Aún veo algunos dibujitos animados de Cartoon Network

Fotografía de Andrés Felipe Rivera (Instagram: andresriveraph)

Cargando algunas cervecitas de más en la barriga (cortesía de la Muestra de Teatro Alternativo de Pereira), Camilo Alzate conversó con William Guevara, actor, dramaturgo y director del grupo de teatro bogotano Púrpura CreaCtivo, sobre sus propuestas estéticas.

Tu trabajo muestra una influencia fuerte de eso que arbitrariamente se denomina “cultura de masas”: dibujos animados, cómics, videos musicales, series, telenovelas… ¿Fue buscado a propósito o iba apareciendo de modo inconsciente?

Uno comienza a mostrar las obras y a encontrarse con la gente que pone este tipo de preguntas, y ahí es cuando trata de analizarse, de escucharse, como situándose por fuera y tratando de ver qué es lo que le ofrece al público. Es lo que nos pasa con la voz propia: hablamos todos los días, pero cuando se graba y se escucha uno entiende que su voz es muy grave, o muy chillona, y no lo sabía. Creo que no sabría racionalmente decir cómo llegué a las cosas que aparecen en mis montajes, pero puedo pensar que desde los gustos se fue forjando una estética y un lenguaje. Y si, me encanta el cómic, aunque no los leo me gusta verlos por el manejo del color, por las escenas…

Justamente eso podría ser Bizarro: un cómic en escena. Yo suponía que era una elaboración pensada y consciente, un tipo que dijo “voy a hacer una obra con todos los elementos del pop art”.

Fue completamente espontáneo. Cómo llegué ahí, pues odio decirlo porque quizá suene un poco arrogante y es jarto que yo lo diga, pero sería igual al cantante que nació con su voz. ¿Qué haces con tu voz? La educas para que cante canciones. Esa es mi voz, nací con esa mirada. Siento que cuando construyo las obras con mi equipo estamos hablando mucho del color, no solamente como una composición que llena los ojos, sino también a través del sonido. He tenido esa gama de colores durante mucho tiempo y por una necesidad de contar historias descubrí el teatro como el vehículo para exponer esos colores.

No, no me enredés, estoy seguro que en la infancia –como yo– mantenías viendo muñequitos y videos de MTV.

Claro, tú lo has dicho, el buen MTV de los años 90. Aún veo algunos dibujos animados de Cartoon Network, más que ver televisión me gusta ver comerciales y más que pelis me gustan los videos que me cuentan una historia en tres minutos. Pero es como cuando vives en Pereira y tienes un acento, no sabes que lo tenías, hasta que lo reflexionas y dices “¡claro, hablo así porque generalmente alargo las vocales al final!”. Después de la tercera, cuarta, quinta obra comienzo a analizar que tenía ese acento, esa voz, y encuentro también que me gusta Tim Burton, me gusta Pedro Almodóvar por su forma de hacer las frases de modo inconexo pero siempre dentro del mismo universo que le permite construir una verdad.

El teatro canónico colombiano no dejó huella en tu obra. Nada que ver con el TEC, la Candelaria, Matacandelas.

Bueno, voy a tratar de ser honesto, antes me daba mucha vergüenza. Yo llegué a la Candelaria hasta hace cuatro o cinco años, fue la primera vez que vi una obra de ellos. Pero es porque en general llegué tarde al teatro, me gustaba más la pintura –vuelvo a los colores–, después comencé con la danza, pero además no soy un hombre intelectual, ni racional, sino más bien de hacer, entonces dije “hagamos teatro” y con los chicos nos preguntamos cómo lo queríamos contar: “ah, yo vi un video así, me gustaría que igual que en los Simpsons esto, me gustaría aquello” y así más o menos se fue dando. Luego voy a revisar los otros y comienzo a hacer mi tarea muy juicioso: visitar la Candelaria, el Teatro Libre, a Fabio Rubiano. Eran trabajos y artistas a quienes no reconocía su valor, y era importante hacerlo, todos me decían “oye es importante que revises para aprender”. Siento que no hablamos de lo mismo, ni tenemos los mismos intereses, la estética es muy diferente, y nunca seré como ellos, pero los respeto. Yo le apuesto a que las herramientas que trato de pulir en cada obra sigan en una búsqueda completamente personal, ya que nacen de mi necesidad, no de la necesidad de una sociedad que pone esta o tal forma. Todas las cosas aparecen por una necesidad y para mí escribir teatro lo fue. Yo me di cuenta que era dramaturgo diez años después de arrancar con mi grupo, duré diez años escribiendo, montando, dirigiendo y actuando, pero sólo me veía como actor, que fue lo que estudié, además de noche y sólo por dos años en la academia Charlotte. Tuve un maestro muy valioso que lo que nos enseñaba era “proponga, proponga”, y fue un juego divertido porque entré sin muchos prejuicios.

Evidentemente lo tuyo no tiene pretensiones intelectuales. Es muy fresco, asequible la gente común, no es para los cuatro gatos que saben de y van a ver teatro. Yo creo que es una estética original que marca una ruptura, pero alguna gente dirá que es basura, puro arte de masas peor que el Stand Up Comedy.

Están en un error. Si algo tengo claro es que esto resulta más complejo que otras cosas, incluso más complejo que un Stand Up Comedy, que puede ser a su vez más complejo que el mismo teatro. Hay unas convenciones que nos han dicho: “si no es así, entonces no es teatro”. Pero si tu vas al trasfondo de mis obras –y espero que esto no quede grabado y estemos aquí simplemente en una conversación a medianoche medio ebrios– podrás asegurar que detrás hay una telaraña de elementos que vale la pena revisar, pero dejémoslo para dentro de cincuenta años que alguien esté interesado en hacerlo. Hay quien lo ha hecho ahora con “Sonrisa de piraña” y me dice: “Oye, sí, estás hablando de política, estás viendo un pedacito de país, no es trivial”. Sin embargo, nos gusta trivializar, claro, pues el humor es clave, romper las formalidades, hablar de temas que nos atraviesan pero como no somos intelectuales elegimos otras formas de tratarlo, otra manera de charlar sobre las cosas. Detrás de estas obras hay cosas inteligentes, es la gente inteligente la que se sabe divertir con ellas.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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