Foto: Tama66.
Les presentamos un fragmento del relato Ciclos de oscuridad en horas de vigilia, uno de los cinco cuentos incluidos en La piel de las pesadillas, segundo libro de Pablo Concha (*), un autor con un estilo sugerente, creador de atmósferas de las que no se puede salir.
Escritora
Los escritores son personas extrañas. Se fijan en cosas que nadie ve pero se les pasan las más obvias. Tal vez nadie nunca debería enamorarse de alguien que escriba. En todo caso, no sé si mi amor por ella era un secreto. No lo creo. Asistía a un taller de literatura que ella dictaba, así la conocí. Ella había publicado un par de libros en una editorial independiente. Tenía mala fama. Decían que era vulgar, misántropa, hasta satánica, porque sus historias estaban llenas de sangre, de muerte, de rock pesado, sexo, violencia, sacrificios… Ninguna mujer que yo conociera escribía nada remotamente parecido. Pero a lo mejor me hacía falta conocer a más mujeres. Al taller asistían diez desadaptados. Gente que nadie nunca invitaría a su casa. Eran sombras, bosquejos de gente. La cara de ella era taciturna y dejaba ver largas noches de insomnio. Una belleza paradójica. Me excitaba mucho al leer sus cuentos. Así empecé a amarla. Los hombres somos así de brutos, eso se sabe.
Tomamos café un par de veces después del taller y trataba de hablarle cuando la veía por fuera, las contadas ocasiones en que eso sucedió, pero no sé si se percató de mis sentimientos. La verdad es que me intimidaba. Sentía, aunque no estoy seguro de que fuera algo real, que un peligro la rodeaba. Parecía una cosa instintiva, como cuando uno presiente una desgracia. Un día decidí seguirla después del taller. Necesitaba saber dónde vivía y así estar al tanto de sus movimientos y rutinas y, de alguna manera, entrar en su vida. Un sábado por la noche la seguí cuando salió de su apartamento. Fue hasta un centro comercial, sacó dinero de un cajero automático y después tomó un taxi. Llegó a una casa grande, una mansión en la parte oeste de la ciudad. Desde una cuadra y media de distancia la vi ingresar. Estuve ahí afuera, cambiando de lugar cada cierto tiempo para no levantar sospechas, así hasta las seis de la mañana. Volví a esa casa un par de veces pero no la vi a ella ni pude descubrir mayor cosa. Había algo en el aspecto de la casa que no me gustaba. Me sentía observado, pero a la vez era como si la casa fuera un cascarón, como si por dentro hubiera un vacío inmenso que me miraba. ¿Podía el vacío tener ojos, ser voraz y desear a alguien? ¿Ese vacío me había estado esperando? Es una pregunta que me hago todos los días, casi siempre a la misma hora, casi siempre en el mismo lugar.
Pacto
Yo no voy a morir nunca. Hice un pacto y eso es lo que se me prometió. Las llamas que consumen este edificio y toda esta decadente ciudad no me aterrorizan. Espero seguir indemne. Una puerta debería abrirse en cualquier momento, o la entidad que me prometió la vida eterna debería materializarse y salvarme. Solo es cuestión de minutos para que alguna de las dos cosas ocurra. Mientras tanto, imagino qué pasaría si en realidad no hubiera hecho el sacrificio exigido, si no hubiera escuchado esa voz. Sentir su presencia me produjo más miedo que ver todo esto derrumbarse y consumirse… Entonces, ¿qué pasaría si en verdad esto fuera el fin? ¿Acaso lloraría, me pondría a gritar, me llenaría el cuerpo de drogas y alcohol, cogería una metralleta y aprovecharía para matar a los que más pudiera? ¿Qué recordaría en estos instantes finales? Si tuviera que hacer una lista o revivir solo unos cuantos instantes, supongo que sería así:
10. El agua oscura entre los dedos de mis pies, hundidos en la arena, frente al mar muerto. La luna iluminando todo como si estuviéramos en otro planeta. Un planeta donde yo fuera el único habitante.
9. El cuerpo de mi tío en su ataúd negro, cubierto de flores negras. La ceremonia y el entierro ritual. Las figuras con las túnicas blancas y los cantos.
8. La cubierta de piel humana de mi primer grimorio. Sentía su vibración al entrar a casa, las páginas se agitaban. Los libros no son objetos muertos, el que lo dijo no sabe nada.
7. La primera vez que tuve sangre en las manos. La recuerdo negra, brillante, caliente y espesa como el petróleo. La sensación sobre mi piel al dibujar los símbolos secretos.
6. Los ojos del primer demonio que convoqué. La voracidad que contenían.
5. El desierto de noche. El sonido del viento que en realidad es una voz antigua. La pirámide en la distancia.
4. El sótano de la casa de mi tío. Lleno de cientos de huesos humanos, libros y los diarios de todo lo que había visto y aprendido. Mi herencia. Mi educación.
3. La cabeza del tigre de bengala. La increíble sedosidad de su pelaje, la impresión de fuerza. El hacha, por más afilada que estaba, casi no logra cercenar su cuello. Su imponente cabeza en mis manos, su sangre chorreando por mis antebrazos, sus colmillos relucientes. Era una visión hipnotizante. El pentagrama dibujado con su sangre y la cabeza en medio.
2. El bebé, envuelto en la túnica negra y depositado en el borde del claro en la selva. El silencio expectante y amenazador. La sensación en mis tripas de la presencia oculta de la entidad a la que se lo ofrecía. La sensación de ser observado y estudiado.
1. El dios antiguo cuando por fin vino a mí. Su voz ancestral, la forma que me dejó vislumbrar, su olor… Lo que sentí cuando me tocó. La reverencia ante su poder. La compresión de nuestra insignificancia.
0. Los edificios derrumbándose, los gritos de horror. Las llamas lamiendo mis pies. El techo abriéndose como la boca del dios que no aparece. La oscuridad infinita.
(*) Pablo concha, nacido en Cali, Colombia, es autor del libro de cuentos de misterio/terror Otra Luz, ganador de la convocatoria de Estímulos de la Secretaría de Cultura de Cali en 2017. Sus relatos han aparecido en las antologías Relatos del Sur (publicada en 2015) y en Écheme el cuento (2017). La piel de las pesadillas (octubre 2020), del cual tomamos los relatos aquí publicados, es su segundo libro. Además de escribir narrativa, colabora frecuentemente con reseñas de literatura latinoamericana actual y entrevistas a escritores, editores y traductores en la revista Libros & Letras de Colombia y en otros medios culturales como El País de Cali y el periódico El Tiempo.
