Imagen: Han Cheng Yeh.
En nuestra edición de septiembre-octubre de 2021: Metamorfosis, les presentamos una selección de poemas de Camila Obando Sánchez (*).
La mujer kafkiana
Enclaustrada en la dualidad biológica,
la mujer kafkiana se gesta en una habitación rosa,
los colores forman parte de nuestro lenguaje comunicativo:
el rosa como simbólico de la amabilidad, suavidad e inocencia.
La mujer kafkiana privada de pantalones,
encarna inaccesibilidad al liderazgo y al poder.
Los bolsillos en la falda, minúsculos, casi inexistentes.
Sus bienes y recursos se esconden bajo el apellido de su marido.
Las manos de la mujer kafkiana hilan, lavan, friegan, reparan,
en ellas se posan el misticismo del devenir doméstico,
enclaustradas en lo reproductivo:
existo mientras lavo,
pienso mientras cocino,
observo en silencio como el mundo gira sin mí.
Su cuerpo descompuesto,
su mente disociada divaga en un mundo de cuatro paredes,
de una cama para dos, entre sábanas blancas y limpias,
que se tiñen de vez en cuando,
que se ensucian por lo humano, por la insatisfacción.
El cuerpo femenino kafkiano no conoce de caricias ni besos suaves,
es cuerpo máquina,
cuerpo fábrica.
Gesta,
gesta,
gesta.
Nutre,
alimenta
del amor que nunca aprendió a recibir.
El cuerpo femenino kafkiano es animal antes que humano,
su cuerpo no es sujeto, no es homos economicus.
su tiempo no se monetiza,
si no produces, no existes.
Su cuerpo femenino metamorfosea,
se esconde,
su ser monstruoso se rebela,
se levanta,
huye de casa,
deja los platos en el lavabo,
el piso sucio,
corre, no se extingue, retoma su realidad: una en la que sí nos nombre.
I
Nos dio miedo estar encapulladas por mucho tiempo,
quisimos sentir desde lo más primario,
a veces metamorfosear se presentó como un peligro explícito,
«cambiar es de valientes», nos dijeron muchas veces,
salirse de esta categoría, del ser mujer,
es una sentencia de exclusión,
nosotras aprendimos:
cambiar duele, pero escondernos es aún más óbito.
II
«Ya crecerás»
Crecer es olvidar,
todas esas mujeres de las que viví,
crecer es cambiarse una y otra vez de máscara,
es arrancarse la piel,
desnudarse de manera reiterada hasta que alguna de mis vestiduras sea adecuada,
sea la más susceptible a vivir en un mundo del cual no fue hecho para mí ni para ellas.
III
Ya no sé traspasar esta etapa en la cual me encuentro,
luchar o rendirme,
adaptarme o morir.
Cómo coexistir con la que quiero ser,
y esta que cala dentro de mí,
la mujer de contradicciones constantes,
la de insatisfacción por vocación y ojeras protuberantes.
IV
Al otro lado del espejo no es Alicia, soy yo,
los reflejos son hipnóticos, pero ilusorios.
Romper este espejo no simboliza el abandono de mis ideales,
las pausas que me reclaman mi cuerpo no me harán débil,
reconstruir poco a poco,
esos vestigios de la cual serán mi nueva yo.
El proceso
Los labios sellados son un hechizo de seducción,
las manos quietas,
sin uñas largas,
sin intención de arañar.
El cuerpo condicionado a leyes,
mutilado de sentires y creatividad,
deambula entre lo grisáceo de la cotidianidad productiva.
¿Qué es la productividad?
Acaso consiste en encerrarse en la cocina,
la cocina,
ese espacio que nos recuerda quiénes somos,
en el silencio y el mugre existir.
«La libertad del mundo se construye por medio del quehacer»,
no es un caso aislado,
lo que aprendimos a reproducir,
nuestras manos pequeñas sostienen al mundo.
En nuestras palmas visualizamos las grietas,
las grietas de la pared, las del concreto,
las grietas del sistema.
En las grietas estamos inconformes,
enclaustradas y detenidas,
nuestros gritos a voz baja retumban al otro lado,
donde la vecina escucha atenta, asiente y siente,
critica y se identifica.
La vecina va a misa: «yo no peco, solo escucho».
pero saber es pecar,
curiosear es pecar,
las mujeres buenas no balbucean,
no gritan.
Pensar es una llavecita,
traspasa puertas que no conocemos,
rompen grietas,
desestructuran las paredes que nos asfixian.
(*) Camila Obando Sánchez. Mi identidad artística se define como «Sorgin», soy estudiante de la carrera de Género y Desarrollo, Planificación Social y Económica de la Universidad Nacional, Costa Rica. Poeta independiente, me dedico a la difusión de textos propios en espacios digitales desde distintas colectivas e instituciones feministas y nacionales e internacionales como lo son «Voces Fieras», «Poesía de Morras» y «Centro Cultural de México: Letras, Arte y Cultura». Asimismo, formo parte de la Asociación de Estudiantes de Género y Desarrollo.