Manuel Ramos, Heriberto Montano, William Alfaro, Javier Alas, Otoniel Guevara, Omar Chávez, Erick Chávez Salguero, Alfonso Kijadurías, Alfonso Fajardo, Ingrid Umaña, Lya Ayala, Vladimir Amaya, Rebeca Henríquez, Roxana Méndez, Claudia Meyer, Jorge López, Ricardo Lindo, Alberto López Serrano, Francisca Alfaro, Roberto Laínez Díaz. Con cariño para ellos.

Aquí todo el dossier Paisajes: El Salvador.


Josué Andrés Moz, Revista Literariedad*Josué Andrés Moz (San Salvador, 1994). Poeta y gestor cultural. Actual estudiante de la Licenciatura en Letras en la Universidad de El Salvador. Ha publicado poemas en diversas revistas literarias, así como en distintas antologías dentro y fuera de su país. Publicó Carcoma (Editorial La Chifurnia, 2017) y Pesebre (Editorial La Chifurnia, 2018). Miembro de Fundación Metáfora. Miembro del equipo coordinador del Festival Internacional de Poesía Amada Libertad, cofundador de THT y director de los ciclos permanentes de poesía: «Los Heraldos Negros» y «La noche del Albatros». Ha participado en el Festival Internacional de Poesía de Aguacatán (Guatemala, 2018), en el Primer Encuentro Centroamericano de Escritores Edilberto Cardona Bulnes (Honduras, 2018) y participó como ponente en el Primer Congreso Centroamericano de Literatura (USAC, 2019).

 

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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