Desde el espinazo de la noche, libro del nicaragüense Daniel Ulloa

La importancia del poeta en la historia de un pueblo, de una cultura, de toda civilización es una constancia regular de orden casi científico. Allí donde hubo florecimiento espiritual estuvo siempre el cantor, aquel que celebra mediante el don de la palabra. Y allá donde predominó la decadencia también hubo poetas que atestiguaban el infortunio particular del desorden social en los periplos de la especie humana. Homeros, Rimbauds y Rubén Daríos han germinado en las páginas de las necesarias biografías de la lírica universal -cada uno en su idioma- potenciando en su conjunto el propio embellecimiento del lenguaje humano, de la metáfora y de la analogía, del hecho poético en sí mismo.

Sin embargo de un tiempo reciente acá parece que la disolución del sujeto creador en su sentido tradicional va de la mano de la práctica desaparición del lector cómplice, la literatura en los tiempos de Internet multiplica las potencialidades de interconexión pero desbarata el contacto directo con el libro de autor que durante siglos fue el testimonio vital de influencia y retroalimentación. Tampoco el mercado del libro facilita que un joven autor nicaragüense acceda por la vía natural del español a las miles de librerías y a los depósitos de cultura virtual que se presuponen por el avance de las condiciones de accesibilidad cultural. Tal vez debido a la desproporcionada aceleración de los acontecimientos globales y el impacto sustantivo de los mass media en la vida cotidiana, el incremento de la presencia de lo poético en el régimen de experiencias ciudadanas se encuentre en un estado tirante a lo frío, distante y ocasional.

Puede que la excepción sea entonces la regla que bendiga el apogeo de una obra poética y que el hallazgo de una voz procure sus mieles en el decurso aleatorio de las irregularidades y predestinaciones. Sea como sea, un libro de poemas siempre será una riqueza en el plano de las ideas, del intercambio cultural y del diálogo generacional, prueba empírica del acaecer de la vida en cualquier punto del planeta y reproducción objetiva de un hálito personal que llega a la mano del lector con los peligros inherentes de pasar desapercibido ante sus ojos bajo el reinado del consumismo generalizado y las indiferencias del estatus quo literario policial.

La poesía fue para una élite de palacio y también batió sus alas en plena calle, ha sido acelerador de partículas en la estela de las revoluciones y también cómplice de imperios y dictaduras. Su materia prima es el lenguaje, los sueños y el mundo. De ahí que cuando un poeta joven nicaragüense, residente en Alemania, acomete el vértigo intransferible de publicar en solitario un libro propio de poemas titulado “Desde el espinazo de la noche”, se vea implicado desde un principio a ser considerado por su toma de partido en las diferentes coordenadas antropogénicas del idioma, avenirse al combate ideológico que resulta fundamental en el universo de la lírica para que cada poema suyo no devenga en subproducto comercial, en otro silencio más de los muchos que engorda la crítica académica oficial, en la pugna simbólica que proviene de los albores de la civilización cuando toda palabra se convierte en transmisión de valores, violencia desatada, vehículo de sentimientos y sublimaciones, otra voz legítima en el mundo de la vida.

Y precisamente Daniel Ulloa, aun siendo autor de otros poemarios como “La música nos mece” e “Inpúribus”, fundador en su país del grupo literario Tarantela y poeta presente en diversas antologías y suplementos internacionales, aparece ante la vista -transfigurado entre sus poemas originales- a la manera de un náufrago migrante del verbo, guitarra en mano, que subvierte con la nobleza del autor novel y desde la raíz la convención ritual del yo estándar, volcándose en un personaje que tanto ama como se desvive en el deambular de las existencias.

La escritura del joven nicaragüense está cargada de futuro, reflexiona sobre la identidad personal y ofrece una alteridad deseada, conjuga la elegancia y lo lúdico, junto a la radicalidad del testimonio y de la confesión. Entre sus páginas hay una complicidad madura para la generación de la simbiosis lectora, hay metaliteratura, graffitis, citas por doquier de personajes, dramas y conflictos actuales. Abunda el goce por la literatura amatoria, con el desgarro y el ensueño que transitan en el verso consciente. Un libro de poemas, su libro -ganador de la convocatoria del Centro Nicaragüense de Escritores- que motiva la vuelta a la belleza tangible y real del libro de autor, con un grito extensivo de proclama vitalista y desafiante a la vorágine masiva de lectores anónimos, cuya mirada requiere detenerse en el espinazo de la noche de la voz de otro poeta cuya fuerza mantiene el pulso decisivo que la poesía afronta en este nuevo siglo contra el desolador panorama de la deshumanización total, del bombardeo selectivo y las políticas del fondo monetario, de las fronteras a pleno sol y las libertades vigiladas.

Samir Delgado

(Islas Canarias, 1978) Poeta, activista, crítico de arte y periodista freelance. Director del Festival 3 Orillas y el Tren de los Poetas. Residente en México

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