Imagen: Andrés Felipe Rivera
Por: Jhon James Gutiérrez
Porque nosotros, los afroamericanos, tenemos vidas complicadas y difíciles, y relaciones y dinámicas familiares complejas, que no tienen nada que ver con las personas blancas.
Kasi Lemmons
[Sobre el cine] Todas las personas que lo miran, lo estudian y hablan de él —escriben sobre él— son de clase media, por lo que siempre ven las películas sobre la clase trabajadora como sombrías, porque las personas en la película no tienen lo que ellas tienen.
Andrea Arnold
Eve’s Bayou (1997). Trimark Pictures.
El cine me ha enseñado que la máxima de «escribir sobre lo que sabes» es tan trillada como provechosa, aún con las limitaciones inherentes a la creación que parte de los saberes y las experiencias propias. Así mismo, muchos cineastas me han hecho ver que no se necesita saberlo todo y que las películas personales se alimentan más de las dudas que de las verdades. Por ejemplo, un director blanco sudafricano no tiene por qué ser parte de la etnia Xhosa para contar una historia dentro de ella cargada de temas tanto conocidos como desconocidos por él, como es el caso de John Trengove con Inxeba (2017), una de las películas que hemos visto recientemente en el cineclub. Hay una pequeña enseñanza adicional que me han dejado en particular algunas obras realizadas por quienes no obedecen al canon de autor que se ha aclamado históricamente en el cine (hombre blanco cis): si quien narra la historia proviene del mismo mundo habitado por sus personajes, la narrativa cobra valores más grandes de representación y de importancia.
Esto se vuelve especialmente cierto en el género que ha sido centro de atención en el cineclub durante el ciclo Ritos de paso: el coming-of-age, los relatos sobre el paso de la adolescencia a la adultez. Muchas de las películas que se adhieren a este formato se basan en la vida de quien las dirige por razones obvias: crecer duele, sea quien sea y donde sea que se crezca. ¿Cómo, entonces, no remitirse a la vida propia para hablar sobre algo universal? Es allí donde entran en juego estos elementos a la hora de narrar y de los cuales no son ajenas Kasi Lemmons y Andrea Arnold, las directoras de Eve’s Bayou (1997) y Fish Tank (2009), respectivamente.
Lemmons nació en 1961, en San Luis, Misuri, en el seno de una numerosa familia afroamericana y en un lugar que ella denomina un mundo negro: «no conocía el racismo, nadie se la pasaba hablando de eso, no era parte de nuestras vidas. Cada una de las personas que conocía era negra» [1]. Sus padres eran profesionales reconocidos (su madre psicóloga y consejera, su padre profesor de biología) y a sus ocho años, se divorciaron. Terminó viviendo en Massachusetts con su madre y sus dos hermanas, donde, por primera vez, se enfrentó a la experiencia de vivir rodeada de blancos. Según Lemmons, su mamá era una mujer guerrera, una pensadora radical, alguien imposible de parar y el doctorado en Harvard que hizo durante esta época sirve como prueba de ello. En la escuela, al ser la única niña negra, era hostigada a diario así que se refugió en la literatura, donde halló confort (y, más adelante, influencia para sus guiones) en el realismo mágico de Toni Morrison y Gabriel García Márquez [2].
Quienes hayan visto Eve’s Bayou, su debut como directora y guionista, quizás no les esté extrañando que entonces esta película se trate sobre Eve, una niña de 10 años que vive en el sur profundo de los Estados Unidos, en una comunidad exclusivamente negra de criollos de Luisiana, con su respetada familia burguesa compuesta por sus padres, su hermano y hermana. Tampoco puede estarles pareciendo raro que el filme abra con un diálogo de Eve contando cómo «mató» a su padre y que todos los personajes femeninos, heridos profundamente a causa de los hombres, no dejan de resistir y luchar. Mucho menos debería sorprenderles que el género sobre el que trabaja Lemmons pertenezca a la literatura, y que este sea el gótico sureño*, una forma de ficción gótica que se puede intersecar con el realismo mágico.
Mirando hacia otras latitudes, aparece Arnold en el Reino Unido, nacida en el mismo año que Lemmons pero en condiciones totalmente distintas. Creció en Dartford, Kent, en lo que allí se conoce como council estate, es decir, viviendas subsidiadas por el gobierno. Al nacer, su madre apenas tenía 16 años y para cuando tenía 22, ya había dado a luz a otros tres hijos. Arnold creció sin padre, quien por cierto, también era un adolescente, y fue su mamá la que se encargó de criarlos a todos. A diferencia de Lemmons, el escape de sus dificultades del día a día siendo adolescente no vino en forma de literatura, sino de danza, a la que ella llama «uno de los verdaderos placeres de la vida» [3] y «el secreto de todo» [4]. A los 18 ya se había ido de su casa y vivía en Londres, donde pertenecía a un grupo de baile que llegó a aparecer en Top of the Pops, un emblemático programa de televisión británico.
A pesar de que Wasp, su cortometraje ganador del Oscar cuya protagonista es una madre soltera de cuatro hijos, es probablemente su obra con mayores tintes autobiográficos, Fish Tank no se queda atrás. Se desarrolla en un barrio marginal como en el que ella creció; Mia, la protagonista, es una adolescente que vive con su hermana y su madre soltera; Mia, como Arnold, expresa sus sentimientos a través del baile. La directora, incluso, considera natural que, siendo fanática de la danza, terminara haciendo cine: «bailar es algo que solía hacer y cuando trabajas con cámaras y actores, es un poco similar a organizar el movimiento y me recuerda al baile, la coreografía entre actores y cámaras» [5].
En ese acto de escudriñar sus propias vidas a través lo cinematográfico, Lemmons y Arnold mezclan el conocimiento previo (es decir, sus experiencias) con las inquietudes que las rodean tanto a ellas como a sus personajes. Lemmons, por ejemplo, sabe qué significa crecer en un mundo negro, pero no lo que es nacer en una comunidad de criollos como la que retrata en su película, y su curiosidad parte de algo muy personal: su padre, quien sí era de Luisiana, probablemente era un hijo ilegítimo, su apellido quizás cambió de LeMons a Lemmons y, fuese como fuese, su familia siempre fue un misterio para ella. Eve’s Bayou es un intento de resolver ese enigma y, a la vez, plasmar la magia, el glamur, la vestimenta y la forma de hablar del Sur, tal como Lemmons lo recuerda. Arnold, por otro lado, vivió las dificultades de una familia de clase trabajadora, pero es ajena a la personalidad de Mia y de su actitud explosiva y defensiva, y esto no es algo que surge meramente del guion: Katie Jarvis, quien interpreta al personaje, es una actriz natural que fue descubierta en una estación de tren peleando con su novio. De esta manera, aunque toda la película es un aparato de ficción predefinido, una parte cobra vida gracias a Jarvis interpretando una versión ficticia de ella misma, y otra gracias a los elementos autobiográficos de Arnold, así como de su estilo de filmar revelando el guion a los actores poco a poco y dejando que ellos, al igual que la cámara, se muevan libremente, dando espacio a lo imprevisto.
Fish Tank (2009). Curzon Artificial Eye.
Si entonces estas son las maneras en las que se puede narrar combinando lo conocido y lo desconocido, ¿qué hay de ese valor agregado que mencionaba al inicio? ¿Qué tienen en particular las películas de Lemmons y Arnold, y de qué modo su visión las vuelve únicas al ellas ser parte de los lugares en los que se desarrollan sus historias y poseer identidades similares a las de sus protagonistas?
Además de la posibilidad de que una comunidad se vea a sí misma en la pantalla —sobre todo si no existen muchas representaciones de ella en el cine— y de explorar lo que otros cineastas no lograrían, el estatus de insiders** de ambas directoras permite, en primera instancia, una mayor autenticidad de lo que se cuenta, especialmente en los pequeños detalles que, quizás, uno pasa por alto en medio de la ignorancia pero para el conocedor, las creadoras y los demás insiders, lo son todo.
Lemmons cuenta que venía de una familia donde sus tías tenían visiones, como Mozelle, la tía de Eve en la película. Esto hizo parte de su niñez y, de algún modo, ayudó a que viera la vida como si tuviera un pie en el mundo real y otro en uno menos tangible [6]. Por este motivo, Eve’s Bayou aborda la espiritualidad de los afroamericanos y el vudú con seriedad, este último posible de ver personificado por Mozelle. La contracara de este personaje es Elzora, la bruja del pueblo que parece pura fanfarronería y que, realmente, practica hoodoo [7], una forma de magia popular usualmente confundida con el vudú. Lemmons demuestra un profundo respeto por las tradiciones de Luisiana al hacer esa pequeña distinción y, al mismo tiempo, subvierte las expectativas de quienes vemos la película sin tener idea de lo amplia que puede ser esta religión. Hasta se toma la molestia de desmitificar lo que más se suele asociar al vudú: los muñecos llenos de agujas. En una escena, Eve le pide a Elzora que realice un hechizo mortal y espera recibir un muñeco para que tenga efecto, a lo que Elzora le responde que no le hizo uno. De hecho, ni en el hoodoo ni en el vudú de Luisiana se utilizan muñecos con fines malévolos; son usados para curaciones o para comunicarse con seres queridos que han fallecido [8].
Arnold emprende una tarea similar, aunque enfocada en los barrios marginales. Si hay algo que ella odia en las entrevistas, es que describan sus locaciones como «sombrías» porque ese no es el retrato que ella plantea de Essex en Fish Tank. Aún peor cuando los críticos se refieren a su cine con ese mismo adjetivo. Quien, como ella, haya vivido en un barrio de estrato bajo, conoce de primera mano las presunciones que se proliferan sobre estos: «son muy peligrosos», «hay pandillas», «venden y consumen drogas», etc. Las ocasionales representaciones unidimensionales de estas zonas en distintos medios (ficción y no-ficción) y la criminalización de la pobreza no han ayudado mucho a borrar ese estigma. Y acá está Arnold confrontando creencias como esas y documentando un espacio al que ella perteneció, uno al que su actriz principal sigue perteneciendo y uno del que ella comenta que tiene esta mezcla de algo brutal y melancólico con cielos enormes y la naturaleza reclamando parte del territorio, y por ello no puede verlo como sombrío [9]. Al menos eso desde una perspectiva estética, pero hay mucho más. No ve la marginalidad como amenazante, sino que, por el contrario, ve a estas comunidades más conectadas con el mundo real que algunos sectores de la clase media [10], y es en esa conexión donde ella pone a funcionar sus recursos estilísticos (cámara en mano, planos abiertos, luz natural) para elaborar un paralelo entre el contexto y la protagonista: así como el barrio se encuentra aislado y abandonado por el estado y la sociedad, Mia vive el abandono de su familia y amigos mientras trata de hallar quién es ella en este ambiente donde las oportunidades no abundan. Vemos un edificio solitario con la puesta de sol de fondo del mismo modo en que vemos a Mia en una habitación azul desierta.
Esto, claro está, considero que es una consecuencia de lo que reina en el acercamiento de Lemmons y Arnold al cine: la consciencia sobre sus identidades, la cual posibilita la sensibilidad y la empatía con la que ven a sus personajes. En Eve’s Bayou no hay uno solo que se escape de la complejidad con la que la directora los aborda a todos, incluyendo aquellos que fácilmente podrían ser antagonizados, como el padre de Eve, quien, a pesar de ser un mujeriego desvergonzado, es alguien digno del amor más profundo de ella, así como del odio más explosivo; o Elzora, que tras su muestra sensacionalista de hoodoo termina revelándonos que esa es tan solo su forma de ganarse la vida y, al igual que el resto de habitantes del bayou, es una persona espiritual que también practica vudú. En Fish Tank, la pobreza no es explotada, ni romantizada ni menospreciada. Arnold pone la cámara a rodar, observa y no dice nada más, tratando de presentar la realidad con la menor cantidad posible de filtros. Se niega a interpretar sus películas, y los temas que existen en ellas lucen más bien periféricos, porque es el drama de quienes las protagonizan lo que está en primer plano [11]. Debido a esta forma de narrar es que Mia, una mujer marginada, volátil y de clase baja, y Connor (el novio de su madre), un hombre mentiroso, egoísta y de clase media, pueden existir sin ser juzgados.
Ambas directoras revelan las contradicciones que permean la experiencia humana, una, con su estilizada narrativa y, la otra, con su aparente ausencia de estilo. El hecho de que, además, cuenten estos dramas donde sus propias identidades tienen un papel central, me hace pensar en qué hubiera sido de estos si cualquier otra persona los contase. Por ejemplo, no es difícil imaginar a Mozelle, uno de los personajes más complejos y cautivadores de Eve’s Bayou, siendo reducido a una mera magical negro*** en caso de que la película fuese dirigida por cualquier hombre blanco del Hollywood de los noventa. O que Fish Tank se terminara convirtiendo en uno de esos condescendientes romances de hombre rico/mujer pobre si estuviera en las manos equivocadas. Ni decir de cómo otros mirarían los barrios populares, porque incluso aquellos que dejaron el legado del drama social realista británico sobre el que trabaja Arnold —como Ken Loach y Alan Clarke— no buscaban que su cine se apartara de ser catalogado como sombrío, adjetivo por el que ella siente aversión.
De hecho, no es necesario crear situaciones hipotéticas. Escucharlas denota justamente que estas historias necesitaban ser contadas por ellas. Lemmons recuerda cómo durante las reuniones en las que buscaba financiamiento, le sugerían agregar un personaje blanco, o, por qué no, un racista en el pueblo; o cómo en una proyección un hombre blanco se le acercó a corregirla diciéndole que así no se vestían los negros en los 60, a lo que respondió contando que uno de los vestidos de la escena inicial le pertenecía, en realidad, a la mamá del productor de línea (quien también era negro) [12]. Arnold, por su parte, lleva su propia lucha con la clase media a la que ahora pertenece y se distancia de identificarse con ella, porque considera que es en esta donde existe la industria del cine, la misma que continúa viendo sus obras como sombrías por asuntos de privilegio. Cansada de que en Cannes le continúen preguntando sobre viviendas subsidiadas sombrías, insiste en que ella ve estos lugares desde una perspectiva muy distinta a la del resto de la enajenada clase media [13].
Para Lemmons, es contar parte de su niñez, educar al mundo sobre una cultura que muchos desconocen y hablar de los afroamericanos no como oprimidos, sino como seres humanos complejos con los mismos problemas que los demás; para Arnold, es mostrar su adolescencia (y la de su actriz natural), retratar los barrios marginales desde un punto de vista humano y observar la vida de la clase trabajadora sin un ápice de moralismo. Eve’s Bayou y Fish Tank ejemplifican por qué necesitamos que los insiders a lo largo y ancho del mundo no paren de narrarse a sí mismos: no es sólo una cuestión de verse en la pantalla, es también de desafiar los pensamientos y las narrativas hegemónicas, ofreciendo nuevas miradas de lugares, comunidades y personas a las que no se les había hecho justicia en el cine.
Notas
* El gótico sureño es un género literario que se caracteriza por ser ambientado en el sur de los Estados Unidos y tener personajes excéntricos, situaciones grotescas, eventos siniestros y uso de lo sobrenatural. Aquí un artículo donde encuentran las relaciones de Eve’s Bayou con el género.
** Individuos que pertenecen a un círculo limitado de personas que comprenden los hechos reales de una situación o comparten conocimientos privados. Tomado de Dictionary.com.
*** Un magical negro es un personaje racializado que aparece en la vida del personaje central (usualmente blanco), posee alguna profunda sabiduría espiritual (inclusive poderes, en ocasiones), existe solamente para ayudarle al protagonista a alcanzar sus metas y, cuando lo logra, desaparece o es asesinado.
Referencias
1. Lemmons, Kasi. Eve’s Bayou with Kasi Lemmons, Q&A moderado por Cameron Bailey. 26 de agosto de 2019. Festival Internacional de Cine de Toronto.
2. Lemmons, Kasi. An interview with Kasi Lemmons, Maori Karmael Holmes. 2 de diciembre de 2019. The Believer.
3. Arnold, Andrea. Andrea Arnold, Fish Tank, Damon Smith. 13 de enero de 2010. Filmmaker Magazine.
4. Elmhirst, Sophie. «Andrea Arnold’s Immersive Cinema». 8 de octubre de 2016. The New Yorker.
5. Ídem 3.
6. Lemmons, Kasi. Interview: Kasi Lemmons, Jake Mulligan. 20 de marzo de 2020. DigBoston.
7. Martin, Kameelah L. «Hoodoo Ladies and High Conjurers: New Directions for an Old Archetype». Marsh-Lockett, Carol P. Literary Expressions of African Spirituality. Lexington, 2013. 119-144.
8. Beyer, Catherine. «Are Voodoo Dolls Real?». 25 de Enero de 2019. Learn Religions.
9. Ídem 3.
10. Hanson, Lance. «Edgelands Aesthetics: Exploring the Liminal in Andrea Arnold’s Fishtank». Writing Visual Culture (2015): 1-19.
11. Ídem 4.
12. Ídem 1.
13. Ídem 10.