Foto: Mahnoor Hussain.
Presentamos una selección de poemas donde susurra la herrumbre del tiempo y los fantasmas del poeta chileno Iván Quezada, quien ejerce además como editor y periodista.
La pensión
Estoy en una pensión cubierta de polvo,
habitada por desconocidos que nunca ven el sol
En el vestíbulo una mujer dice:
«todo es una equivocación de la ciencia»
Alguien responde que se habla por arrogancia
Yo mismo explico que nada tiene importancia,
salvo soñar un mundo inexistente
Recuerdo una lluvia de infancia
en que vi palomas bajo techos de zinc
Busco a alguien y le pregunto
el significado de las palomas,
la lluvia y los techos
Pero es un burócrata del inconsciente
y me manda consultar a otro lado
Paso de una pieza con gente
a otra abandonada,
sin encontrar la respuesta
Mi vida entera sucede en un soplo,
perdido todo mi tiempo en nada
Deseo despertar,
salir de los cuartos azumagados
e irme de paseo por una ciudad de cristal
Lo consigo cuando me veo
en la casa de mis padres
y voy al patio y descubro
el jardín iluminado con antorchas
La imagen en un parpadeo
se convierte en una añoranza
Y así vuelvo a vivir toda mi vida
Siempre cuando llego al final
regreso al principio,
eterno como un niño que se ríe
de la muerte.
Grillos, agujas o alfileres
¡Grillos, agujas o alfileres!
Hoy fue un día perdido
en que lo único que hice
fue hablar
No hubo oportunidad
para que el tiempo
se escurriese como el agua
por las esclusas
ni el aire se adelgazara
en un suspiro
La ronda de los niños
giró como una estrella desbocada
hasta caer a mis pies
como un gorrión muerto.
Un fantasma me tocó el hombro
Un fantasma me tocó el hombro
Creo que fue una mujer,
lo hizo para recordarme
que estoy solo, viejo y cansado
como un adolescente…
¿O fue por otro motivo?
Difunta
Nada ha cambiado desde la última vez
en que te recordé
Siguen pasando las desechas horas
como las camas de un hospital abandonado
Y sin embargo
descubro que el tiempo ya te olvidó
¿Con qué derecho moriste
antes de conocerte?
Eras el día a día,
la certeza de que un minuto
seguía a otro
Tu rostro fugaz
fue una trampa perfecta
Te miré tanto tiempo
para contarme una historia de amor
con un final feliz
Eras la fruta del sur,
la luz originaria
en el fin del mundo
Madre de hasta quienes la amaban,
de sus maridos
y de los amantes que soñaba,
un día simplemente alguien escribió
su epitafio y apagó para siempre
el computador.
Clase Obrera
Pan de obrero, inflación silente.
El tiempo enciende los elementos,
la nocturna hoguera permanente
en la semilla del fatal tormento.
Despunta la luz en la faena ruin
como la tristeza sin esperanzas,
que nada recompensa en el confín
o súbito final de las andanzas.
Trabajador eres, lo sentenciaron.
Y aunque no entendió su pecado,
con indiferencia lo sepultaron.
Su dignidad, el pecho perforado:
es la historia que le heredaron,
su pena cumplida en el ocaso.
Mi nombre es Iván Quezada, nací en Valparaíso el 18 de enero de 1969. Me titulé de Periodista en la Universidad de Chile, en Santiago. Luego fui redactor de Cultura de casi todos los medios escritos de la capital y también en Valparaíso, para finalmente desempeñarme como Editor General de la Revista Rocinante. Cuando este medio desapareció el 2005, decidí dedicarme a la Edición Literaria y publicar mis propios libros. He trabajado como editor en las editoriales Random House, OjoLiterario o Mago Editores. Más tarde opté por crear mi propia editorial, El Español de Shakespeare. Paralelamente publiqué mis libros Elefantes y Cisnes (novela breve, 2002, TiempoNuevo), Los Extraños (cuentos, 2005, Tajamar), Escritos de ningún lugar (miscelánea, 2010, Mago Editores), Playa Las Dichas (poemas, 2011, Mago Editores), Decepción del mundo (poemas, 2013, El Español de Shakespeare) y El Estudiante de Poesía (poemas, 2016, OjoLiterario). Tuve el honor de editar los libros de Armando Uribe, Óscar Hahn, Poli Délano, Gabriel Salazar, Álvaro Jara, Marta Blanco…