Foto: Daniela GP
En nuestra edición de julio, Diarios, les presentamos una selección de apuntes de los Diarios de Fernando Pessoa, fragmentado como siempre pero esta vez en su heteronimia más íntima. Un pasillo que va de lo publicado a lo privado, lejos de pronto de la intención comunicativa. Escritos dispersos y múltiples como su propia alma ‘frágil, mezclada y absurda’. Selección de Angélica Rodríguez Vargas, de nuestro Comité Editorial.
Diarios de Fernando Pessoa [1]
Con intervenciones de tres manos invisibles: Charles-Robert Anon, Alexander Search o Fray Mauricio, heterónimos poco notorios
1906
24 de marzo
Clases: historia. Monótono, aunque Ramos es muy divertido. Me senté entre dos miembros de la aristocracia; diagnóstico: degeneración (inferior). Fui andando a la Biblioteca con más gente convencional (de clase baja —como dicen ellos— esta vez); también son vulgares, pero no aristocráticos. En la Biblioteca, Weber, Historia de la filosofía europea, escuela jónica. Tales, Anaximandro y Anaxímenes. Un libro muy bien escrito, tomé notas. La teoría de Tales es estrictamente primitiva, la de Anaximandro, mucho más profunda y más cierta, la de Anaxímenes, una materialización, bastante espontánea para una mente primitiva, de la de su maestro. Por la noche en Coliseo, era la velada de Antonet y Walter. Estupendo, me reí mucho. Estuve hablando con alguien a quien creía al margen de la convención y lo descubrí tan esclavizado como cualquier esclavo. Ya no tengo esperanza de encontrar una amistad aquí, debo mudarme tan pronto como sea posible.
27 de marzo
Clases: geografía e inglés. Un día monótono como casi todos. Leí la Historia de la Filosofía de Hegel; estuve estudiando las escuelas jónica y eleática. Tengo que ver otras historias, comparar y tomar notas. Bajé al centro por la noche, nada nuevo. Tengo que leer más poesía para neutralizar el efecto de la perfecta filosofía. No hice nada.
28 de marzo
Falté a clase, y faltaré también mañana: hay una prueba escrita de geografía y no sé absolutamente nada del tema. Odio todo trabajo impuesto. Biblioteca Nacional, sigo leyendo la Historia de Weber, todavía estoy con la escuela eleática. Viaje a Inglaterra en proyecto. No tengo dinero, debo conseguirlo. Tengo que operarme antes: circuncisión. No tiene sentido ir al extranjero con semejante desgracia. Continué La puerta, ¿Cómo conseguiré que me pasen mis cosas a máquina? Debo pensarlo bien.
12 de abril
Visité a Cochado Torres, que está escribiendo su novelita. Continué La puerta. He decidido escribir, antes de Sub Umbra, un libro de poemas en inglés atacando la religión, etcétera; dado que los poemas de combate que he escrito son, me parece, inadecuados para su publicación con la poesía lírica en el volumen de Sub Umbra, Debo continuar Revuelta.
Ideé y empecé a escribir una obra en inglés contra la pena de muerte, y quizá contra la prisión. Tengo que leer obras sobre el libre albedrío para atacar la pena de muerte.
Leí un poco de Rousseau {Desigualdad) y empecé Guerra Junqueiro {La vejez del Padre Eterno).
14 de mayo
Clases: filología. Estuve andando por ahí. Perdido en mis obsesiones. Por la noche estuve desde las seis y media hasta las once en Sardoeiro trabajando para las clases, o mejor dicho, fingiendo trabajar.
3 de junio
(…) Vi a los pequeños…
El odio a las instituciones, a las convenciones, incendió mi alma con su fuego. El odio a los padres y a los reyes creció en mí como un torrente desbordante. Yo era un cristiano ardiente, fervoroso, sincero; mi naturaleza sensible, emotiva, pedía fuego para su hambre, alimento para su fuego. Pero cuando miré a aquellos hombres y mujeres, dolientes y débiles, me di cuenta de que no merecían la prolongación de su infierno. ¿Qué mayor infierno que esta vida? ¿Qué maldición más dura que esta vida? «La voluntad libre», me dije a mí mismo, «es otra convención y otra falsedad que los hombres han inventado para poder castigar y torturar bajo el amparo de la palabra justicia, que es un nombre que oculta la palabra crimen. No juzguéis, dice la Biblia, la Biblia: no juzguéis y no seréis juzgados». Mientras era cristiano creía que los hombres eran responsables del mal que hacían; odiaba a los tiranos, maldecía a los reyes y al clero. Cuando me libré de la inmoral, de la falsa influencia de la filosofía de Cristo, odié la tiranía, la monarquía, el sacerdocio: el mal en sí mismo. De los reyes y del clero tuve lástima, porque ellos mismos son hombres.
(…) Percibí dentro de mí un distanciamiento gradual y terrible entre el mundo y yo mismo; la diferencia entre los demás hombres y yo era mayor que nunca. El afecto familiar —de mi familia hacia mí— tomó un aspecto frío, una apariencia dolorosa, frente a la calidez de mi afecto hacia la humanidad. El asco hacia la vida invadió mi alma; me volví hostil a las opiniones de los otros, a pesar de que siempre seguí amando la humanidad. Cada día que pasaba hacía evidente el crecimiento del horrible vacío. Yo era un genio, comprendía la verdad, y, comprendiendo esto, comprendí también que siendo un genio, era un loco.
Un hombre necesita tres cosas para triunfar, según el doctor Reich: geografía, historia y religión. Sustituiré «religión» por «fe», entendiendo por ésta «sinceridad». Pero si a lo que se refería el doctor Reich es a triunfar en el mundo, entonces debo decir que hacen falta tres cosas: carencia de conciencia, de escrúpulos; brutalidad; interés. Se siguen uno a otro tan fácilmente, están tan lógicamente unidos, que podemos describirlos a todos con una sola palabra: criminalidad, o tendencia a esta.
Charles-Robert Anón[2]
1907
2 de octubre
Pacto vital de Alexander Search
Pacto ofrecido por Alexander Search, del Infierno, sito en Ningún Lugar, a Jacob Satán, Dominador, pero no Rey, de ese espacio:
- Nunca caerás ni te desviarás del objetivo de hacer el bien a la humanidad.
- Nunca escribirás nada que, por sensual o por otros motivos perversos, pueda ser dañino o causar mal a aquellos que lo lean.
- Nunca olvidarás, cuando ataques la religión en nombre de la verdad, que la religión difícilmente puede ser sustituida, y que los desgraciados hombres sollozan en la oscuridad.
- Nunca olvidarás el sufrimiento de los hombres ni su desgracia.
Satán -Su sello-
Alexander Search [3]
Un día de noviembre
Mis pensamientos toman a veces una orientación que me lleva a sentir que estoy loco. Lo que estas ideas significan en su profundidad, no lo sé, ni me atrevo a intentar descubrirlo. La simple idea de analizarlos me asusta: tal es su naturaleza. Vértigo intelectual…
El cínico no es más que un pesimista alegre. No hay más que decir de él.
¡Qué divertida fue la cena de ayer! ¡Qué contentos estaban mis tíos y tías, mis primos, y qué alegre era todo! Todo era ingenio, encanto, cercanía. Pobre Fray Mauricio, estabas allí y todo era frío, frío, frío. Pobre Fray Mauricio. Fray Mauricio está loco. Que nadie se ría de Fray Mauricio.
Que nadie se ría de nadie, que nadie se burle de nadie, ni siquiera interiormente. La vida humana es demasiado seria y demasiado triste para la risa.
Reíd con los niños de las cosas simples que les hacen reír. Pero que nadie se ría de nada más.
Tengo pensamientos que, si pudiera encarnarlos y darles vida, darían un nuevo brillo a las estrellas, una nueva belleza al mundo y un amor más grande al corazón del hombre.
¿Por qué soy tan infeliz? Porque soy lo que no debería ser. Porque la mitad de mí es lo opuesto de la otra mitad, y el triunfo de una es la derrota de la otra, y la derrota es sufrimiento: mi sufrimiento, siempre.
Una parte de mí es grande y noble, la otra es pequeña y vil. Las dos son parte de mí. Cuando mi parte grandiosa triunfa, yo sufro porque la otra parte —que también es verdaderamente yo, que no he conseguido sacar de mí— siente dolor. Cuando la parte innoble de mí mismo triunfa, la noble sufre y se lamenta.
Lágrimas nobles o innobles, siguen siendo lágrimas.
Cuando oigo hablar del aumento del vicio, de la lujuria, de la depravación, me lleno de un dolor inefable, de una rabia profunda. ¿Por qué esta rebelión? Porque no todo en mí es rabia, solo una parte —la de la grandeza, verdaderamente, la noble, verdaderamente. Pero la otra parte de mí, aunque escondida, está exultante. Por eso es mi rabia tan grande: es la rabia de la guerra y de la guerra civil, todo en uno. Sufro porque no soy verdaderamente bueno.
Me consumo profundamente por un amor infinito a la humanidad, por un firme deseo de hacer el bien, de defender a los débiles, de hacer milagros.
A menudo, cuando me siento tan débil de voluntad, tan indeciso en mis propósitos, me digo: voy a abandonar todas estas ideas de altruismo; tal vez así no disfrute la vida, pero al menos no me preocuparé por nada, lo abandonaré todo.
Pero no puedo, afortunadamente, no puedo.
Hay más bien que mal en mí.
¿Son estos mis pensamientos? ¿Cuáles serán mis acciones en el futuro? ¡Horror, horror, horror! La duda.
Sé que nunca prostituiré con vicio o lujuria el talento que tengo. Sé que nunca defenderé falsedades. Pero, los actos de mi vida, los privados, aquellos que son íntimos, ¿serán buenos y puros? ¿Qué me guarda el futuro? ¿El futuro de qué pérdida o de qué triunfo soy yo?
Fray Mauricio[4]
1913
27 de febrero
De día, nada que hacer en los despachos de Lavado y de Mayer. Estuve en la Brasileira con Gaio, que me describió dos piezas suyas. El mismo tema, tratado de forma distinta. Más tarde fui a la redacción de TeatrOy Boavida me presentó a Vitoriano Braga. Un poco incómodo por el ambiente, porque estaba allí una mujer, aunque discretamente sentada en el sofá junto a R. Santos. Creo que no dejé ver mi incomodidad. Por la noche, estuve hablando con Corado y Anahory, seria y largamente, sobre el escepticismo y la fe: todo porque Anahory había sabido por mí mismo (supongo) que era descendiente de cristianos nuevos, y porque dije que tengo algunas cosas semíticas —la nariz, un poco; mucho más, la tendencia a tomarme todo en serio. Vuelta a casa con Corado. Cuando llegué debían ser las doce y media, como mucho. Tuve, durante el día, varias ideas de paradojas, aunque ni fueron muchas ni fueron extraordinarias.
21 de marzo
Como he estado varios días sin mirar este diario, no me acuerdo de lo que hice el viernes, solo de que no fui a los despachos de los Lavados, solo al de Mayen Estuve mucho tiempo hablando con Rui Coelho, entusiasmado al oírle describir su obra, ahora patriótica.
23 de marzo
Todo el día en la Baixa, desde las dos hasta las once y media de la noche. En el despacho de Lavado de día; fui allí a las diez de la noche y ya no estaba. Durante el día, de cinco a ocho aproximadamente, escribiendo unas siete u ocho estrofas del Epithalamium (en inglés). Después en la Brasileira, con Joáo Correia de Oliveira. Finalmente, al volver a la Brasileira, fui a hablar otra vez con Joáo Correia de Oliveira a su casa. Conversamos hasta las once y media. Iba allí para pedirle quinientos reales, pero no me atreví, viendo que él se tomó la visita, desde el primer momento, como un gesto de cortesía.
Cené en el restaurante Pessoa.
Cuando volví de cenar me encontré con Rebelo, para quien quería escribir, hace ya tiempo, una disertación. No la necesita hasta pasado mañana. Por la mañana recibí una nota de Alvaro Pinto.
Me encuentro muy débil y mareado, aunque poéticamente excitado.
25 de marzo
(Han pasado varios días sin que le preste atención a este diario). De este día no me acuerdo.
27 de marzo
Salí de casa pronto. Almorcé en el restaurante Pessoa gracias a un préstamo de Joáo Correia de Oliveira. Después fui a encontrarme con Garcia Pulido en la Brasileira del Rossio. Debido a la llegada de algunos individuos propietarios, la conversación, pasando por la ley de contribución urbana, acabó siendo absolutamente depresiva. Después, saliendo de allí con Pulido, estuvimos dándonos fuerza, dolorosamente, para la lucha. Despacho de Lavado, dos cartas. Después en la Brasileira con Torres Abreu. Vine al despacho de Mayer y me quedé, mientras caía una lluvia tremenda, hasta las siete y media. Escribí a la tía Lisbela para Natal (poniendo fecha del 25). Fui a la imprenta a intentar conseguir una pieza para la máquina. Salí de allí a las ocho y cuarto. Solo estaban Boavida y su grupo. Por la noche, en casa. Dormí de un tirón desde las diez hasta el día siguiente, pero fue un descanso triste, lleno de sueños, físicamente doloroso.
3 de mayo
Recibí una nota de Alvaro Pinto con fecha del 30 de abril. Fui a las nueve al escritorio de Lavado; estuve allí hasta mediodía. Escribí unas seis o siete cartas. A casa a comer. A la Baixa, al despacho de Mayen. Acabé la carta a Sá-Carneiro, la carta a Natal, y escribí notas insignificantes.
Notas
(…) Actué siempre hacia dentro… Nunca he tocado la vida… Siempre que yo esbozaba un gesto, acababa en un sueño, heroicamente,… Una espada pesa más que la idea de una espada… Dirigí grandes ejércitos, vencí grandes batallas, disfruté grandes derrotas; todo dentro de mí. Disfrutaba paseando solo por las alamedas y por los largos pasillos, dando órdenes a los árboles y a los retratos de la pared… Por el largo pasillo que hay en el palacio he paseado muchas veces con mi prometida… Nunca tuve una prometida real… nunca supe cómo se ama… Solo supe cómo se sueña amar… Si me gustaba ponerme anillos de mujer en mis dedos es porque a veces me gustaba tomar mis manos de joven por las manos de una princesa, y pensar que yo era, al menos en ese gesto de mis manos, la persona a la que amaba… Un día acabaron por encontrarme vestido de reina… y es que estaba imaginando que era mi regia esposa… Me gustaba ver mi rostro reflejado porque podía imaginar que era el rostro de otra persona; porque tenía rasgos femeninos, y es que era de mi amada el rostro del reflejo… ¡Cuántas veces mi boca rozó mi boca en un espejo! Cuántas veces aparté una de mis manos con la otra, y cuántas adoré mis cabellos con mi mano enajenada para que pareciera suya al tocarme. No soy yo el que te está diciendo esto… es el resto de mí quien está hablando.
(…)¡Sufriré para siempre el Infierno de ser Yo, la Limitación Absoluta, el Ser-Expulsión del Universo lejano! Seguiré sin ser ni Dios, ni hombre ni mundo, un simple vacío-persona, infinito consciente de Nada, terror sin nombre, exiliado del misterio en sí mismo, de la propia vida. Habitaré eternamente el desierto muerto de mí mismo, error abstracto de la creación que me dejó atrás. Arderá en mí, eterna, inútilmente, el ansia estéril del regreso al ser.
No podré sentir porque no tendré materia con la que sentir; no podré sentir alegría ni odio ni horror, porque no tendré la facultad para hacerlo, conciencia abstracta en el infierno de estar vacío. ¡No-Contenido Absoluto, Asfixia absoluta y eterna! Vacío de Dios, sin universo.
(…) ¡En el aire, en el espacio, en lo que está más allá, mi ser faltaba!
No sé quién soy, qué alma tengo.
Cuando hablo con sinceridad, no sé, con sinceridad, de qué hablo. Soy distintamente otro diferente de ese yo que no sé si existe.
Siento que no tengo creencias. Me arrebatan ansias que rechazo. Mi perpetua atención a mí mismo me muestra continuamente traiciones de espíritu a un carácter que tal vez no tenga, y que ese espíritu no cree que tenga.
Me siento múltiple.
Soy como un cuarto con innúmeros espejos fantásticos que deforma, convirtiendo en reflexiones falsas, una realidad que no está en nadie y está en todos.
Al igual que el panteísta se siente onda, astro y flor, yo me siento varios seres. Siento que vivo vidas ajenas, en mí, incompletamente, como si mi ser participase de todos los hombres, incompletamente, individualizado en una suma de no-yoes que se sintetizan en un yo simulado.
1915
10 de noviembre
Día desperdiciado; no hice nada de lo que se supone que iba a hacer. Pero no desagradable. Acabé en el hotel de la tía Lisbela y después en la Brasileira.
11 de noviembre
Un día no demasiado agradable ni desagradable, aunque poco provechoso.
12 de noviembre
Día sin carácter, más desagradable que otra cosa. Hice una cosa estúpida e impulsiva al comprar un libro que me dejó casi sin dinero. Fui al despacho de Franco para preparar una única carta…
13 de noviembre
También sin carácter, más agradable que desagradable.
1916
13 de junio
Y así he llegado a mi vigésimo octavo cumpleaños sin haber hecho nada en la vida: nada en la vida, nada en las letras o en mi propia individualidad. Hasta el día de hoy, he probado el fracaso hasta sus últimas consecuencias. Ah, ¿hasta cuándo tendré que seguir probándolo?
Cuanto más examino mi consciencia, menos me perdono a mí mismo por la nulidad de mi vida.
¿Qué cosa horrible me ha retrasado de este modo?
Mi lectura deficiente, mi carencia de espíritu práctico.
Por mí, mi espíritu es la superficie de mi dedicación. Mi espíritu vive constantemente en el estudio y el cuidado de la Verdad, con la intención de dejar, cuando abandone el nexo que me une a este mundo, una obra que sirva para el progreso y el bien de la Humanidad. Reconozco que el sentido intelectual que ese Servicio a la Humanidad adquiere en mí, en virtud de mi temperamento, me aleja, muchas veces, de las pequeñas manifestaciones que, en general, demuestran el espíritu humanitario. Los actos de caridad, la dedicación que llamamos cotidiana, son cosas que raras veces aparecen en mí, aunque no hay nada en mí que represente la negación de estas cosas.
En todo caso reconozco, para hacerme justicia a mí mismo, que no soy más egoísta que la mayoría de los individuos, y mucho menos que la mayoría de mis colegas en el arte y la literatura. Parezco egoísta a ojos de aquellos que, con un egoísmo absorbente, exigen la dedicación de los demás como un tributo.
A veces, en sueños dispersos que surgen de los rincones del pensamiento y de la emoción, tengo visiones de amor. Una vez me encuentro desenredando el nudo de una pasión correspondida por una tuberculosa de genio que había escrito su obra inmortal con la esperanza de no sé qué, siempre sentada a la ventana de una casa encalada. Otras veces es la marquesa, que vive en la finca alta, la que, al saber que yo vivía cerca del lugar donde nunca había de estar, me atrae hacia ella sin quererlo; nuestro amor se desarrolla sin historia, y hay una gran conclusión. Otras veces hasta el romanticismo deja las tuberculosas y las marquesas, y hay una gran sencillez en los deseos soñados: ella ha sido encontrada en la vida como una flor entre hierbas altas, la cogí para mi altar limpio y hermoso, nuestra vida, por lo menos en lo que persiste el sueño, duerme en paz entre sinceridades, y todo es caricia.
Ah, qué enredos complicados en cubiertas de barcos, en islas distantes, en hoteles universales, en viajes pasajeros, que no llegan a seducir mi emoción, como vestidos expuestos.
Pero, súbitamente, y con un regreso de la pesadilla asombrosa, despierto de mi romanticismo sexual, y me avergüenzo ante mí mismo por hacer, con mis pensamientos internos, las mismas cosas que hacen todos los hombres. Y tengo, como insignia de hidalguía fracasada, la ridícula ventaja en contra. Sí, a veces sueño de esta forma. Sí, a veces soy costurera masculina, y tengo príncipes, que son princesas, y muchas veces son otra cosa, en la imaginación inevitable.
Y entonces, despierto de todo esto, río, casi en alto, de verme así, como si me viese desnudo bajo mi desnudez, como si me reconociera esqueleto del alma, y una alegría puntiaguda danza en mis devaneos. ¡Qué tristeza!
1918
Un día de diciembre
Cuadro bibliográfico de Fernando Pessoa
(…) Los escritos de Fernando Pessoa pertenecen a dos categorías que podemos llamar ortónimas y heterónimas. No se puede decir que sean autónimas o pseudónimas, porque ciertamente no lo son. La obra pseúdonima es del autor en persona, con la salvedad del nombre con el que la firma; las heterónimas son del autor fuera de su persona, de una individualidad completa fabricada por él, como lo serían las afirmaciones de cualquier personaje de cualquier drama que escribiera.
Las obras heterónimas de Fernando Pessoa están escritas por, hasta ahora, tres nombres de persona; Alberto Caeiro, Ricardo Reis, Álvaro de Campos. Estas individualidades deben ser consideradas como algo distinto de la de su autor. Cada una de ellas forma una especie de drama, y todas ellas juntas forman otro drama. Alberto Caeiro, a quien se tiene por nacido en 1889 y muerto en 1915, escribió poemas con una única y determinada orientación. Tuvo por discípulos —originarios, como tales, de distintos aspectos de esa orientación— a otros dos: Ricardo Reis, a quien se da por nacido en 1887, y que aisló en esa obra, estilizándolo, el aspecto intelectual y pagano; Álvaro de Campos, nacido en 1890, que aisló el aspecto que podríamos llamar emotivo, al que llamó «sensacionista», y que —uniéndolo a distintas influencias, entre las que destaca, aunque siempre por debajo de la de Caeiro, la de Walt Whitman— escribió diversas composiciones, en general de índole escandalosa e irritante, sobre todo para Fernando Pessoa, que, en cualquier caso, no tiene más remedio que hacerlas y publicarlas, por mucho que no esté de acuerdo con ellas. Las obras de estos tres poetas forman, como ya se ha dicho, un conjunto dramático; y la interactuación intelectual de sus personalidades está debidamente estudiada, como también lo están sus propias relaciones personales. Todo esto figurará en sus biografías, aún por hacer, que irán acompañadas, cuando se publiquen, de horóscopos y, tal vez, de fotografías. Es un drama en personas, en lugar de en actos.
(Que estas tres individualidades sean más o menos reales que el propio Fernando Pessoa es un problema metafísico que este, carente del secreto de los Dioses, y, en consecuencia, ignorando qué es la realidad, nunca podrá resolver).
1929
Podría haberlo definido, con igual precisión, si lo hiciera con términos opuestos: alma frágil, mezclada y absurda, incapaz de querer, y, por saber esto, incapaz de no desear querer, y al saber también esto, consumida por mil deseos no solo imposibles sino contradictorios, conocedora desde su propia formación de que estos deseos son contradictorios e imposibles; analizándose mil veces, hasta la abstracción, y encontrando en sí misma mil sutilezas de la sutileza que recubre con ficciones del mismo análisis nacido de la capacidad de analizar; pensando con precisión lo que piensa imprecisamente; sintiendo bajo la marca de lo visual, pero registrándolo con la seducción de lo auditivo; desenfocada por las grandes heridas pero lúcida en ellas; tonta en los pequeños insultos a su manera de sentir; con miedo de todo excepto de solo sentirlo todo; feliz con un rayo de sol que da en otra parte, solo por verlo, infeliz por saber cómo ve, ociosa por tedio, lánguida por error, banal por aceptación.
[1] Traducción de Juan José Álvarez Galán.
[2] Charles-Robert Anón es uno de los heterónimos de Pessoa.
[3] Alexander Search es uno de los heterónimos de Pessoa
[4] Fray Mauricio es uno de los heterónimos de Pessoa.
* Fernando Pessoa (Lisboa, 1888 – 1935) es uno de los poetas más grandes de todos los tiempos, sino el más grande.