Cantos de libertad: Oralitura Guaraní

Ilustración de Andrea Agudelo. Cortesía de El Dibujadero.

Selección del ensayo Cantos de libertad: Oralitura Guaraní, de Hugo Centurión

 

Libertad, palabra sagrada

Los Guaraní tienen necesidad del canto. Pero: ¿Qué tiene que ver el canto con la libertad? Nada en este mundo puede impedirle al indígena Guaraní sentirse nacido para la libertad. Por la palabra está capacitado para expresar lo que piensa. Es innegable el nexo íntimo entre la cultura de un pueblo y su lengua. La lengua transmite no sólo contenidos sino una cosmovisión particular del mundo, sin olvidar que la lengua no es la única forma de comunicarse. Cada canto, es un canto para la vida, si se quiere decir así, pero no para el consuelo. El canto anuncia esa parte libre de nosotros mismos. El canto es uno de los atributos de Dios; la escritura es obra de los hombres, esta es la razón por la que muchos siguen rehusándose a aceptar la escuela.

Los cantos son palabras sagradas, de ahí que la libertad es una palabra sagrada. A través del canto uno es libre, se puede pensar en el ideal de «Tierra Sin Mal-Yvy Marane´ỹ», como posibilidad siempre deseada. Si se les roba la posibilidad de cantar, la cultura Guaraní no es posible. La sociedad sucumbiría si el canto se extingue. La sociedad Guaraní es una sociedad que aspira a ser liberada de este mal presente (mundo imperfecto)[1], se rebela contra ella a través del canto, pero desconoce esas otras actividades más elevadas y significativas por cuyas causas merecería ganarse esa libertad.

El indígena Guaraní es un «jara´ỹ», sin dueño, es libre; esa libertad que consiste en ser dueño de sí, sin que nadie me impida serlo. Se es libre cuando se es uno y único. Se es libre cuando no se es dominado. Cada hombre tiene su carácter, sus habilidades, sus aspiraciones y sus fines específicos. Es posible afirmar que la identidad Guaraní se siente en distintas formas o con distintas intensidades. Lévi-Strauss en sus estudios ya habla de que cada hombre es un fenómeno completamente distinto: «Los hombres no son todos parecidos, y aun en las tribus primitivas, que los sociólogos han considerado como aplastadas por una tradición todopoderosa, esas diferencias individuales son percibidas con sutileza y explotadas con tanta aplicación como en nuestra civilización llamada «individualista»».

Según Georges Bataille: «La libertad no es otra cosa que disponer plenamente del instante presente (¿soy libre si tengo algo que hacer?). Soy libre viviendo actualmente, para un ahora y no para un más tarde. Pero el instante que vivo en el aislamiento aceptado, el del malhechor o el vicioso, como un fruto comido en prisión, tiene un gusto a sombra húmeda y a relajamiento. No vivo en el instante plena e íntegramente sino con una condición: no ocultarles mi plenitud a mis semejantes. Dicho de otro modo, mi integridad sólo me pertenecerá si coincide con la integridad de los demás». Se necesita de vida para ser libre, por eso en el mito de los gemelos, el hermano mayor «Kuarahy» canta-reza, esperando que con eso su madre resucite; se necesita de vida para tener libertad.[2] Si uno muere, ya no está allí para sentir ese último instante, seguro lo presentimos; en la vida, sólo podemos elaborar ficciones a partir de muertes ajenas; la muerte también quedará en la nebulosa, si es o no es libertad. La muerte sigue siendo el más fascinante de los misterios, es inaccesible; se tiene ideas de la misma, por eso la idea de la muerte nunca dejará de ser precisamente eso: idea, imagen, vacío. Es un pensamiento, entra y sale de la mente, pero hasta ahí; nadie conoce de la muerte. Con la muerte se vuelve a la tierra y uno se vuelve insignificante. Morirse es el acontecimiento más vacío que puede sucederle a un hombre, de tan vacío se queda sin palabras, sin alma, sin nada. Hoy en día, muchos indígenas Guaraní siguen suicidándose, al ver tanta desolación a su alrededor, piensan que la vida en este mundo ya no tiene sentido. ¿Qué más les da morir, si ya no pueden cantar ni bailar? En situaciones como éstas, es tan grande la lucha por la libertad, que se llega a amar a la muerte. Una libertad tan riesgosa, con un precio muy alto, altiva y sin límites, que a veces lleva a la muerte. Se encierran tanto en su yo los que han tomado esta decisión, que saben morir en la soledad, apartados en sí mismos. Es la palabra-alma la que va perdiendo fuerza-sonido hasta quedar en silencio. Si voy demasiado lejos con la soledad y me retraigo a un ámbito demasiado pequeño, me ahogaré y moriré. Lo que deja de enseñanza: «la palabra ya no tiene cabida en este mundo y es mejor morir para que sea más llevadera la búsqueda de la libertad». Señera muerte.

La gran utopía

El sueño de todo Guaraní es llegar algún día al «Yvy Marane´ỹ», y por qué no, si el hombre nace para ser Dios; y me interrogo como muchos indígenas lo hacen: ¿qué es un Guaraní sin tierra? No me imagino qué sería de los Guaraní sin el «Yvy Marane´ỹ», que es como la vida misma; tiene alegrías, cansancios, esperanzas, trastornos. La Utopía[3] del «Yvy Marane´ỹ» es atrapante, pues es una de esas dudas metafísicas, ese «algo» que uno busca en vida, es una búsqueda de la verdad. Mucho se ha escrito sobre el mismo y mucha tinta todavía se verterá sobre el tema. Todos buscamos la felicidad, y el «Yvy Marane´ỹ» es un valor espiritual para el indígena Guaraní, es una eterna creencia colectiva en la felicidad.

Pero con el «Yvy Marane´ỹ» sucede lo que sucede con los horizontes, hay que hacer algo más que mirarlos desde lejos: hay que caminar hacia ellos, conquistarlos y ganarlos. La mítica tierra sin mal está más allá, siempre más lejos, inalcanzable. En este sentido, la migración sería una constante. Creo que aquí encaja lo dicho por Ortega y Gasset: «No se puede ir al Dios que se ama con las piernas del cuerpo, y, no obstante, amarle es estar yendo hacia Él. En el amar abandonamos la quietud y asiento dentro de nosotros, y emigramos virtualmente hacia el objeto. Y ese constante estar emigrando es estar amando». Es evidente que estamos pisando la tierra de las imperfecciones, y el camino que conduce a la tierra perfecta sigue cerrado. El sociólogo Ramón Fogel apunta: «El yvy marane´ỹ como imaginario colectivo, que constituye un componente central de la ideología Guaraní, ya antes de la conquista, expresa una esperanza, en tanto utopía que se busca llevar a la realidad; se trataba de una ilusión que unificaba y era capaz de mover a la acción colectiva que permitía a los indígenas proyectar sobre el futuro lo deseable; las creencias religiosas en el caso de los Guaraní orientaron la acción colectiva en sus formas y en sus objetivos». El «Yvy Marane´ỹ» como pensamiento utópico y el empeño en materializarlo no es algo gratuito de la cultura Guaraní. Igual que el sueño es el descanso del ser humano, sin el cual no puede vivir, el «Yvy Marane´ỹ» es el descanso de la cultura, aquello sin lo cual ésta tampoco puede existir. Hay que perseguir los sueños, éste es uno de ellos.

Hélène Clastres puede resultarnos aquí de ayuda: «La ausencia de mal –la Tierra Sin Mal- es el contraorden. No es casualidad que las únicas actividades sociales destinadas a persistir en la Tierra Sin Mal sean las fiestas de bebidas; estas fiestas son también en la sociedad la expresión del contraorden (al mismo tiempo, por cierto, que el medio de controlarla). En fin, la Tierra Sin Mal es el lugar de la inmortalidad mientras que, aquí abajo, los hombres nacen y mueren, como si ésta fuera la correspondencia entre el orden social de las reglas (el cual implica intercambio matrimonial, trabajo, etc.): como si bastara con abolir aquél para liberarse de éste». ¿Qué será de la reciprocidad en el reino de la abundancia? Sería aburridísimo estar en un lugar donde no es necesario trabajar, en donde uno no envejece, donde todo el día hay fiesta. Algo hay que hacer; no creo ni se me pasa por la mente que puedan hombres-dioses convivir en un lugar así. Nos enfrentamos a la posibilidad de una sociedad de agricultores sin trabajo, incluso sin canto, es decir sin actividades que hacer. En relación Nietzsche escribe: «El viejo Dios, todo ‘espíritu’, todo pontífice, todo perfección, se pasea por su jardín, y se aburre. Ni los dioses pueden evitar el aburrimiento. ¿Qué hace Dios para remediarlo? Inventa al hombre, puesto que el hombre es entretenido». Todos aspiran a ir junto al Creador, pero también saben que en cierto momento Él descenderá de nuevo del cielo a la tierra, en donde las cosas se invertirán; nuevamente se producirá la transformación del héroe mítico en héroe terrestre nacido de padre/madre. Ahora, no seamos ilusos: no es ilusión la utopía, sino creer que los ideales se realizan sin esfuerzo y sin sacrificio. Hay que trabajar y trabajarlos; sólo a los hombres más espirituales les es permitida la belleza, lo bello, es un otro del hombre, un hombre nuevo, pero para eso debemos tener una sociedad nueva. Como sostiene Foucault, «el sujeto es una construcción social, construyendo otra sociedad podremos tener otros sujetos». Los cambios se realizan desde el interior de las sociedades, no los hay que esperar desde la ciencia ni desde afuera. Y es aquí donde el «teko» continúa siendo el motor de la resistencia y funciona como palanca para desencadenar los procesos de cambios internos.

La historia semántica del término «Yvy Marane´ỹ», de suelo virgen hasta tierra-sin-mal, probablemente no está desligada de la historia pre-colonial y colonial que los Guaraní han soportado. De este cambio semántico los jesuitas tampoco estuvieron ajenos. Hélène Clastres refiere: «Pues los jesuitas sustituyeron a los profetas en la misma empresa, y tenían todos los medios para triunfar allí donde los otros no podían sino fracasar. En consecuencia, a las razones de orden psicológico que podemos invocar para explicar su éxito, como ser que el poderío de estos nuevos profetas no podía dar motivo a la protesta (efectivamente, iban a liberar a los guaraníes de la encomienda; les anunciaban que la Tierra Sin Mal era accesible, pero después de la muerte…) en fin, en ningún plano sus promesas eran vanas, hay que agregar una razón de orden sociológico: las treinta ciudades del estado jesuita constituían el advenimiento de una forma de poder político hacia el cual tendían las ciudades tupí-guaraní, pero que éstas indudablemente no hubieran realizado, por haber desarrollado, con el profetismo, una religión que la rechazaba». Acá de un lugar-suelo donde vivir según el modo de ser, tierra física, como es en su antigua acepción, y a la vez mística, en donde se podía unir el cielo y la tierra, se pasa entonces a un lugar en donde van las almas después de la muerte en una especie de paraíso; se pasa del indígena caminante a uno sedentario.

La Utopía indica el canal de unión entre el Cielo y la Tierra, la vía en la que se producen la materialización del espíritu y la espiritualización de la materia. Su ascetismo ya no tiene por objeto la felicidad del individuo en este mundo, sino en el otro; es «una cierta forma de práctica, que debe tener por elementos, por fases, por progresos sucesivos, renuncias cada vez más severas, con la renuncia de sí por finalidad última». El auténtico florecer de la vida del espíritu se produce fuera del mundo, el lugar donde se quedan los elegidos no aparece sobre la tierra; implica un lugar nuevo aunque no desconectado de éste porque lo divino es trascendental. Lugar donde uno se olvida de este mundo. El mundo presente representa lo negativo, malo y corrompido. La transición de este presente al futuro definitivo no se presenta como un proceso gradual, sino como un salto revolucionario a otro nivel de existencia no conocido, totalmente distinto. En palabras de Hélène Clastres: «En efecto, para alcanzar la Tierra Sin Mal es menester, como lo hemos visto, no pertenecer más a una comunidad, situarse literalmente fuera de la ley y por esa vía igualarse a un Dios». He aquí se cumpliría el gran sueño del hombre de sentirse Dios. Juzgar, decidir y pensar por los demás, presente en el pensamiento Guaraní, sus dirigentes espirituales, aunque a lo sumo se consideran alguien que sabe de todo un poco, aspiran y creen poder llegar a la perfección.

Pero la Utopía del «Yvy Marane´ỹ» no tiene lugar en este mundo, ¿dónde se le ubica? Lo ubican en el tiempo y en el mundo (historia, cultura, literatura), pero solo un instante en el tiempo, una posibilidad deslumbrante de la imaginación; hay que buscarlo no en el presente, pues lo más cercano al presente es lo absoluto. No será aquel Paraíso Terrenal que el Gran Almirante afirmaba haber divisado en algún paraje –o serán sólo sueños como todos dicen conocer- con sus montes azules, en palabras de Carpentier. La ambivalencia constitutiva de la persona humana, hace que la vida en la tierra mala sea una prueba, dependiendo de cada uno realizarla de acuerdo al modo de ser bueno o malo. Una vida de acuerdo al «teko marangatu» modo de ser bueno, no es sino la condición necesaria e insuficiente para acceder a la «Tierra Sin Mal», pues también debe uno estar en condiciones de escuchar las palabras enviadas de arriba, las que descubren el camino, y finalmente por medio de ejercicios llegar al «kandire[4]«, sin tener que morir: cantando y rezando.

¿Qué pasará con el «Yvy Marane´ỹ» más adelante? ¿Estamos ante su muerte? Siento pesimismo, pero no muchísimo. Llegará el momento en que el «Yvy Marane´ỹ» se haya apartado de la vista del Guaraní; se volverá borroso, casi invisible. Para muchos la vida ya se vive de un día para otro, «hasta que súbitamente o por circunstancias extrañas se deja de vivir un nuevo día», y sólo se acuerdan del «Yvy Marane´ỹ» como un lugar en donde se puede encontrar la tan ansiada tranquilidad del espíritu. Al parecer nos están diciendo: ¡Déjennos vivir tranquilos por lo menos en lo poco que nos queda! Ya no esperan nada de nosotros, llevan años esperando con dolor, y es mejor resignarse en la tranquilidad del espíritu, del canto, aferrarse a esa palabra que sigue prendida del amor a la libertad y a la justicia.

Hay que esforzarse por alcanzar el «Yvy Marane´ỹ», concebir una libertad perfecta, no esperanzarse con alcanzarla. Se debe buscarla con la esperanza de alcanzar-lograr una libertad menos imperfecta que la condición actual, siempre lo mejor es concebible como lo perfecto. Sólo podemos dirigirnos hacia ese ideal que es la «Tierra Sin Mal». Es utópico, inalcanzable, es un sueño, pero se diferencia de este último porque guarda relación con la realidad. Por la realidad que vivimos, no puede tener cabida en ella, un hombre con todo el gozo y la menor cantidad de fatigas que padece; el hombre siempre tiene necesidad. En «Hijo de hombre» de Roa Bastos, así termina una cita: «Una manera de huir del no-lugar hacia el espacio estable de los signos; una manera de buscar el lugar que se llevó nuestro lugar a otro lugar. ¿Y no es éste acaso el verdadero sentido de lo utópico?»

Con el «Yvy Marane´ỹ» llegamos a la conclusión de la inexistencia de la libertad como un valor humano, nombrándolo como un anhelo utópico, inalcanzable en esta tierra en la que nos encontramos, sombra y remedio de lo verdadero; no es que el hombre cometa errores, en ocasiones, sino que es, un error como la tierra. Error de tierra, en donde todo está desequilibrado, caótico y sin sentido.

El canto y su reto hoy en día

Si algo me ha sorprendido, y aún hoy me sigue sorprendiendo, es encontrar a cantores Guaraní (Oporaívas[5]), señores de la palabra. Pero de la mano a todo esto, hay una nueva generación embelesada con la tecnología, con otras expectativas, nuevos modos de vida, y uno se pregunta: ¿cómo hacer para que las nuevas generaciones se interesen por el canto, las narraciones? ¿Qué futuro les espera? ¿Podrá sobrevivir el canto sagrado? ¿Es posible seguir contando esas narraciones en los nuevos tiempos? ¿Estamos ante la muerte paulatina del canto? Si no ejercitan el canto, la cultura Guaraní parecerá desplazada por otra, este es uno de los retos.

Lo que una generación contribuye a la siguiente son los contextos de aprendizaje, en los cuales los novicios pueden redescubrir por ellos mismos lo que sus predecesores ya conocían. Uno descubre cosas que conocían sus predecesores pero al mismo tiempo descubre cosas nuevas. ¿Cómo lograr esto, si cada día son más los indígenas urbanos? El interés por su cultura es cada día menor, los montes se están acabando, muchas comunidades siguen esperando por un pedazo de tierra, por citar sólo algunos de los retos que se deben afrontar hoy; y la nueva generación, ante la disputa del presente, prefiere adoptar posturas y modos de ser de los karai-señores, ajenos a su cultura como una forma ficticia de escapar de la marginalidad y discriminación de las que son objetos. A todo esto, los señores de las palabras no encuentran el camino para hacer frente a esta problemática, ya no los escuchan los jóvenes. El canto ya no está de moda, sólo cantan los ancianos, la juventud se encuentra embelesada en otras cosas, sin darse cuenta de que son lo que son por el canto, por el canto son Guaraní. Bordieu dice que la eficacia simbólica de las palabras sólo se ejerce en la medida en que quienes la experimentan reconocen que quien la ejerce está autorizado para ejercerla. También dice que de ahí, la crisis del lenguaje religioso y su eficacia interpretativa no se reduzcan, como a menudo se cree, a la quiebra de un universo de representaciones, sino que represente también el hundimiento de todo un mundo de relaciones sociales, del que la crisis misma forma parte. Cuando la nueva generación lo ignora u olvida, cuando no existe ese reconocimiento tácito que se le debe conferir, el lenguaje está en crisis. Si bien no se ha perdido el alma, la palabra que fluye y se mantiene de pie, está escondida-silenciada desde hace más de cinco siglos.

Ya no soy igual que antes, ni ellos son los mismos; he y han perdido cierta felicidad. ¿Cómo se pierde la felicidad? Pierdes cierta felicidad cuando ves que el sistema económico vigente en el país (el agro-exportador en el caso de Paraguay) genera grandes desigualdades, cuando la brecha entre ricos y pobres es cada vez más grande, sólo por citar algunos. Los Guaraní de hoy cantan menos, aunque haya más razones para hacerlo, ¿serán menos felices que antes? Claro que son menos felices con un mundo que va a la hecatombe, cuando la supervivencia social se torna cada día más difícil. Pero de todo lo que pasan, lo más duro es que tienen pensamientos y cantos de hombres libres. Y nos preguntamos: ¿por cuánto tiempo más podrán perdurar estos cantos y expresiones literarias? Con lo poco que queda de selva, la ecología Guaraní, es difícil de mantener; el «tekoha» como espacio territorial en donde desenvolver el modo de ser, cada día ofrece menos posibilidades para sobrevivir, por la destrucción ecológica, y con ello aunque parezca imperceptible, se está produciendo un empobrecimiento cada vez mayor del lenguaje. Lo que para Luisa Etxenike, escritora donostiarra, es la necesidad de una ecología lingüística; las palabras también sufren atropellos, se expolian, se violan, se maltratan, se manipulan, desaparecen y hay que cuidarlas. Cada día es mayor la incógnita: ¿ko´ẽro, si amanece? Lo que nos hace pensar que estamos en el crepúsculo de una noche sin día; una alborada cada vez más lejana. Sin tierras, sin cultivos, sin lazos familiares, sin canto. ¿Qué les queda? ¿Qué consuelo tienen los que han perdido todo: el monte soporte del modo de ser, el canto con que se recibe cada amanecer, poesía que se acuna en sueños? Llenos de nada, recurrirán al suicidio como última válvula de escape de este mundo de imperfecciones, en donde nada es lo que debería, y ya ni se piensa en que pueda mejorar en otro mundo, que con la retórica tratan de infundir los chamanes. La culminación lógica del proceso de destrucción de todo aquello que puede hacerme daño es el suicidio. En tanto exista en el mundo natural, nunca puedo estar seguro por completo. En este sentido, la liberación total (como muy bien se dio cuenta Schopenhauer) sólo puede conferirla la muerte. Una de las fórmulas y divisa fundamental de Barrett es: esperar para no desesperar. «Analizad las virtudes viriles –dice-, y descubriréis que se reducen a una: la esperanza. No seríamos jamás constantes, heroicos, verídicos, pacientes, si no esperáramos, si no esperara nuestra carne; nuestra inteligencia, nuestro ser oculto, si no confiáramos, hasta durante la agonía, en los frutos del tiempo».

Cada día tendremos más indígenas en las ciudades, se ha vuelto incontrolable la situación, con más razón en las grandes ciudades, en donde las posibilidad de sobrevivir es mayor. No pudimos apagar el «teko-modo de ser» y ahora están regresando. La atomización de los sujetos acentúa aún más el distanciamiento respecto de los elementos culturales tradicionales, que caen en desuso o se convierten en indicadores sin espesor. Tienen ausencia de identidad porque están solos. La identidad sólo brota en la relación con los demás. Cuando se toman soluciones personales para cubrir las carencias, en lo simbólico se toman ideas de otras tramas o vivencias culturales, o por medio de la creación de nuevas referencias, estamos ante la aculturación. Si su lugar no es el campo, lo será la ciudad.

La búsqueda cultural de lo latinoamericano no implica el rechazo de lo europeo ni la generación discursiva de un antagonismo. Hay que tomar distancia de cierta posición costumbrista, la de aquellos escritores quienes insisten todavía en la creencia de que lo americano-indígena sigue siendo la aldea, una aldea en la que se ahogan en nativismo, un folclorismo; un costumbrismo estrecho que pone en entredicho sus pretensiones básicas. Es querer echarle toda la culpa de nuestras desgracias a Europa, o mejor dicho, a la cultura occidental; incluso algunos escritores como el poeta colombiano Willian Ospina, con su obra «Es tarde para el hombre», con un título desmoralizador, nos presenta a un reino del hombre que ha llegado a su fin, en donde se puede considerar a la humanidad en peligro de extinción; no sé si se lo puede comparar con Dostoievsky en esa obsesión por la desaparición de la raza humana o Kenzaburo Oé, Premio Nobel de Literatura 1994, obsesionado con la posibilidad de que la humanidad se destruya a sí misma. Sigue habiendo, por parte de muchos intelectuales y artistas literarios una antipatía histórica hacia los cambios que caracterizan a la sociedad moderna; pero el avance de la máquina, no puede detenerse ni se detendrá. Siempre me han dicho que cualquiera de los extremos no es bueno, no creo que estemos al borde del abismo, todavía es hora de mejorar. Tampoco caer en el error como lo hace Mario Vargas Llosa, de querer presentar a la modernidad con una visión demasiado agradable al decir: «De lo que sí estoy seguro es que no hay pueblo primitivo que no aspire a dejar de serlo –es decir, a tener escuelas, hospitales, protección legal, salarios dignos, oportunidades de mejora, a no vivir en la inseguridad y el miedo de lo que Marx (sí, Marx) llamaba ‘el cretinismo de la vida rural’- y la prueba es que todos los que han podido se han modernizado».[6] Responderé brevemente a esto diciendo: que el peligro no radica en el cambio en sí, sino en la imposición del cambio; hasta ahora la sociedad llamada por así decirlo occidental, no ha encontrado los mecanismos para un relacionamiento no traumático con las otredades. Se puede afirmar que: «Con más medios, más tecnología, más técnicas que antes, más influenciados por la modernidad, resulta que los indígenas son cada vez más pobres: son peregrinos con menos recursos».

Varias voces literarias en Latinoamérica siguen permaneciendo en el anonimato. Esto, debido en gran medida a los procesos discriminatorios silenciosos que sacuden en la esfera intelectual y cultural de nuestros países. Pero no importa, no le hagamos caso. Hay gente escribiendo, así que también hay que generar lectores, pero existe un problema en la difusión en general que no es un tema indígena propiamente tal; la difusión depende en mucho de lo que uno quiera lograr, sin dejar de lado que el indígena se mueve en otros espacios muy diferentes al nuestro. Hoy el conocimiento de la escritura abre posibilidades a las culturas orales como para la supervivencia de la humanidad, y en particular de las otredades que resultarían inimaginables sin la utilización de la escritura. La oralidad Guaraní seguirá produciendo cantos sagrados inalcanzables para los de culturas diferentes que conocemos y tratamos de hacer literatura, pero también a la par, seguirá produciendo grandes interrogantes con otros tipos de literatura. Lo ha dicho Julio Cortázar: «Siempre he pensado que la literatura no nació para dar respuestas, tarea que constituye la finalidad específica de la ciencia y la filosofía, sino más bien para hacer preguntas, para inquietar, para abrir la inteligencia y la sensibilidad a nuevas perspectivas». La oralitura Guaraní seguirá siendo un campo de lucha por el reconocimiento a las diferencias. El estudio de la oralitura Guaraní, desde el ser indígena, es todavía una materia pendiente y creo que ha de esperar algunos años, aunque se avizoran buenas perspectivas en el horizonte. Aquí se da lugar a la antropología endógena, que asume al indígena como propiciador de su propio pensamiento. Para la literatura indígena no basta con escribir en su lengua, sino en transmitir sus formas de sentir, su pensamiento y su historicidad que ha pasado de boca en boca, de generación en generación. Llegó la hora, con todo, de mirar en torno a nosotros y especular cómo podrá ser nuestro contexto cuando sea padre el nieto que aún no tenemos.

Hugo Centurión

 

Notas:

[1] La condición humana del trabajo es la mundanidad. Por eso una de las primeras acciones en emprender Ñanderu Guasu sobre la tierra es preparar para su chacra y su casa.

[2] En el mito de la Creación, al enterarse Ñanderu Guasu de la muerte de Ñande Sy, viene y se la lleva, para lo cual primeramente lo revive. Desde ahí el lugar que ocupa es el Oka Vusu.

[3] Utopía se deriva del griego u, que significa «sin» y tópos, «lugar»; es decir, utopía es «sin lugar» o el «lugar que no existe».

[4] El concepto de «kandire» posibilita permanecer vivo, sin pasar por la prueba de la muerte y de volverse inmortal.

[5] Líderes espirituales, portadores del conocimiento tradicional y dueños del poder de la tradición cultural mágico-mítico-religioso y curativa del pueblo Guaraní.

[6] Suplemento Cultural, abc color, 21 de julio de 1996.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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