Apuntes del taller sobre Arte y Memoria Social
26º Festival Internacional de Poesía de Medellín
Por: Sofía Castillón
(…) Yo en cambio me dedico a lo que he denominado la historia omitida,
las huellas imperceptibles de nuestro paso por la tierra y por el tiempo.
Voces de Chernóbil, Svetlana Alexiévich.
El 24 de junio de 2016, en el marco del 26º Festival Internacional de Poesía de Medellín, en la Casa de la Cultura del Municipio El Santuario (Antioquia), desarrollé un taller sobre Arte y Memoria Social. La propuesta consistía en abrir un espacio de diálogo para pensar sobre experiencias artísticas que han iniciado reflexiones vinculadas al dolor humano.
El Santuario se encuentra ubicado a 57 km de Medellín y su población completa no alcanza los 30 mil habitantes. La Casa de la Cultura recibió a sus invitados con un agasajo especial: tanto los participantes del taller sobre Arte y Memoria Social, como los poetas que protagonizaron la lectura posterior, pudieron disfrutar de los célebres buñuelos santuarianos acompañados con un delicioso chocolate caliente. Quienes tuvimos la oportunidad de visitar El Santuario, agradecemos mucho la amabilidad de los organizadores y la participación cálida de los asistentes.
Este taller se abrió en un contexto latinoamericano de distanciamiento civil hacia políticas de corte más inclusivo y social, y en un momento histórico, en el caso particular de Colombia, que hace imperiosa la defensa y la promoción de la paz como único camino posible.
En este sentido, el taller no propuso una cartografía vasta sobre experiencias artísticas y literarias que trabajan la cuestión de la Memoria Social y la Memoria Histórica, sino más bien abrir un gran signo de interrogación hacia cuestionamientos que no pueden ser respondidos, pero que alimentan el pensamiento crítico y permiten construir nuevos horizontes imaginarios. Como diría Galeano, la utopía sirve para eso, sirve para caminar.
Con este espíritu propuse un “taller de ideas”: un espacio de construcción colectiva, de crítica y conversación. Bajo la convicción de que la reflexión artística e intelectual sólo pueden conmover y volverse acción si permite encauzar el pensamiento hacia nuestros propios mundos, el ambiente propuesto se construyó a partir del diálogo, la lectura, y el intercambio de experiencias.
La idea del taller sobre Arte y Memoria Social nació en las aulas de la Universidad Nacional de Quilmes, Argentina, durante la cátedra a cargo del profesor Luciano Grassi sobre Comunicación y Memoria Social. Este curso, que como espacio formativo abrió debates para desnaturalizar conceptos enraizados en nuestras prácticas cotidianas, también significó una ventana hacia la mirada del otro, una necesidad de extender el oído para quienes son excluidos de la Historia Oficial; la conciencia de que la formación en Ciencias Sociales y Humanas nos implica guardar coherencia desde el lugar en el cual ocupamos la tinta.
Toda creación artística supone un trabajo de memoria. El artista está ubicado en un tiempo y en un espacio que son motor de su obra, incluso para aquellas experiencias que han intentado alejarse de su valor testimonial. Entonces, ¿cuál es el límite de la representación del horror?
Pensar sobre la Memoria implica reflexionar sobre el pasado, pero también sobre el presente. Los discursos que componen la memoria histórica han variado a lo largo del tiempo. ¿Por qué se recuerda “lo que se recuerda”? ¿Qué pueden decirnos sobre el presente los discursos que construimos acerca del pasado?
La escritora argentina Liliana Bodoc, autora de La saga de los confines (Los días del venenado, Los días de la sombra, y Los días del Fuego), en 2016 recibió el Doctorado Honoris Causa por la Universidad Nacional de Cuyo. En su discurso La palabra y la honra, dijo:
(…) Personalmente, no creo en el arte desarraigado, solitario, excéntrico. Creo en el arte como parte constitutiva y excelente de la cultura, el arte que contribuye a darle a la sociedad donde se produce una dirección sensible y una razón de ser. Creo en el arte que concilia las exigencias de la Estética con la muy justa aspiración de los pueblos a mantener su identidad profunda. Espero que el arte sublime la cultura popular y no que la abandone como si se tratase de una pústula. Sostengo, entonces, que el principal valor que debe sostener el arte es su posibilidad de actuar sobre lo real para incrementar en lo real la densidad ética y la densidad estética.
Con la voz de Nakín de los Búhos, en Los días del fuego Bodoc expresa que la memoria sólo perdura si se reinventa. Las formas de construir nuestros pasados cambian con los usos del lenguaje, con los posicionamientos ideológicos y políticos, con los valores sociales que buscamos emular. Con el lenguaje, también cambian los sucesos, y así nuestros horizontes culturales. La Memoria imprime un fuerte arraigo sobre nuestra conciencia identitaria, sobre la pregunta por el nosotros.
Los estudios históricos han buscado recuperar el pasado desde lo fáctico. De esta manera, priorizan los hechos concretos sobre los testimonios que involucren al mundo emocional, las pruebas materiales sobre el relato subjetivo. Sin embargo, también tienen la capacidad de sintetizar los relatos, y ubicarlos en el engranaje de la Historia. Se sigue de esto, ¿qué voces cuentan nuestra historia?
Desde la perspectiva de la memoria social, se valorizaron los puntos de vista individuales y colectivos, lo que los sujetos pueden contar sobre su propia experiencia. En un caso, si sólo se busca reconstruir el pasado desde lo fáctico, el riesgo radica en separar al sujeto de su propia historia; en el otro, en considerar al testimonio como única fuente válida de conocimiento.
Sin embargo, los conceptos de Memoria e Historia no tienen que ser excluyentes entre sí en lo que respecta a la producción de sentidos acerca del pasado. Los relatos se construyen a partir de experiencias individuales, pero también constituyen formas sociales, cada individuo se encuentra inmerso en una sociedad con valores y sentidos sobre el presente y el pasado, con posiciones ideológicas, con desafíos éticos y estéticos. Elizabeth Jelin, en Memorias en conflicto, expresó:
(…) ni la historia se diluye en la memoria (…) ni la memoria debe ser descartada como dato por su volatilidad o falta de objetividad. En la tensión entre una o la otra es donde se plantean las preguntas más sugerentes, creativas, productivas para la indagación y la reflexión.
Los pensamientos nunca son puramente individuales, siempre existen discursos previos que se actualizan o completan, y que contribuyen a la memoria colectiva. Buscamos encontrar en el otro lo que nos diferencia, pero también encontramos en nuestros pares aquello que nos identifica. Existe una negociación entre las miradas colectivas sobre el mundo, y la mirada individual.
¿Qué podrían narrar los niños colombianos sobre el proceso de paz? ¿Qué Memoria podrían construir sobre su propia experiencia ante el horror? La paz es un poema colectivo escrito por los participantes del “Proyecto Gulliver 2015”, publicado en la colección Hipnos No. 20. Niños que tienen entre 9 y 12 años, dicen:
1.
Hambre
Asesinato
Violación
Insultos
Estos son sólo sinónimos de la guerra.
Esta es la historia verdadera de la guerra,
Había una persona muy buena,
El planeta Tierra era muy hermoso,
Pero un día la persona más humilde,
Más amable, se tropezó con un volcán.
Las personas no sabían qué le pasaba.
Su frente se puso caliente y sus ojos rojos.
Desde ese día golpeaba a los perros e insultaba a los ancianos.
Un día pensó: le voy a poner nombre a mi temperamento.
A mis acciones las llamaré guerra. Y así fue.
También se dijo: voy a contagiar la guerra
Y luego todos se insultaban y se pegaban.
Hasta que se mataban.
Y así se escribió la historia que hoy tenemos.
La memoria se construye a partir de necesidades en el presente. Al cambiar los momentos históricos, las estructuras sociales, el mundo en el cual se encuadran los relatos, las demandas hacia el pasado también son distintas. En ese proceso es que algunas voces se vuelven protagonistas, y otras quedan silenciadas. La memoria social no se construye en armonía, sino que implica disputas de sentido entre los relatos hegemónicos u oficiales, y los relatos subalternos o voces silenciadas.
Muchas veces suele pensarse que el concepto de olvido se opone al de Memoria. Sin embargo, el olvido forma parte de la Memoria en tanto que ésta supone un proceso de selección. Poder pensar implica relacionar ideas y conceptos, jerarquizar recuerdos. El olvido hace posible que los pensamientos no se superpongan unos con otros, y que las ideas no se confundan en un desencadenamiento desordenado e infinito.
No obstante, el olvido es ideológico: ¿por qué las sociedades reconocen como importantes ciertos recuerdos, y otros no? El olvido permite que se afiance en la conciencia colectiva el valor de aquello que sí se recuerda, oscureciendo lo que podría ser incómodo para los intereses del presente.
Son muchos los momentos en los cuales la literatura ha puesto sus herramientas al servicio de las voces que se ahogan, atentos a las historias pequeñas, a los personajes que permanecen al margen de las posiciones célebres. El tejido social se vuelve más complejo cuando pensamos en las múltiples perspectivas que hacen al mundo. Desde la poesía, desde el periodismo, en cuentos y novelas, en obras de arte plásticas, encontramos silencios rotos.
El poeta Jorge Boccanera (1952), dice en su poema Exilio:
Expulsados de la selva del sur de Sumatra por los hombres que vienen a poblarla, 130 elefantes emprendieron hoy una larga marcha de 35 días hacia la nueva ciudad que les fue asignada.
(AFP. 18/11/82)
No hay sitio para los elefantes.
Ayer los expulsaron de la selva en Sumatra,
mañana alguien les impedirá la entrada al Unión Bar.
Yo integro esa manada hacia Lebong Hitam,
yo sigo a la hembra guía,
cargo con la joroba de todas mis valijas sobre las
cuatro patas del infierno.
Llegarán a destino –dijo un diario en Yakarta.
Los colmillos embisten telarañas de niebla.
Llegarán a destino,
viejas empalizadas que sucumben bajo mareas de carne.
Llegarán -dijo el diario.
Mas la estampida cruza por suelos pantanosos
y mi patria –la mía- es sólo esta manada de elefantes
que ha extraviado su rumbo.
¡Guarde celosamente la selva impenetrable este ulular
de bestias!
Tambores y petardos, acompañan.
Algo de todo el polvo que levantan, es mío.
La muerte, la tortura, la censura, el exilio y el silencio forman parte del glosario terrible sobre la Memoria Social. Svetlana Alexiévich, Premio Nobel de Literatura 2015, durante la Feria Internacional del Libro de Bogotá 2016 cuestionó: ¿Saben cuál es el problema de los regímenes autoritarios? Nos convierten en cómplices por el miedo.
El arte, al servicio de su tiempo, abre la pregunta sobre qué relatos reconocemos como “oficiales”, y cómo podemos recuperar los conflictos sociales desde una mirada estética y humana. Escribir poesía después de Auschwitz es un acto de barbarie, declaró Theodor Adorno, con una invitación a pensar sobre el lugar que puede ocupar la belleza cuando las acciones humanas superan los límites de crueldad imaginable. Sin embargo, buscar las flores del mal también enciende una luz sobre quienes permanecen en la sombra, y así devuelve una oportunidad a la humanidad para tejer lazos que recuperen la empatía y la solidaridad. El arte, como una ofrenda del ser humano hacia el dolor, nos invita a recuperar las preguntas esenciales de la vida, y de la paz.
Buenos Aires, septiembre de 2016