«La Luna, en la Luna, de noche no se ve», un cuento de María Pla

Imagen: Andrei Sokolov


En nuestra edición de mayo-agosto de 2021: Otros mundos posibles, les presentamos un relato de María Pla (*) que nos lleva por las expectativas y decepciones de ver la propia casa desde lejos.

 

 

Alo no supo qué responder a la pregunta del taxista. ¿Que cómo le había ido? Alo no lo sabía. Desde que comenzó el regreso a la Tierra, bajar del cohete y coger taxi hacia su casa, todo ese tiempo, había tenido la mente en blanco y los ojos nublados. Con la pregunta reconoció esa sensación de vacío que lo inundaba. Alo sintió la cara tiesa de tanto estar inexpresivo. 

ㅡNo sé ㅡdijoㅡ, espere pienso.

Sabía que pudo parecer estúpido con esa respuesta, pero no le importaba, apenas comenzaba a hablar, a reconocer.

Entonces, se preguntó ¿cómo me fue? Alo bajó la mirada y se miró las piernas, después las manos. Y pensó, de manera rotunda e inequívoca: el viaje fue una mierda. Sí, justo así. Pero no estaba de ánimo para dar explicaciones

ㅡBien, me fue bien ㅡrespondió.

ㅡAh, qué bueno, y ¿qué fue lo que más le gustó de la luna? No todos van para allá…

Alo no pudo evitar suspirar fuerte y hacer una mueca de tedio. Pensó ¿en serio tenía que decirlo? Ahora sería mucho más difícil pensar en algo bueno del viaje. Ahora que solo pensaba en el maldito préstamo. Ahora tendría que pagarlo y nada, absolutamente nada bueno hubo. ¿O sí? 

ㅡEl viaje: el despegue y el aterrizaje me gustaron muchoㅡ Alo respondió rápido para poder seguirse amargando en silencio. Desde el inicio tuvo que pagar más por su equipaje, la silla que le tocó estaba en medio de una fila de cinco sillas, se durmió y se perdió tres comidas. Definitivamente todo fue una mierda.

ㅡDisculpe, permítame le pregunto, ¿y es verdad que allá uno baja de peso?

ㅡ¿Cómo?

ㅡSí, …que si uno se pesa, está más flaco.

ㅡAh, pues, la verdad no lo noté.

El taxista rió un poco y después ambos quedaron en silencio. Alo, viendo pasar los carros, las casas, la gente, comenzó a pensar mientras hacía un mapeo de las sensaciones en su cuerpo. Sentía las piernas dormidas, la piel le ardía, tenía hambre y estaba muy cansado. Era ese tipo de cansancio que es una mezcla entre desencanto, pesadumbre e impotencia.

Sabía que no podía seguirse engañando y se dijo la frase que había querido evadir desde que el cohete regresaba a la tierra: La cagaste, Alo. Se lo dijo y lo demás fue un reproche constante. ¿Cómo te dejaste seducir por la publicidad y las supuestas facilidades de pago? ¿Cómo te equivocaste al elegir el tipo de viaje que querías? ¿Solo nocturno? ¿Era en serio? ¿Se podía ser más ridículo? Sí, claro que se podía. ¿Qué iba a decirles a sus amigos la próxima vez que se encontraran? Frente a esta pregunta, la mente de Alo se quedó en silencio y, como si proyectara una película, recordó, volvió a la reunión con sus amigos que lo animaron a viajar a la Luna. Todos ya lo habían hecho y ahora estaban ahorrando para ir a Marte. Recordó la voz de uno de sus amigos 

ㅡSí, la Luna no es gran cosa, su lado oscuro impresiona un poco porque el show de luces siempre hace que uno esté a la expectativa, pero nah, después uno se aburre y se da cuenta de que hacen falta los atardeceres ㅡdecía.

Recordó también cuando le mostraban las fotos en el museo NASA con la bandera que puso Armstrong en la primera llegada. También cuando todos decían que la comida más rica era la fruta seca y las pastillas que, al probarlas, sabían a pollo en salsa de champiñones. En ese momento, Alo se recordó a sí mismo emocionado al escuchar todas esas anécdotas lunares impresionantes de sus amigos. Y le dio nostalgia. Los ojos de Alo se hicieron tristes sin que él se diera cuenta. Recordó, escuchando cómo todos se reían, la primera vez que caminaron sin gravedad, cómo podían atrapar bolitas de agua con la boca y esa experiencia que era lo más cercano a volar. Todo lo que escuchó había sido demasiado genial. Pero él no lo logró. 

Pensó ¿y ahora? Pues, sí, ahora él podía decir que también estuvo allá… en la parte oscura, con solo dos horas de viaje a la cara visible de la luna, con… no, ¡SILENCIO! No quería pensar más. La piel se le erizó al recordar el frío que tuvo que soportar y el costo de pedir más cobijas a la habitación oscura. Le pesó el pecho cuando recordó que la gente que estaba en la gran habitación de techo de vidrio no miraba el espacio infinito, sino que solo se tomaba fotos, compraba souvenirs y hablaba, y gritaba. Tampoco pudo disfrutar de las pastillas con sabores combinados porque su paquete turístico solo le permitía el nivel básico de alimentación, es decir, nada de sabores elaborados. Alo ya no quería pensar más. 

Para ese momento, se dio cuenta de que ya estaba llegando a su casa, buscó el dinero para pagarle al taxista y, por suerte, tenía justo lo que marcó el taxímetro. 

ㅡMuchas gracias.

ㅡBueno, que esté muy bien.

Alo salió del taxi y sentir el roce del viento lo distrajo un poco. Estando ahí, frente a su casa, se acordó de los cortos momentos en que, desde el cohete, podía ver la Tierra, allá, a dos días de distancia. Ver la casa desde lejos, pensó. Y supo que le había respondido bien al taxista, porque ver la Tierra hacerse chiquita y luego agrandarse valdría los siguientes años trabajando para pagar el crédito. Lo triste es que para cuando terminara de pagarlo, ya habría sobrepasado la edad máxima para hacer viajes al Espacio. Alo se miró los pies y solo pudo pensar en que, a pesar de todo, pudo ir. Así haya sido una única vez, pudo sentir la belleza de ver ese punto azul flotando en medio de la nada. Después, se miró las piernas, las manos, su maleta y un poco de polvo lunar que le quedaba en el cuerpo hizo que entrara menos amargo a su casa. 

 

 

(*) María Pla: Tengo muchos nombres, pero para efectos prácticos muestro solo dos. El que mis papás me pusieron es María Paula.  Estudié literatura en la Universidad Nacional de Colombia. Me gusta mucho escuchar, dibujar y escribir. El color que más me busca y me habla es el rojo, pero mi corazón es verde. Usualmente estoy pensando en los países y sus capitales. Ya me aprendí todos los países de África. Actualmente estoy en el equipo de creación y difusión de la revista Straversa.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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