Escuchar a Rosalía en Chicago

Imagen: Rosalía, Pienso en tu mirá (Cap. 3: Celos).

 

Columna de @torresadaline

Muchas veces escribo cuando me siento sola, no necesariamente con la connotación triste de sentirse sola, si no con el mero sentimiento, o mejor, con la compañía de… la soledad. Escribir me llena casi tanto como enamorarme; escribir es la droga del que lleva toda una vida esperando por un amor que muy probablemente no exista.

Ya se acabaron los días cálidos en Chicago (creo.) Ya hay que abrigarse, ponerse medias para estar en la casa, tomar bebidas calientes y mirar las hojas cambiar de color.

Llevo casi dos meses con un disco rayado: el álbum El mal querer, de la cantaora catalana Rosalía. Lo he escuchado de tantas formas y en tantos momentos: por la mañana mientras preparo el café, caminando por el barrio, de camino a la universidad, más tarde mientras lavo los platos, corriendo en la trotadora, mientras me ducho, mientras escribo, hace algunas noches para quedarme dormida en la soledad de una cama que es demasiado grande para una persona. No paro, cada vez que lo escucho encuentro un detalle nuevo que me jala pa’ dentro. Son dos experiencias distintas escucharlo con audífonos y escucharlo sin audífonos. Todavía me falta escucharlo muchas más veces con audífonos porque son tantas las voces que se me pierden si no las coloco dentro de mis orejas.

Vine a Chicago para escribir historia: una historia de la música popular; una historia de las primeras voces urbanas «latinoamericanas» y/o del mundo (lo urbano aquí se refiere a la cualidad de ciudades o urbes, NO al género musical urbano como lo conocemos en el siglo 21); una historia de los cantaores urbanos que de alguna forma u otra definieron lo que es el pop latinoamericano, que es un pop que ha establecido y todavía establece precedentes que el resto de los otros pops emulan en una escala de bien a malamente.

El sábado pasado me fui a un café en la Blackstone con la 61. Sólo llevé mis audífonos, un cuaderno, un bolígrafo y las letras de las canciones de El mal querer. Quería sentarme con la música y las letras de este álbum, que me arropa y me obsesiona, simplemente, a ver qué salía. El café estaba lleno de gente, no había sitio para mí adentro. Por suerte me abrigué muy bien antes de salir de casa. Me senté en un banco que hay afuera, al lado de la entrada. Era una prueba: no sabía cuánto iba a durar antes de que me diera mucho frío. Me puse los audífonos y comenzó a sonar «Malamente», la primera canción del álbum. Coloqué el cuaderno en mi falda y empecé a anotar. Transcribo un fragmento:

«La luz del descansillo». ¿Qué es el descansillo? Será esa luz que entra por las claraboyas o algo así. La calle 61 y Blackstone: estoy en el border. Entre los ricos y pobres. Entre la «cultura» y el «no hay suficiente dinero para la cultura». Sin embargo, hay tanta música «culta» que ha salido de esta pobreza. (Ya voy por «Pienso en tu mirá», que es la tercera canción del álbum, y una de mis favoritas). The quintessential urban song, pienso, que vine a Chicago a escribir una historia de la canción pop y/o urbana. Quizás (es obvio que) por eso me obsesiona la música que hace Rosalía. Me obsesiona la letra de esta canción: «Me da miedo cuando sales sonriendo pa’ la calle», que en Chicago puede significar tantas cosas como: «Cuando sales por la puerta / Pienso que no vuelves nunca / Y si no te agarro fuerte / Siento que será mi culpa». ¡Que solo hay que sentarse a la orilla de la calle pa’ darse cuenta d’esto, home! Que hasta ahora em sembla que aquests intellectuals no salen lo suficiente, no se sientan a mirar la historia de la calle. (Cierro transcripción).

Duré bastante sentada en el banco, o las primeras cinco canciones del álbum. La otra mitad la escuché adentro, calientita, y me dieron tela para otro escrito sobre todo lo que nos está diciendo la música popular contemporánea, desde donde estemos sentados, observando atentamente a los demás, juntando las palmas y separándolas.

En fin, que encara não sé qué tipo de intelectual quiero ser. ¿O sí? La que se sienta a escuchar a Rosalía en una calle del South Side de Chicago. Que ya veo que no me bastarán los libros para escribir historia.

 
Adaline Torres Feliciano

(San Juan, 1994) Colecciono letras de canciones, tweets, fotos borrosas de ciudades, postales, paseos por plazas de mercado, ataques de ansiedad y despedidas. Escribo pa' no llorar.

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