Poemas de ‘Tierra de promisión’, de José Eustasio Rivera

Imagen: Alstroemeria ovata.Real Expedición Botánica del Nuevo Reino de Granada. CSIC.

 

Nos parece que la obra de José Eustasio Rivera ofrece dos miradas distintas de la Selva, por un lado, la presente en Tierra de promisión (1921), libro de poemas donde la Naturaleza, en su estado puro, es la protagonista, en un ámbito de tan alta expresión formal y evocación poética, y en segundo lugar, la mirada de La Vorágine (1924), donde ya el ser humano entra a protagonizar pero la devastación y el exterminio. Por lo tanto, en nuestra edición de febrero de 2019 compartimos con ustedes una muestra de poemas y la primera parte de la clásica novela del autor colombiano.

 

 

Tierra de promisión

José Eustasio Rivera

 

Prólogo

Soy un grávido río, y a la luz meridiana
ruedo bajo los ámbitos reflejando el paisaje;
y en el hondo murmullo de mi audaz oleaje
se oye la voz solemne de la selva lejana.

Flota el sol entre el nimbo de mi espuma liviana;
y peinando en los vientos el sonoro plumaje,
en las tardes un águila triunfadora y salvaje
vuela sobre mis tumbos encendidos en grana.

Turbio de pesadumbre y anchuroso y profundo,
al pasar ante el monte que en las nubes descuella
con mi trueno espumante sus contornos inundo;

y después, remansado bajo plácidas frondas,
purifico mis aguas esperando una estrella
que vendrá de los cielos a bogar en mis ondas.

 

Primera parte

IV

La selva de anchas cúpulas, al sinfónico giro
de los vientos, preludia sus grandiosos maitines;
y al gemir de dos ramas como finos violines
lanza la móvil fronda su profundo suspiro.

Mansas voces se arrullan en oculto retiro;
los cañales conciertan moribundos flautines,
y al mecerse del cámbulo florecido en carmines
entra por las marañas una luz de zafiro.

Curvada en el espasmo musical, la palmera
vibra sus abanicos en el aura ligera;
mas de pronto un gran trémolo de orquestados concentos

¡rompe las vainilleras!… y con grave arrogancia,
el follaje embriagado con su propia fragancia,
como un león, revuelve la melena en los vientos.

XV

Sordo vuelo de abejas resplandece en la copa
del follaje, agobiado por el boa sombrío;
y meciendo las ramas, con procaz vocerío
se desbandan los monos en elástica tropa.

De la fértil mimbrera que los lindes arropa
gruesos gajos desgránanse cual sonoro rocío;
y en su busca, saliendo de las quiebras del río,
gruñidora manada por la selva galopa.

Coruscantes los ojos y la cola rastrera,
un jaguar convulsivo tras los troncos espera
replegando los nervios de la zarpa brillante;

y con súbito golpe, bajo el salto violento,
hace presa, y al trueno del rugido triunfante
corre sobre los montes hondo estremecimiento.

 

Segunda parte

 

II

En un bloque saliente de la audaz cordillera
el cóndor soberano los jaguares devora;
y olvidando la presa, las alturas explora
con sus ojos de un vivo resplandor de lumbrera.

Entre locos planetas ha girado en la esfera;
vencedor de los vientos, lo abrillanta la aurora,
y al llenar el espacio con su cauda sonora
quema el sol los encajes de su heroica gorguera.

Recordando en la roca los silencios supremos,
se levanta al empuje colosal de sus remos;
zumban ráfagas sordas en las nubes distantes,

y violando el misterio que en el éter se encierra,
llega al sol, y al tenderle los plumones triunfantes,
va corriendo una sombra sobre toda la tierra.

 

VIII

Destacada en un cielo de turbia lontananza,
con taciturno porte, sobre el peñón sombrío,
un águila perínclita se envilece de hastío,
enamorada ilusa de un sol que no se alcanza.

Ella, que ayer mantuvo con los vientos su alianza,
sabe que todo vuelo sólo encuentra el vacío;
y enferma de horizontes, triste de poderío,
busca en la paz el último sueño de venturanza.

Ante el astro que muere nublando el hemisferio,
siente el heroico impulso de rescatar su imperio;
mas otra vez con grave cansancio de grandeza

el ala perezosa sobre la garra estira,
e irremediablemente desconsolada mira
que en el azul tedioso la oscuridad bosteza.

 

Tercera parte

 

III

Atropellados, por la pampa suelta,
los raudos potros, en febril disputa,
hacen silbar sobre la sorda ruta
los huracanes en su crin revuelta.

Atrás dejando la llanura envuelta
en polvo, alargan la cerviz enjuta,
y a su carrera retumbante y bruta,
cimbran los pindos y la palma esbelta.

Ya cuando cruzan el austral peñasco,
vibra un relincho por las altas rocas;
entonces paran el triunfante casco,

resoplan, roncos, ante el sol violento,
y alzando en grupo las cabezas locas
oyen llegar el retrasado viento.

 

XXVI

Cubre el silencio la bruñida arena
que el ancho cauce al horizonte explaya;
y allá en las selvas de azulina raya
sube un cantar bajo la luna llena.

Mientras la linfa su rumor serena,
al par que el astro, la canción desmaya;
y dulcemente en la brumosa playa
se inunda el aire de ignorada pena.

Junto al reflejo que la hoguera enciende,
están los bogas con atento oído;
¡nadie escuchó lo que la noche entiende!

Todos me ven con estupor, y en tanto
que no perciben ni el menor ruido,
sigue en mi absorto corazón el canto.

 

Selección hecha a partir de la edición de la Biblioteca Nacional de Colombia, 2015.


José Eustasio Rivera, Revista LiterariedadJosé Eustasio Rivera. Nacido en 1888 en un pueblo cercano a Neiva, Huila, llamado San Mateo, que después de su muerte cambió su nombre por el apellido del escritor.

Graduado en derecho en la Universidad Nacional en 1917, fue abogado de una comisión limítrofe y en tal calidad conoció las selvas colombianas y las condiciones de vida de sus habitantes. Esta experiencia le sirvió de inspiración para su gran novela, clásico de la literatura hispanoamericana, a la que puso por título La Vorágine, publicada en 1924. Decenas de ediciones colombianas e internacionales, con traducciones incluso en ruso y en lituano, aparte de los idiomas de Europa occidental, dan fe de su merecida fama.

Aparte de novelista de la selva, José Eustasio Rivera fue prolífico en la poesía, conociéndose de él cerca de 170 poemas y sonetos de talante modernista. Rivera comenzó a escribir poesía desde sus años escolares, y al terminar sus estudios universitarios ya había publicado decenas de composiciones, por lo cual no es de extrañar que su primer libro en grande fuera una colección de 56 sonetos, Tierra de Promisión, publicado por vez primera en 1921.

Biografía del autor tomada de la Biblioteca del Banco de la República.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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