Foto:Eduardo Garcia
Les presentamos, en nuestra edición de septiembre dedicada a las Ciudades, una selección de poemas del poeta peruano Emilio Paz*, una mirada a Lima, a la migración, una carta de despedida.
Pasaporte humanitario
El 4 de septiembre de 1988, los peruanos comenzaron a irse de su patria.
Abandonaron sus casas
promesas
recuerdos
tazas de café
cementerios / muertos / esperanzas frías.
El 4 de septiembre de 1990 nacía con la firme convicción de sobrevivir
a las colas, a los límites, a la delgada línea que separa dignidad de indignidad,
pero no tenía las intenciones de contentarme con usar aquella máscara
que algunos llaman, con fervor, nacionalidad.
No tengo nacionalidad / patria / firmamento que me llore,
tampoco poseo Dios que me castigue – aunque tengo
una línea imaginaria que me jala a las raíces familiares – pero
es el culmen de una revolución.
El 4 de septiembre de 2000, muchos peruanos regresaban
y un poeta de Europa Oriental quería que su cuerpo fuera libre
para no tener que usar el pasaporte. Pisar de Francia a Inglaterra
sin tener que morir en los fríos brazos del Canal de la Mancha.
El 4 de septiembre de 2008 comenzaba a correr el frío
sobre el esqueleto de un viejo río hablador.
Entonces comenzábamos a comprender el dolor de separar
la vida de la muerte, a los hombres de sus mujeres,
a los cánticos de la noche con las sonrisas de Killa.
Pero esos son los límites, los inventos humanos,
el poder de las altas construcciones financiadas por el crudo oro
que extraen de las entrañas de los pueblos secondo mundistas.
El 4 de septiembre de 2015 comenzaba a perder la paciencia
y el templo de Pachacamac era una disputa de separaciones cronológicas.
La vida reventaba en algarabía falsa
como la que revienta en las costillas de un joven poeta
que se emociona con ser antalogado en una revista extranjera.
¿Qué significa ser extranjero? Ser aquel que solicita un pasaporte humanitario
para cruzar la frontera y así llegaremos al 4 de septiembre de 2019,
con tantos inmigrantes como los que alguna vez dejaron el Perú
el 4 de septiembre de 1988.
Todo vuelve a equilibrarse. Todo vuelve a repetirse.
Todas las fronteras se vuelven más peligrosas.
Apocalipsis azul
La carretera Panamericana recorre todo territorio americano,
pero en cada punto se solicita algún documento:
visa, pasaporte, documento de identidad, billete de cien dólares.
Todo es válido con tal de cruzar la frontera
y poder escribir en las crónicas sobre ruedas.
Pero uno no tiene idea de qué tan difícil es el recorrer
los miles de kilómetros que separan
a la esclavitud de la libertad.
Si nos ponemos a pensar / reflexionar / indagar
encontraremos que los pueblos no conocen sobre fronteras,
no necesitan armar tratados limítrofes
ni aplicar protocolos de estado, solo desean intercambiar sus productos
y que estos les regalen los diez centavos para la cena.
Sin embargo, nuestros gobiernos solicitan más y más documentos,
más y más dinero / más y más sudor del cuerpo,
porque tiene un alto costo separarse de sus muertos
y no poder obtener más votos para el Congreso.
Entonces comenzaremos a redescubrir el camino de la redención
mientras imploramos a nuestros muertos que nos oigan
y nos permitan alcanzar las puertas del cielo,
para que podamos obtener un último descanso.
Aunque Dios no quiera.
Carta de despedida para un padre desconocido
Padre,
gracias por existir,
pero hoy me despido
de tus ojos llenos de dolor
de las montañas escondidas en tus hombros,
de los peces que germinaban de tus dedos
de la extensión del mar que principiaba en tus pies
de tus oídos que eran la última esperanza de Marte.
Padre,
me despido de ti,
tú que estás al otro lado del mar.
Siente mi abrazo,
cálido cándido sereno abrazo
que se confunde con olas de mar
pero que se vuelven fuerzas sobrenaturales
de un Dios que aguarda por ti.
Porque cuando estés al otro lado
no podré visitarte.
La ciudad de dios
La ciudad de Dios
es el vientre hinchado de un ebrio.
Ahí, donde comienza la vida,
ya está esperando la muerte.
Rondando las cabezas de los ancianos,
la calle llena de prostitutas.
La pasarela del olvido.
La ciudad de Dios
es recorrida diariamente por el diablo,
Dios ha sido desalojado.
El mundo contempla,
hinchado y melancólico,
la reconstrucción de Babilonia.
Amores perros
La aspereza de Lima
solo se compara con la barbilla de mi viejo.
Y esa es una afirmación grotesca,
considerando que Lima es cuna de realeza:
real mentira transformada en croché barato.
Hoy siento que el mundo se desploma,
pero poco o nada puedo hacer.
Estoy sentado en el viejo diván
de la sala de espera.
Sigo esperando por mi hermano
mientras fumo un Marlboro de canela.
El mundo es diferente
y Lima ya parece un submundo del mundo.
¿Cuántas razas de perros existirán?
Hay perros en las plazas
y en las escaleras de la iglesia.
Hay perros que usan corbata
y perros que se visten de mujerzuela.
Es tan áspera la vida en Lima,
pero es como sobarse la piel con el borrador
y creer que el niño que supere el reto
será el niño rey del colegio.
Así me siento, mientras sigo fumando,
esperando a mi hermano, el psicólogo,
para que me vuelva a analizar.
Hoy debo hablarle de Lima
y de la vez que me violó
con la búsqueda de trabajo
y la mordida de un perro con rabia.
De la plaqueta Laberinto de versos (La tortuga ecuestre, N° 384, 2018).
* Emilio Paz Panana (San Martín de Porres, Lima, 1990). Es egresado de la carrera de educación, especialidad de Filosofía y Religión, por la Universidad Católica Sedes Sapientiae. Autor de Septiembre en el silencio (Club de Lectura Poética, 2016), Laberinto de versos (La Tortuga Ecuestre N° 384, 2018) y La balada de los desterrados (Ángeles del Papel Editores, 2019). Poemas suyos han sido traducidos al inglés, portugués, rumano y tamil. Ha participado en diversos congresos de filosofía y ha publicado ensayos académicos en torno a la relación entre estética, educación y poesía. Actualmente dirige el blog El Edén de la poesía (edenpoetico.wordpress.com).