«Escribir un poema es dejar caer un pequeño balde a nuestras aguas más profundas, allí donde mutuamente se invocan la pezuña y el ala. No es agua fascinada para la gozosa contemplación de Narciso lo que de allí emerge, sino espejo turbio para el diálogo con tus propios fragmentos, con tus maltrechas costuras»…
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