Los poemas del exilio — Ernesto Santacruz

Foto:Arnaud Montagard

 

En nuestra edición de marzo-abril de 2021: Pájaros del día, nuestra edición de octavo aniversario, les presentamos una selección de poemas de Ernesto Santacruz (*) que saludan a la ausencia, al viaje, poemas que dicen adiós y emprenden la aventura.

 

Silencio

Qué estupidez existe entre dos que callan y se quieren contar todo, como si supieran algo; dos que antaño fueron uno o por lo menos estuvieron muy cerca. Qué secretos se esconden en las distancias irreconciliables, de solo algunos pasos o algunas vidas, lo sienten y lo niegan todo, un falso todo, la interpretación de su todo; por lo menos sienten mucho, profundas angustias de condenados, las campanas suenan y ellos siguen en silencio.

 

 

Despedida

Me marcho
No me quedará más que buscar tu presencia en los lugares más remotos
Buscaré tus ojos en las noches más tristes
Buscaré tu pelo en los atardeceres más fugaces
Buscaré tu aroma en las hojas muertas tendidas en el suelo
Buscaré la suavidad de tus manos en la brisa de la lluvia
Buscaré tus palabras en el silencio de mis recuerdos
Te estaré buscando donde deberías estar, huyendo de mi lado.

 

 

Encuentro

Era la noche la que los encontraba abrazados
Mientras se contaban sus tinieblas
Mientras reconocían que sus abismos estuvieron siempre en el mismo continente.

 

 

Hoy es jamás

Vivimos ahora en un constante jamás, jamás se ha visto esta tragedia, jamás tanta vulnerabilidad, jamás es ahora futuro y pasado, pues jamás volverá a ser como en el pasado o en nuestros futuros, los añorados, el jamás se prepara para una guerra de desgaste, como en 1914, en los campos de Francia, ahora los recuerdos son nuestras últimas defensas, atrincherados resisten lo imposible, son mortales y viven mucho menos que las gentes, al contrario del jamás que vive más que las verdades, es cuestión de tiempo para que los recuerdos mueran todos ellos, jamás hubo cura.

 

 

Refugios

Yo que le escribía a los azules y a los colores, hoy los hallo distantes, encuentro refugio de las lluvias de sangre, me seco el rostro y me descubro en otros tiempos y lugares siendo el mismo ciego, añorando verdades, como de costumbre buscando refugios, cada vez más frágiles, recuerdo pasados donde un perro secaba mis lágrimas y me hablaba de lealtades, recuerdo pasados donde una mujer de profundos pesares me hablaba de perdón y otras barbaridades, hoy extraño a todos y no añoro a nadie.

 

 

Bufandas

La gente procura escapar de las tragedias
Sin reconocer que ellas van colgadas de sus cuellos como bufandas
Cada vez se cierran más, asfixiándolos
Unos piensan que el nudo en la garganta de debe a sus lamentos
A las palabras que no pudieron decirse
Otros creen que fumar tanto les pasa cuenta de cobro
Los más incrédulos culpan al frío y se ajustan las bufandas, las tragedias
Como la soga de los suicidas, debe ser un nudo perfecto
Las manos invisibles de la muerte son nuestras propias manos

 

 

Muerte

Siento que cada día muero un poco, pero no le temo a la muerte, mis angustias serán eternas en las almas de los otros, la muerte es un manto inmenso que lo cubre todo, es el color negro absoluto que silencia el cantar de los pájaros, que silencia la magia de los mares; el manto negro es a la vez un abismo insondable, son infinitas las tinieblas, es una fuerza que se lleva las palabras, lo que fuimos, lo que no pudimos ser jamás; me adentraré en un bosque cubierto por el mando, un bosque sin verdes, sin vida, sin forma, donde ni siquiera puedo ver los huesos calcinados, me adentraré solo, mis palabras no pudieron convencer a nadie, tal vez el lenguaje fue solo una ilusión y nadie entendió nada, nadie se quedó al lado de un moribundo y yo muero de a pocos.

 

 

Hijos

Para qué se tiene hijos sino para acompañar la tormentosa soledad
Para sobrellevar la idea de la inexistencia
Para enseñarles cosas absurdas o no enseñarles nada
Para ser los ejemplos de lo que jamás querrán ser
Para ser soldados derrotados, empecinados con los mismos discursos
Les gritaremos y los golpearemos cuando tengan hambre
Cuando tengan preguntas o cuando tengan hambre de respuestas
Entenderán la crueldad del mundo cuando nos vean rompernos como cristales
El día que pregunten por sus mascotas envenenadas
O que pregunten por sus abuelos que los olvidaron, que no volvieron

 

 

Escritos

Escribo sin la esperanza de ser escuchado
Mucho menos comprendido
Escribo para sobrevivirme
Para expulsar el veneno por los colmillos de las manos
Son gritos ahogados en el papel
Escribo para mí y para otros que leerán a un atormentado
Doblemente atormentados ellos.

 

 

Esperanza

Como el más grande de los ilusos, sigo esperando tus palabras, las imagino llegando como una bandada violenta que rompe el silencio, aves blancas de papel con palabras y símbolos que menguan mis angustias. Qué terquedad. Tengo la impresión de que rondas mi casa, dudando, pero al final te decides a golpear la puerta y yo salgo presuroso sabiendo desde hace siempre que eras tú, y las sombras se disipan, los verdes de los campos y el azul del cielo solo son pinturas vacías comparadas con los colores de tu vestido, pero regreso del ensueño y las sombras lo son todo, ni tu rondas, ni tocas la puerta, ni envías una carta, tendré la terquedad ya gastada cuando llegue a ser un viejo; tengo, y no debería, tener esperanza.

 

(*) Omar Ernesto López Santacruz, ingeniero electricista egresado de la Universidad Tecnológica de Pereira, nací el 12 de octubre de 1992, hasta los 16 años viví en un pueblo escondido entre las montañas y el olvido, Túquerres, Nariño. Actualmente mi vida transcurre en una ciudad de encuentros y caminos, Pereira, Risaralda, vivo entre el regreso y la despedida, amando a las dos ciudades como un hijo ama a dos madres.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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