Canutillo mestizo en el centro de Bogotá (o más allá de la Plaza de Bolívar)

Catedral Primada de Bogotá (theprisma.co.uk).
Catedral Primada de Bogotá (theprisma.co.uk).

Por: Angie Xiomara Bernal Salazar.

Justo el día en que el mundo árabe volvió a ser noticia relevante en Occidente, visité uno de los sectores más “turcos” de Bogotá. Se trata de la carrera 8 con calles 11 y 12, los mercados de telas, ropa elegante y sombreros, inaugurados por inmigrantes del entonces Imperio otomano. Estas calles con aceras color arena acogen a comerciantes que, desde finales del siglo XIX, han mantenido uno de los negocios que hicieron posible, y en los que aún se conserva, algo de la Bogotá que a veces anhelamos quienes vinimos al mundo tarde para disfrutarla, esa ciudad lluviosa y melancólica de los poemas de Silva.

Un paseo a pie de dos cuadras, desde la Plaza de Bolívar hasta estas hermosas galerías de encajes, paños, linos y gamuzas, muestra que el comercio no necesariamente implica renunciar a la dignidad, pues la arquitectura de los edificios, las múltiples y variopintas cafeterías y la coreografía visual de las grandes vitrinas, hacen sentir que se trabaja pero también se vive, se disfruta, se comparte.

La tarde soleada daba lugar a escenas maravillosas. Los tenderos conversaban en la acera, en frente de sus negocios. En estos corrillos, que husmeé durante el tiempo posible para un peatón de paso lento que mira interesado un vestido de primera comunión de encajes bordados con perlas diminutas, pude percibir el linaje árabe del sector, pues los ojos claros, las pieles morenas y un acento con eses vibrantes, caracterizaban a los hombres y mujeres que sonreían y manoteaban en las aceras. Luego, los anuncios confirmaron toda sospecha: “Centro Comercial Palestina” y “Textiles Said”, fueron algunas de las claves que delataron una tradición de viajeros y comerciantes amantes de la elegancia.

Mi andar voyeurista, no obstante, tenía un objetivo: comprar una boina para un amigo. Luego de un hermoso catálogo de vestidos flotantes en urnas de cristal, llegué a una exhibición de personalidades apiladas en hileras medianas. Bastaba una mirada fugaz para traer al pensamiento a los vaqueros de Malboro, a Charles Chaplin, a Carlos Gardel, a los conejos de los actos de magia, a las bellas mujeres de los años veinte con perlas y mucho maquillaje, a las brujas y a los bohemios que fuman y miran el horizonte. Los sombreros, a pesar de estar exhibidos uno encima de otro, parecían tener un misterio que esperaba la cabeza adecuada para revelarse. Algunos bailaban, otros cabalgaban y los más cándidos solo caminaban en una tarde soleada. Durante la búsqueda de la boina tuve el grato encuentro con frases como “Hecho en Palmira” y “100% Industria colombiana”, que me recordaron que no todo está hecho en China o en Taiwán.

Encontré lo que buscaba y finalicé con un buen tinto, de menos de mil pesos (toda una rareza en el centro de la ciudad), en una cafetería sobre la carrera 8, en la que hombres muy distintos, desde colombo-árabes hasta ultra rolos, tomaban onces y padecían los ires y venires del balón en el clásico entre el Real y el Atlético.

Philiangelus

Me invade una sensibilidad torpe e imponente. Siento que todas las raíces me pertenecen, pero no dejo de sentirme extranjera. Por eso sigo buscando: el extravío es mi hoja de ruta. Como lema: amar profundamente, recordando que en la vida, como en la música, cada segundo cuenta, así solo se perciba silencio.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s