«No poseo el viento», poemas de Pablo Andrés Villegas

Imagen: Poema de la almohada. Utagawa Kuniyoshi. 

 

Pablo Andrés Villegas* regresa a los cánones más clásicos de la poesía para explorar la profundidad del deseo, ese milagro que se anida en unos pechos, ese secreto que se esconde tras un camisón que insinúa y provoca. Nos alegra presentarles esta selección de poemas inéditos, poemas como noches agitadas que prometen la consumación. 

(Lee aquí completa Eróticas, nuestra edición de septiembre de 2019)

 

 

No poseo el viento

A mi Pegaso Nocturno

No poseo el viento que agita las manos intentando tocar tu vestido. Se me escapan los suspiros que persiguen tu nombre y lo lloran a gritos cuando el silencio se apodera del mundo. Voy llenando de besos el lugar secreto bajo tu vestido. Me retuerzo en silencio secando la humedad que te sobra y me falta. Repito este viaje hasta el medio de ti cada vez que me pides. Y en silencio, cuando nadie lo nota, me miro al espejo buscando tu nombre… yo he ido marcando un camino de caricias y besos por tu cuerpo infinito. Solamente la luna sigilosa me observa.

Esto de andar haciendo caminos se ha vuelto mi pasatiempo favorito y hasta tu piel se ha acostumbrado a la tibieza del roce, a la lengua inquieta, a mis labios húmedos sedientos de sentirte en las noches… ya todo me falta si tú no estás para acariciarte.

…Y voy de tanto en tanto haciendo el amor con tu sombra, con tu aroma, con la palabra que sale de tu boca, también con tu cabello, con la tanga que te quitas, con tus senos desnudos que solo yo poseo, con las estrías de tu vientre hermosas e infinitas— sendero que recorro; y hago el amor con tus pies cansados mientras el agua tibia alivia su dolor, y tu cuello me recibe mientras beso tu frente y me quedo en tu cabello para hacerle el amor a tus divinos ojos; así cuando te espero le hago el amor a tus recuerdos. Tus piernas me permiten el ilimitado placer de un amor que se hace y se deshace ya sea con aceites aromáticos o bien con la suave dulzura de caricias constantes.

Mientras lo permitas te iré haciendo el amor como se hacen los caminos, constante, con pasos sigilosos, unas veces abriendo senderos y otras pisando suavemente. Te haré el amor que nos falta para que gocemos de la eternidad aquí en este ahora, en este para siempre que nos dura un instante. La muerte nos viene como un fogón que consume la hoguera pero que no extingue la necesidad de seguir ardiendo. Déjame quedarme debajo de tu piel, entre tu piel y tu alma y asomarme despacio cada vez que necesite mirar las estrellas a través de tus ojos. Déjame en silencio contemplar el destino, soñar que te tengo, que por fin eres mía, como yo soy tuyo, déjame tenerte ahora que te tengo, poseerte de pronto como a un delicado tesoro que ha saltado del jardín a mi cama; desnuda, como una divinidad, como la Diosa del Encanto, mi Venus Infinita…

Cómo se eriza tu piel cuando repito estas palabras a tu oído, mientras mis manos poseen tu cabello y bajan por tu espalda en busca del refugio que siempre hallo seguro en la redondez de mi lujuria, dos mundos que me atan y desatan como quien juega con un cautivo. El erotismo de tu nombre se cae de mi boca mientras mis manos poseen el universo y tu sonrisa complaciente ahora se queda en el interior de mi pensamiento. En ti hallo el océano en el que siempre naufrago y una pequeña muerte se repite en nuestro cuarto cada vez que desnudos juntamos nuestros cuerpos, cada vez que simplemente hacemos el amor.

 

 

Si tu boca

Si tu boca hacia mi vientre desciende
Ave viajera de alas y de besos
Mi recio pilar fálico se enciende
Y pronto voy soñando los excesos:

Un caudal de lava hirviente se extiende
Y su calor me quema hasta los huesos.
Muy llena de pasión tu boca emprende
Un viaje hacia el jardín de los cerezos…

Sin detener tu marcha que trasciende
Me hacen vibrar tus labios tan traviesos
Y en un vaivén fogoso se distiende

La gracia de muy locos embelesos.
Tu húmeda lengua afable me propende
El goce de placeres inconfesos.

 

 

Sonata lésbica

En la Escena frenética, tendidas
dos doncellas de estética figura,
se entregan a la mágica dulzura
de caricias angélicas, henchidas.

Y en tal ficción idílica rendidas,
presas de tan erótica locura,
perdidas ya en enérgica aventura,
por tal pasión eufórica vencidas.

Se rinden a sus rítmicos gemidos,
-con la gracia de ilógica cordura-
generosas; fantástica hermosura.

Todo se llena de lúbricos quejidos,
se funden sus armónicos sonidos
con un plañir de música y ternura.

 


*Pablo Andrés Villegas Giraldo, Revista LiterariedadPablo Andrés Villegas GiraldoMagister en Filosofía de la Universidad Tecnológica de Pereira, beca Jorge Roa Martínez. Docente e investigador de esta misma universidad. Autor del libro Cautivo del deseo y otros poemas eróticos (Colombia, 2018), firmado bajo el seudónimo Caballero del Aurora. Es también autor de El Escepticismo y la Fe. A propósito de Nicolás Gómez Dávila (Alemania, 2016). Coautor de varios libros de filosofía y antologías de poesía, cuenta con publicaciones en revistas nacionales e internacionales, y un artículo traducido al portugués (O homem e sua inconsistência). Ha sido ponente en diferentes foros y congresos de filosofía tanto nacionales como internacionales. Es conferencista, ensayista, actor de teatro, gestor cultural y escritor de poesía. Es también columnista del periódico mensual El Faro desde el año 2012. Ha recibido distinciones académicas y artísticas por sus trabajos en filosofía, literatura, poesía y teatro.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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