«Un jugador de dos metros y diez centímetros de estatura, con una efectividad del cincuenta por ciento desde detrás de la línea de los tres puntos y más de diez rebotes por partido. El entrenador, cuya experiencia en el banco de dirección rebasaba los veinticinco años de sinsabores, condescendió a verlo ante la presión de las directivas. Deslumbrado, apresuró la firma del contrato: “Dusty” Jameson era más que una bendición del cielo».
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