Hambrienta. Como una fiera, la noche se vino encima. Esperaba agazapada detrás de la última cortina. En el más escondido rincón del día. Como la muerte espera detrás de las puertas más extrañas. A partir de cierto momento en la vida las noches se esperan así. Feroces, traicioneras. Ese momento es cuando se cruzan las dos últimas fronteras: la del tiempo y la de la fe. Ninguna tiene retorno. Yo las crucé. Ahora estoy afuera.
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