Fotos: @saragapi
Mina Lorena Navarro (*) recoge en su libro «Hacer común contra la fragmentación de la ciudad, experiencias de autonomía urbana» (2016) una serie de casos que dan esperanza sobre la construcción de horizontes emancipatorios en las ciudades. En nuestra edición de setiembre presentamos el caso de La Tribu.
La Tribu: Si vamos a tomar tierra, vamos a hacernos tribu
Érase una vez un basurero social, un lugar triste y solitario, lleno piedras y piedrosos. Unos lúmpens, jóvenes, se aventuraron, sintieron el llamado de la tierra, la necesidad de construir la autonomía en la alimentación, y la tierra respondió.
Historia del terreno, La Tribu
Fue a principios del 2013, habían pasado varias cosas, todo lo del 1 de diciembre en general nos pegó bastante, hubieron conocidos que metieron a la cárcel y un amigo nuestro que también es de La Tribu, estaba en una organización militante y salió súper decepcionado y peleado. Él es un chavo con mucha energía y no sabía a dónde dirigirla, entonces estaba buscando qué hacer y en esos días íbamos caminando de la escuela al metro entonces hubo varias veces en que ya de noche, veníamos platicando varias cosas, intenseando, y en una de esas charlas intensas pues salió la onda de que más bien la cosa sería recuperar espacios; entonces dijimos: ¿pero qué espacio? y dijimos: «pues ése». Y ese espacio era el terreno en el que estamos ahorita y pues cuando dijimos «ese», dijimos: «sí, perfecto», está bien chido porque nunca habíamos sido conscientes de ese lugar y es un lugar por el que habíamos pasado años, años y sin darnos cuenta de él (Entrevista La Tribu, 2015).
De aproximadamente 5000 metros cuadrados, ese espacio se encuentra en las inmediaciones de la base de los camiones Pumabús de Ciudad Universitaria y la estación Universidad de la línea 3 del Sistema Colectivo Metro en la colonia Pedregal de Santo Domingo, al sur de la Ciudad de México. Podríamos decir que desde la lógica de la propiedad como una forma de apropiación del capital regulada por el derecho moderno, se trata de lo que coloquialmente se denomina un «terreno baldío», un pedazo de tierra que a simple vista no sabríamos decir de quién es y cuyo uso está relacionado con varios fines, bajo niveles mínimos o nulos de regulación social. Había servido como basurero e incluso refugio de indigentes y espacio de «picadero». «Antes de que llegáramos sólo era un lugar de perdición» (Entrevista a La Tribu, 2015).
Como ellos mismos mencionan, se trata de
un espacio residual, un espacio que no tiene una función respecto a los lugares que lo rodean, estamos rodeados de una institución educativa y otra institución que es el metro, ¿no? O sea, este lugar no funciona en pro de los dos proyectos porque no se dan clases, no le funciona para nada a la UNAM, ni para el metro o para los camiones. Igual sólo tomar agua de aquí para lavar los coches, pero no tiene una función, o sea, es un espacio que sobra, también por eso es interesante. Pero en general los espacios residuales como los camellones y demás, pues lo único que tienen son como adornos, como si las plantas nos hicieran el favor der bonitas y ya. Como que nosotros también de esa reflexión dijimos: «chale, lo ornamental es algo muy hueco, ¿no?», es una percepción vacía de las plantas, de la naturaleza y del espacio (Entrevista La Tribu, 2015).
La llegada al terreno ha implicado una serie de actividades de reconocimiento y de apropiación:
el primer día que entramos al terreno no fue una toma propiamente. Sólo entramos y lo reconocimos. Cuando yo entré, un par ya habían entrado antes, nada más vieron cómo era, y por dónde se entraba, creo que lo que hizo que lo «tomáramos» fue que seguimos yendo. Quiero decir que nunca nos dijimos: «bien, el terreno ahora está tomado, ¡lo logramos!». Fue en la chamba de arreglarlo, limpiarlo, y con las plantas que nos apropiamos de él (Entrevista La Tribu, 2015).
La sola experiencia de estar aquí era muy fuerte, porque era un lugar muy abandonado y vivían un par de vagabundos y no sé, estar aquí era muy fuerte, porque era como ser invisible, porque veía a toda la gente que seguía la rutina y seguía ese ritmo de vida de la cotidianidad pero nunca se daban cuenta de lo que estaba aquí (Entrevista La Tribu, 2015).
Al principio, La Tribu no sabía exactamente qué podía hacer en el terreno, pero mientras tanto, se ocuparon de limpiar y ya después vino la idea de sembrar. «Fue un chingo de basura. Cantidad de basura, más de 100 bolsas negras grandes». Después, había diversas ideas de lo que se podía construir colectivamente,
hacerlo un foro, hacerlo un teatro; pero en el momento en que sembramos el primer frijol y lo vimos, todos nos quedamos: «no manches, sí pueden crecer cosas acá!», porque lo veíamos tan lleno de mierda que no pensamos que pudiera darse aquí (Entrevista a La Tribu, 2015).
todas las noches íbamos a ver si había salido algo. Una noche fuimos y la luna hizo que los brotes de los frijoles brillaran. El frijol fue lo prime dijimos «no mames» (Historia del terreno, La Tribu, 2015).
Desde ese momento,
Para mí, ahí empezó una revolución interior muy importante porque yo no sabía cómo se veía la planta, no sabía cómo salía, ya que empezó a crecer dijimos: «no, más bien va por acá!». Porque partimos de que estamos desterritorializados, no sé, un indígena al menos puede tener una tierra que defender, o una parcela que cultivar, nosotros no teníamos nada de eso, y al momento de llegar acá y vimos eso, dijimos: «no, pues va por ahí, quitemos la basura y convirtamos el basurero en un huerto» (Entrevista La Tribu, 2015).
Aunque los que sostienen el proyecto ya se conocían y eran amigos desde antes, es con el trabajo colectivo en el terreno que se comenzaron a formar y nombrar como Tribu.
Quisimos armar una tribu porque ya nos habíamos cansado de seguir con la misma rutina hasta en las luchas sociales y como que ya todos estábamos hartos y tristes de no saber hacia dónde, entonces pues dijimos: «si vamos a tomar tierra, vamos a hacernos tribu», o sea juguemos con nuestras necesidades, «si vamos a estar en contra de la vida que nos han impuesto, pues vamos a crear nosotros una forma de vida ¿no?», entonces empezamos a cubrir nuestras necesidades. Hasta ahorita ya podemos decir que hacemos jabón, conociendo las plantas, ya hemos trabajado más con la tierra, y es el trabajo lo que nos ha unido, porque empezamos siendo bien diferentes (Entrevista La Tribu, 2015).
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Muchas veces pensamos que las cosas como que ya están dadas, entonces ya no alcanzamos a ver más allá de lo que creemos que hay en la vista que nos imponen, ¿no? Entonces, más bien era como dedicado a eso, decirle a la banda que pueden tener otra vida, después de esta vida que ya nos imponen, que no solamente es la rutina de: nacer, crecer, reproducirte y empezar así toda esa vida que ya nos la sabemos, básicamente. Sino que puedes construir otra, ahora hablamos de las plantas y damos consejos, hablamos de los ajos y de los rábanos porque esos fueron los primeros que se dieron, y ya sobre eso decíamos a la gente que si se puede, que primero tendría que confiar en ella, que también su tecnología y su ciencia y su educación, pues no era, o sea, es algo que te limita y te hace elitista, y que aparte te hace sentir menos y tal vez no sepas, pero si tú lo empiezas a ver, ese conocimiento se puede compartir (Entrevista a La Tribu, 2015).
Sobre la base de estos aprendizajes han ido elaborando una guía de plantas medicinales y comestibles para la salud comunitaria, con fotos de cada una, sus nombres, propiedades y usos.
La resistencia y el trabajo creció, aprendimos cada vez más, nos dimos a la tarea de profundizar en la hierbería. Investigamos y aprendimos a reconocer las plantas silvestres y sus utilidades (Historia del terreno, La Tribu, 2015).
La medicina igual que tanta enfermedad crece dentro de las grietas, por ejemplo «la hierba del golpe» la encuentras casi en todos lados. Esa es una que tiene una florecita, así chiquita, rosa y ésa es para el cáncer. Por ejemplo. hay una que se llama «Axihuits», que crece solita también y una vez me dolía muchísimo la muñeca, la puse en la muñeca y llegando a mi casa en la bici ya no tenía ningún dolor. Entonces poco a poco le fuimos agarrando la onda a esas cosas (Entrevista La Tribu, 2015).
Desde que comenzó el proceso de sembrar, se estableció una relación con la tierra y se abrió una nueva experiencia de aprendizaje común entre los propios integrantes de La Tribu y con otras personas y colectividades de alrededor.
Cada vez más, nos hicimos compas de la gente que ahí trabaja, vendiendo aguas, papitas, libros, quesadillas. Ellxs son de origen campesino, saben trabajar la tierra, además, son quienes trabajan a los alrededores del terreno Nos ayudaron a guardar las herramientas, nos echan la mano con quesadillas y gorditas, trabajan junto con nosotrxs en trabajos pesados a pesar de la edad (Historia del terreno, 2015).
El que nos ayudó un montón fue el Ricardo, un compa triqui que vende flores en el Mercado de Jamaica. Entonces ese wey llegó y le preguntó al Lucho: «¿qué están haciendo?», y el Lucho le dijo: «quesque sembrando». Y ya en corto se metió con nosotros y se puso a limpiar, y ya nos empezó a decir qué tipo de plantas había. Yo al principio decía, «las plantas ¿qué?», yo nada más limpiaba y no les veía ese cariño (Entrevista La Tribu, 2015).
Una vez, vinieron unos cuates y estábamos ahí y se tomó la decisión de arrancar los quelites, y en ese entonces pues para nosotros los quelites eran nada, entonces producíamos un chingo de quelites y empezamos a arrancar quelites sin saber que realmente el quelite es una base de la alimentación, si hubiéramos mantenido todos esos quelites que arrancamos, eso nos hubiera dado de comer meses ¿no? Todos empezamos a arrancar y ni siquiera fuimos capaces de cosechar las hojas que se comen; entonces esa fue una actitud de nosotros mismos que transgredió, pues a lo mejor y no sabemos valorar, es como ese pensamiento que tenemos ya muy dentro que nos dice «arranca, mata, tira» (Entrevista La Tribu, 2015).
La primera manta que pusimos en el terreno decía: «Lo que le pase a la tierra le pasará a los hijos de la tierra», y se veía muy interesante, porque el sentido de la frase iba cambiando conforme cambiaba el terreno. Al principio era un basurero horrible, tenía un árbol tirado a la mitad y así, ya después conforme fuimos limpiando y cultivando pues el sentido era menos trágico, o sea si cuidas la tierra también te estás cuidando a ti. Todo esto nos estamos conociendo, sí te ayuda a conocerte, y pienso que te hace más bueno, físicamente y mentalmente. La tribu nos hace más fuertes (Entrevista La Tribu, 2015).
una de las actividades permanentes es recoger la basura, o sea, porque ahí, es como un vómito permanente de toda la multitud, entonces, donde haya gente pues va a haber basura, entonces es una actividad permanente y lo otro pues sí, es como, de acuerdo a las estaciones y a las lunas que, o sea, la cuestión de ahorita por ejemplo, ya estamos en marzo, ya nos estamos atrasando pero sigue hacer el barbecho, abrir la tierra, es una cosa bien pesada pero ya después cuando vienen las lluvias ya dejamos todo sembrado y la tierra ya bien trabajada, removida y sembrada (Entrevista La Tribu, 2015).
Los integrantes de La Tribu viven en diferentes latitudes de la Ciudad de México y no tan cercanas ni entre sí ni al terreno, lo que complica que puedan estar simultáneamente en actividad todos al mismo tiempo; esto ha hecho que organicen escalonadamente las tareas básicas de barbecho, siembra y cosecha.
Ya que llegan las lluvias, se vuelve más difícil venir acá, porque como uno está fuera, nadie vive aquí, lo ideal sería que en la madrugada nos viéramos y antes de que salga el sol con todo, trabajáramos. Yo vivo en Ajusco ahora, un amigo vive al lado de Tepito y así, o sea, cuando está lloviendo es muy difícil venir y trabajar porque en las tardes ya llueve, entonces ya mejor dejamos todo, para que lleguen las lluvias y ya después solita crece la milpa, ya después es un trabajo más leve, con el maíz, el frijol, las calabazas, las calabazas se expanden, es algo muy bonito (Entrevista La Tribu, 2015)
Además, hay otras dinámicas colectivas de trabajo para mantener el terreno:
en distintos momentos hay varias personas que se han rifado a echarse como lo más pesado de la chamba. Pero en general cuando son clases pues venimos, después de la clase, le damos un poco o armamos un tequio, lo mejor es cuando hacemos el tequio y llamamos a muchísima gente que traen varias cosas, guantes, picos, y así avanzamos mucho más (Entrevista La Tribu, 2015).
Más allá de la dimensión cuantitativa de la cosecha, consideran que lo importante ha sido el vínculo cualitativo entre ellos, con la tierra y con los alimentos que producen.
Tampoco sale tanto como para comer todos los días, y también, por ejemplo la primera milpa que hicimos, que también nos ayudó un señor que nos vio y dijo: «no, pues éstos necesitan un poco de orientación». Por ejemplo, de esa milpa salieron muy poquitos elotes, pero eso nos hizo valorar una tortilla, el trabajo que hay detrás de una sola tortilla, lo lejos que estábamos de lo que nos mantiene vivos (Entrevista La Tribu, 2015).
Pero también,
el trabajo con la tierra nos enseñó que, aquí las personas lo que valoran es el trabajo, porque muchas veces el dinero es el que te hace hacer las cosas, y nosotros vimos que cuando empiezas a hacer tú solo sin esperar que la satisfacción te la dé el dinero, entonces la gente empieza a ver que sí se puede, no es tan necesario el dinero (Entrevista La Tribu, 2015).
El trabajo y la organización nos hizo hacer un movimiento autónomo trabajo de abajo, que era como tirar paro con la banda que viene a chambearle aquí a la UNAM, pues hablábamos con la banda y le decíamos: «nos pues cuando a ti te tuerzan nosotros vamos a brincar, pero primero apoyo el trabajo de aquí». Empezamos a conocer a varios comerciantes de aquí le decíamos «La CAPA», que es la Cooperativa Autónoma de Pulques y Alimentos, entonces ya venimos aquí a vender comida, primero empezamos con tortas, luego conocimos a otros compas que también ellos son tribu sin ser tribu, es que para nosotros tribu es aquel que escucha su corazón y que quiere trabajar más que por dinero por mejorar el mundo, sin que el dinero sea el parteaguas. Y conocimos a estos compas, compas que son bien chidos también, hacen empanadas veganas con hornos de barro, entonces pues ya ellos las hacen o también nosotros les ayudamos a hacerlas y ya buscamos la distribución. Y han venido ellos a chambearle o nosotros también con ellos y así (Entrevista La Tribu, 2015).
Existe una búsqueda por que esta experiencia potencie otros procesos comunitarios y se multipliquen desde un horizonte de autonomía.
Nosotros echamos una raíz estemos donde estemos, Lucho está ahorita en Chihuahua, unos amigos por ejemplo ahorita están viajando mucho a Guerrero, están yendo a varios lugares pero, o sea, lo importante es que aquí echamos una raíz (Entrevista La Tribu, 2015).
También ha habido un interés por vincularse con los comerciantes de la zona y con la cafetería La Magdalena, que se gestiona de manera cooperativa y que algunas veces deja su comida para que se haga composta. «A la que nos cuida la cubeta le dimos el primer ajo y el primer rábano que cosechamos» (Entrevista La Tribu, 2015).
En esta experiencia la lógica del valor de uso, es decir, la de la satisfacción de necesidades para la reproducción de la vida, es la que orienta el trabajo colectivo:
Todos pueden venir a trabajar, siempre y cuando no tengan esa intención de sacar baro, porque cuando hacíamos el jabón con manfreda, varia banda nos querían comprar el proyecto como para generar baro. Entonces, pues ésa no es la intención que tenemos, si vamos a hacer jabones van a ser primero para nuestra limpieza, para nosotros, y como la tierra es muy buena pues hasta te da para intercambiar, porque también nosotros muchas veces intercambiamos, pero, pues no es algo que busque así como explotarlo decir «a tales horas vamos a hacerlo», como la rutina misma del trabajo, hay que chingarnos ahora sí vamos a hacer esto (Entrevista La Tribu, 2015).
Aquí se hace como un ejercicio para liberarnos de esas cosas, o sea, tampoco esperamos que sólo por trabajar esta media hectárea o lo que mida este lugar ya vayamos a resolver todas las necesidades de nuestra vida, que igual hasta cierto punto son ficticias, muchas, pero lo que encontramos aquí es una forma de ser felices (Entrevista La Tribu, 2015).
Hay veces en que, aunque haga lo que tenga que hacer en el día, voy a la escuela, haga mis deberes, lave los platos, o sea, cuando vengo al terreno siento que hice algo real, o sea que viví, aunque sea muy poquito, aunque sea un metro cuadrado, cambié algo en el mundo, ese cambio en el futuro me va a dar frutos (Entrevista La Tribu, 2015).
Y es que,muchas veces pensamos que, criticando todo lo grande y sólo luchando por eso grande, tal vez sea el poder, o tal vez sea tener dinero, vamos a hacer algo, ¿no?, pero más bien nosotros pensamos que es desde abajo, ¿no?, así desde lo más sencillo, que a veces no es estar echando tantas palabras, de lo poco que puedes hacer o que no se puede cambiar el mundo. Sí se puede cambiar, porque lo estamos haciendo, pero tal vez esto no se vea así como «wow», digo estas pequeñas partes son de gran tamaño, también para que podemos hacer otras cosas. «Hacer es la mejor forma de decir, muchas veces así con el ejemplo y que tú estés trabajando, las personas solitas se acercan» (Entrevista La Tribu, 2015).
Las capacidades sociales de las comunidades indígenas y campesinas garantizar el sustento y la autonomía política y material son una referencia para La Tribu, en particular, la lucha de los zapatistas en Chiapas.
Deleted:
Y también algo que nos enseñó el Lucho, fue cómo los indígenas no dependen de la comida de los supermercados, pero también es como tú mismo puedes generar tu propio alimento, eso fue una de las demandas de los zapatos, (zapatistas) ¿no?, de los compas de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona. Nos lanzamos ahí hace dos años, cuando fue la escuelita. No depender del Estado, no depender del baro, más bien tú que empieces a generar tus propias cosas, ni dios, ni patriarca (Entrevista La Tribu, 2015).
(…)
El trabajo colectivo para garantizar la reproducción de la vida va si posible y se sostiene por la trama comunitaria que La Tribu está conformando.
Para hacer comunidad tendríamos que partir desde la separación en la estamos, o sea, entenderla, y esto es una forma de deshacer esa separación ¿no?, o sea una separación desde entender ¿cómo se hace lo que crecer? ¿cómo crece lo que comemos y el trabajar para cultivarlo? Pues eso nos unió. eso fue lo que nos dio la base para formar esta comunidad (Entrevista La Tribu, 2015).
Se trata de que
abandonemos el ego de nosotros para que el ego no medie nuestro trabajo, es decir, sí es nuestra la tierra, pero en realidad es nuestro trabajo el que realmente es nuestro, es que es bien chistoso porque si es el ego, el ego se me hace que es querer ser algo más que el otro, es como querer resaltar, entonces yo siento desde mi perspectiva que la propiedad no entra, o sea no puede decirse que es una propiedad porque por ejemplo el frijol lo puedes compartir, entonces más bien verlo crecer. O por ejemplo los primeros maíces que nos costaron un montón de trabajo, que no sabíamos nada y así, por eso ése es nuestro trabajo, no es el mío, no es para la propiedad sino es para compartir, es como dar más que recibir (Entrevista La Tribu, 2015).
Como que está enredada la cosa al pensarlo así, porque también son como términos que se contradicen, pero también es como, igual al principio, decía: «no teníamos nada», pero mi intención con esa frase no era que «yo quiero tener un montón de parcelas o yo quiero tener hectáreas y hectáreas para poder trabajarlas yo, o yo y los míos», o es como dices «cuídate tú y cuida a tu familia», es como «me importa madres del mundo», es sólo tú y tu familia, bueno, yo lo pienso desde esa dicciones, que son difíciles de juntar en tu cabeza porque es mal mismo tiempo ideas contrarias, ¡no? O sea, también cuando dices, nuestro trabajo, es reconocido como el trabajo de tal, y ese fulano, y ese otro fulano y ya, pero o sea es, lo que yo busco es liberarnos de esas nociones (Entrevista La Tribu, 2015).
Es bien contradictorio porque sí puede parecer que es nuestro, pero también puede ser tuyo si también te unes y trabajas, entonces, no hay propiedad, pero sí hay propiedad si vienes y lo destruyes, porque lo estás como ofendiendo, pero también se vuelve propiedad si lo defiendes y eso (Entrevista La Tribu, 2015).
Sí, a mí me gustaría pensar que por ejemplo este lugar no es de nadie porque es de todos. Muchas veces, a mí me gusta por ejemplo estar con la banda, con La Tribu, ¿no?, pero conocer más banda que está como en este rollo me hace sentir menos solo, te da esa esperanza de no rendirte y trabajar aunque sea un poco, saber que puede llegar a ser más (Entrevista La Tribu, 2015).
Yo creo que esto se relaciona con el tema de la propiedad, la pienso también con el ego, o sea, igual que el ego, la propiedad es una ilusión, y es difícil manejar esa idea, igual es muy budista pero la propiedad es la raíz de muchos males igual que el ego, ya que el ego es la raíz de la infelicidad, pero también es la base sobre la que funcionamos como sociedad, y o sea como cualquier ilusión está, tiene muchas formas y tiene muchas caras, así como podría decir, este cuerpo es mío, es de mi propiedad, o sea yo puedo decidir venderlo, o no. ¿Cómo decirlo?, decidimos no pensar en esos términos de la propiedad, ni siquiera la propiedad comunal (Entrevista La Tribu, 2015).
Tal vez mañana ya no tenemos la posibilidad de estar aquí, de estar trabajándole aquí, pero pues al día siguiente estaríamos buscando otro lugar, ¿no? Sabemos que la cosa está en defender este lugar y todo, pero sabemos que la cosa está en nosotros también, en nuestra propia posibilidad de poder apropiarnos de estos lugares. Los tlacuaches son como nuestros territorios en los que hemos puesto huerto. Si nos quitan un tlacuache tenemos que abrir tres o cuatro más (Entrevista La Tribu, 2015).
La profundidad del hacer común de esta experiencia, desde mi punto de vista, radica en la sensibilidad que estos jóvenes han venido cultivando para politizar su existencia como desposeídos y desterritorializados de esta gran ciudad. La necesidad de transformar esa condición es la que los ha llevado a producir una experiencia de conexión con la naturaleza a través de su propio trabajo y del movimiento de sus fuerzas físicas y espirituales. Ahí donde el capital niega el valor de uso y «produce espacios residuales» o «desperdicios de la planeación urbana», La Tribu ha tenido la capacidad de «sentir el llamado de la tierra» y re-generar la vida. Como ellos mismos dicen: «Necesitamos organizarnos, resistir y rebelarnos, sin rendirnos, sin vendernos y sin claudicar. Por eso somos Vida, Libertad, Autonomía, y ésta es la historia de la tierra a la que pertenecemos» (Historia del terreno, La Tribu, 2015).
* Mina Lorena Navarro: socióloga, profesora del Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades de la BUAP, Puebla-México.