Pereiras

Fotografías de Andrés Felipe Rivera.

Pereiras, PEREIRA’s (Brasil) en la VIII Muestra de Teatro Alternativo de Pereira, 26 y 27 de julio de 2016.

 

Pereiras Zapping

 

Por: Camilo Alzate

Son raras y caprichosas las maneras como a uno la ciudad termina hablándole a través de los canales más inesperados. Una canción, una pintura, una propuesta teatral pueden ser sitios insospechados donde habitan las esquinas de toda la vida, con su consabido desorden, con su fealdad criminal.

Marina Viana y Rodrigo Fidelis alcanzaron a saborear tal coincidencia, que trascendía el nombre de su montaje: «Pereiras», la historia –o lo que pueda sobrevivir de ella bajo una linealidad arbitraria y caótica– de dos hermanos fracasados y su madre en una ciudad de provincia del Brasil. «Pereiras» es un retrato de la decadencia, de la desnudez como escenario, de los prejuicios revelados y disecados para que cada quien se espante confrontando durante la pieza su colección personal de fobias y ascos.

También podría ser una propuesta donde lo performático opaca por momentos el dramatismo de tres actores excelentes, obligando al espectador a permanecer a la defensiva, lo que en esencia tendría que ser cualquier espectador: un bicho que vive alerta, expectante, cauteloso de lo que vendrá así no llegue a comprenderlo. Podría ser, además, un rompecabezas incompleto lanzando chispazos sobre la cultura de masas, haciendo zapping para cambiar de frecuencia y de discurso en modo aleatorio, sin orden ni concierto. Mucho ruido en escena. Mucho brillo. Mucho reblujo tirado en el suelo. Mucho pelo al aire.

«Pereiras» podría ser, y es la interpretación que prefiero, una manera de escuchar mi ciudad en otros idiomas con su dramatismo y su alegría, con ese carnaval perpetuo de voluptuosidad avinagrada, esa fealdad imperecedera de nuestra Pereira que es todas las Pereiras con sus esquinas grotescas, mal tatuadas y llenas de huecos, de granos, revelándose involuntarias en cada gesto y cada símbolo, pero acá el caprichoso soy yo, queriendo ver sobre la escena cosas que no hay porque soy incapaz de juntar las piezas. Quizá el arte sea eso, conseguir que alguien encuentre aquello que busca allí donde otros creen que sólo está el vacío de unos testículos que se columpian por el escenario.

@camilagroso

 

 

«Pereiras» y la provocación

Por: Albeiro Montoya Guiral

Que el teatro sirve para ser otro o para desnudarse, que mengua el dolor, o nos hace creerlo, como un placebo, que atenúa las desgarraduras y elogia la angustia, abre la carne, cuchillo sombrío, que celebra la vida, el encuentro nocturno ˗empiezo a desconfiar en este día del teatro que se desarrolla a plena luz del día˗, lo atávico y lo dionisiaco, se ha dicho. En «Pereiras», del grupo homónimo brasilero, se nota algo diferente. Pareciera que no intentaran crear una metáfora de sí mismos sino que quisieran mostrar la desnudez de sus espíritus. Podrá vérseles por el escenario desnudos ˗literalmente˗, valiéndose de gestos, ademanes que provocan, sugieren, amedrantan. Quienes somos mojigatos los miramos a los ojos todo el tiempo, y desde allí, más adentro, hay una verdad, descarnada, que nos interpela: aunque pareciera que desde Brasil nos vinieran a traer un concepto hermético, dado el inconveniente de no manejar el idioma por parte del público, y dada la representación misma, en realidad los Pereiras se están mostrando como son, sinceros, atrevidos, y como somos todos al ir por las monótonas vías de la cotidianidad, en aras de resistir el tiempo: improvisadores, en un buen sentido del término.

«Pereiras». Foto: Andrés Felipe Rivera.
«Pereiras». Foto: Andrés Felipe Rivera.

Sin embargo la metáfora viene cuando en la obra vemos la familia ˗se nos presenta esta imagen no enmascarada sino multicéfala˗. Los hermanos que provocan, increpan al público; el aire de desafuero político que discurre en las palabras, la alusión a Brasil en comparación con Colombia, al pequeño rincón de Pereira donde ocurre este espectáculo, hasta cuando todo va tomando tintes grotescos gracias a la aparición de la madre, tal vez el único personaje como tal de la obra. Está enferma, de indiferencia o de dolor, no puede valerse por sí misma, sus hijos tienen que vestirla y desvestirla, bañarla, instarla a que no se permita desaparecer. Canta ˗balbuce˗ una canción de desamor, se vence. Empieza a ponerse claro que la familia es Latinoamérica, que la madre es Latinoamérica. Lo que vemos en el escenario es la hermandad, descompuesta, de nuestro continente.

En «Pereiras» confluye el paisaje de la minería, el verde amenazado por las fantasmas locomotoras, los campesinos que reclaman su país, que escarban en las montañas rocosas donde las plantas «apenas si pueden vivir un poco untadas en la tierra», como en Luvina. Está la vida, la canción, la muerte, el silencio. Las actrices y el actor, increíbles, se turnan para hacer las luces, para ser público, para provocarnos. Nos muestran la coincidencia con otras realidades, desvelan una estética que no podemos entender a ciencia cierta, nos enmarcan, asimismo, la angustia del hombre y la mujer, a solas, en medio de una familia, que es el mundo, disfuncional, cuando no hay una esperanza en lo metafísico más que en el teatro mismo. Que lo diga Fernando Pessoa:

«(¡Come chocolatinas, pequeña,

come chocolatinas!

Mira que no hay más metafísica en el mundo que las chocolatinas,

mira que todas las religiones no enseñan más que la confitería.

¡Come, pequeña sucia, come!

¡Ojalá comiese yo chocolatinas con la misma verdad con que comes!

Pero yo pienso, y al quitarles la platilla, que es de papel de estaño,

lo tiro todo al suelo, lo mismo que he tirado la vida.)»

@amguiral

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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