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Les presentamos un ensayo de Yósselin Uribe Ortiz (*) en nuestra edición de diciembre de 2022: La ausencia.
A la memoria de John
Entendemos que el existencialismo nace cuando hay una búsqueda por comprender el mundo; cuando las respuestas llegan, todo se torna de un matiz pálido, grisáceo, nubloso, y esas respuestas conllevan al absurdo. Al destruir el mitologema, hay quienes llegan al final del camino y entonces quienes les rodeamos, nos encontramos con la ausencia.
En ese encuentro, las preguntas recorren nuestros cuerpos e intentamos explicar la ausencia como algo interno cuando todo lo desconocemos, la metafísica puede ser tan falsa como real. Además, ciertas circunstancias no están a nuestro alcance; así como la experiencia es individual, consideramos imposible deducir la estructura fija de la totalidad.
Entonces, preferimos hablar del encuentro con la falta, del sinsabor, de las preguntas permanentes, de la cercanía con eso que creímos lejano y que de repente nos hace caer en la oscuridad, en el abismo que nombra Nietzsche, en la incapacidad de levantarnos de la cama y continuar el curso de la vida borrando circunstancias que, en un día determinado, arrebatan el continuo trasegar de la vida terrenal y despierta la incomodidad del ser.
Hay un fin que nos rodea, todo el tiempo, pero no lo sentimos, ni pensamos, hasta que se presenta, llevándose parte de nuestra esencia. Ese fin al que le atribuimos vida al nombrarlo, arrebata cuerpos que tramitaron con nosotros y que comienzan a ser un olvido de tacto, no de memoria. Aseguro que sentimos y no logramos darle solución a las preguntas que surgen cuando la ausencia, en su estado prolongado, aparece. Hay quienes le llaman viaje, otros le nombran como descanso eterno, pero parece ser esa representación, ese ejemplo, esa destrucción de lo tangible y la conservación de la nada.
Aquí ya no importa el universo, ni la creencia en mitos, ni tantos inventos del ser humano por hacer liviano el dolor y el sinsentido. Más bien le damos relevancia a los instantes, a conversaciones banales o transcendentales, a detalles que apenas podemos ver porque en su momento ignoramos o fueron quizá irrelevantes y a los gestos con movimientos que el cerebro guarda y los compone con felicidad y melancolía.
Cómo nombrar ese no lograr hablar porque la mente se concentra en permitir el flujo trasparente de los recuerdos por las mejillas; cómo nombrar el silencio de la voz que ha decidido irse; cómo nombrar la silla vacía, el sonido de los pasos por los pasillos universitarios, los libros abandonados, la escritura que ya no puede ser, el entusiasmo que espiró… si debo atribuirle una palabra que abarque la circunstancia, sería ausencia, sí; cómo más, tristeza; cómo más, falta.
Ni siquiera la descripción responde lo que significa la ausencia, solo hacemos uso de adjetivos, nombres, categorías gramaticales que logran narrar aquello que se atraviesa, pero en su fondo, hay una marca que todos los días se levanta consigo y que no es posible explicar. Eso es en sí la escritura, un narrar lo que habita en el ser, esa cercanía con nuestros pensamientos, ese abrazo, también, con lo ausente, con la soledad, con el dolor, con todo lo que según Kundera, es el peso; y según poetas como Pessoa, es la belleza de la vida y la belleza implica no pensar, pensar es estar enfermo de los ojos.
A fin de cuentas, la ausencia es eso innombrable que nos colma de un mundo de sensaciones incomprensibles porque asedian el cuerpo como un cáncer sin aviso, queda entregarle la ternura del recuerdo, pero no hace falta decirle unas cuantas palabras que denoten cólera por el daño ocasionado al entrar de manera abrupta y destruir lo presente, lo pensado con aquello que ha dejado de ser y, a cambio, dejarnos la memoria permanente que asimilamos como ausencia.
(*) Yósselin Uribe Ortiz nació en Medellín en 1997. Es estudiante de la doble titulación entre Licenciatura en Literatura y Lengua castellana y Filología Hispánica de la Universidad de Antioquia. Le interesan las ciencias sociales y humanas. Ha participado como integrante del semillero de lingüística computacional en la facultad de Comunicaciones y Filología, publicó un artículo de opinión “En nombre de una tragicomedia” en el portal universitario. Escribe, pero no publica: Artículos, Ensayo y Poesía en prosa.