Sin importar qué hagamos para resistirnos, para decir la última palabra, para firmar sin leer, el viento hará lo que quiera con nosotros. Hay que ver nada más cómo un hombre que cierra los ojos y respira con fuerza no está haciendo otra cosa que regresando a su cuerpo.
Hay un hombre en cada puerta que cruzamos aunque no notemos su presencia. Sin importar qué tipo de puerta sea ni en dónde se encuentre, allí, junto a ella, como una hoja más, hay un hombre.
Durante el traqueteo de la máquina uno se ha adormilado en el banco del vagón y al despertar observamos que el paisaje que se ve a través de la ventana no es el que esperábamos ver. Pero la vida, no más, ha pasado. Está pasando.