Hannibal, el arte y la vitalidad: una forma de saborear la vida — Ángela Gaviria Piedrahita

Imagen: NBC Hannibal: Temporada 3, episodio 06.

 

La maldad, la belleza, la ética, la estética, el goce y la vida son ingredientes de este provocador ensayo de  Ángela Gaviria Piedrahita (*) sobre  «Hannibal», la serie de televisión creada por NBC a partir de las novelas de Thomas Harris. En nuestra edición de agosto, Estéticas.

 

 

«Sin crueldad no hay fiesta»
Friedrich Nietzsche.

Se suele asociar lo bello a lo bueno, lo feo a lo malvado. Es una tradición que se puede rastrear hasta la Grecia Clásica, en donde la noción de belleza abarca por un lado la belleza física, καλὸς, y por otro la belleza moral (lo bueno), ἀγαθός. Naturalmente, por ello Hannibal Lecter resulta un personaje tan inquietante, tanto en su existencia como en sus obras. Elaborado originalmente por Thomas Harris en la serie de novelas que lleva su nombre, y luego adaptado al cine y la televisión, Hannibal es retratado como un psiquiatra, ex-cirujano, asesino en serie y caníbal. Pero lo más relevante a la hora de caracterizarlo es sin duda la refinada sensibilidad estética y la nula sensibilidad moral que en él conviven. Lo demuestra con su elegante vestimenta, su gusto por Dante, la arquitectura italiana y la música clásica, pero también, por supuesto, con su alta cocina caníbal y sus montajes artísticos hechos a partir de cuerpos humanos. Son obras como la del cuerpo desnudo de una mujer acomodada sobre los cuernos de un ciervo, o la de un cerezo echando raíces a través de un cadáver y floreciendo en sus órganos expuestos, e incluso platos preparados con el mayor cuidado y, de paso, usando carne humana. Ahora καλὸς y ἀγαθός entran en conflicto. 

Aunque estas reflexiones apliquen para casi cualquiera de sus adaptaciones, la serie televisiva Hannibal [1] quizá sea la que explore a mayor profundidad este conflicto entre maldad y belleza, ética y estética, a través del desarrollo de la relación entre Will Graham, agente del FBI que hace parte de la investigación de sus asesinatos, y Hannibal Lecter. En esta nos centraremos entonces.

En primera instancia, Hannibal nos podría remitir a un esteticismo llevado al extremo, en donde la creación artística sería entonces, no solo un fin en sí mismo, además el fin último, bajo cualquier costo. El esteticismo, con su conocida consigna de «el arte por el arte», propone una creación artística independiente de todo juicio de bien o mal, de verdad o mentira. Pero mientras esto suele aplicarse al contenido del arte, Lecter lo lleva además a su forma. Bien podría representar sus obras artísticas mediante materiales convencionales, e ignorar en sus ideas cualquier convención moral. Ahora bien, al usar cuerpos humanos en sus composiciones, los problemas éticos afloran, más allá del campo de lo que concierne estrictamente a la estética. Y como tal, fuera de las preocupaciones de Hannibal.  Aunque se le intentaran aplicar justificaciones morales (un tanto retorcidas), ninguna de ellas resultaría satisfactoria, pues su interés está en el valor estético de sus actos, no en sus implicaciones éticas. 

 

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Imagen: NBC Hannibal

 

No es necesaria ni nos concierne una ardua reflexión filosófica para descubrir que, al menos en nuestra cultura occidental, el asesinato y la antropofagia son considerados inmorales en la mayoría de los casos. Esta forma de abordar el problema, bajo una moralidad tradicional, es simple y directa: Hannibal comete asesinatos y se debe castigar por ellos, sin forma alguna de justificarlos o redimirlos. Con este propósito inicia la historia, teniendo a Will Graham, agente especial del FBI, como representante de esa moralidad, al menos en un principio. 

Pero una visión estrictamente moral del problema se empieza a resquebrajar. Aunque Hannibal muestra una perfecta capacidad de formular reflexiones éticas y reconocer las implicaciones morales de sus actos, son preocupaciones fuera de su interés. Para Hannibal, ni la lástima ni la culpa tienen cabida en la mesa [2]*. Siendo incluso consciente de las implicaciones morales de sus actos, observa, desligado de ellos, cómo son investigados por las autoridades, para luego llegar a casa y preparar los órganos de sus víctimas. Es así como Hannibal se burlará tanto de la moral como del aparato de justicia construido alrededor de ella. 

No se puede negar que al menos desde un punto de vista literal, Hannibal aniquila, mata, manipula: es simplemente «el genio malvado, el esteta amoral» que le llama Jason Holt [3]. Pero, ¿no debería una contemplación estética del mundo llevarlo también a una sensibilidad frente al sufrimiento ajeno? ¿Cómo es posible que asesine en nombre de la vitalidad? Es un problema difícil de digerir. Pero quizá, como la vida, también sus acciones puedan aportar más y comprenderse mejor desde un enfoque estético.

Dejando de lado aquel esteticismo extremo, existe un principio mucho más fundamental del cual parece nutrirse Hannibal, aquel que Nietzsche escribe en El nacimiento de la tragedia: «Solo como fenómeno estético están eternamente justificados la existencia y el mundo» [4]. Si bien Nietzsche elabora este análisis en torno a la tragedia griega, es perfectamente aplicable a Hannibal y a su manera de abordar la existencia, pues en ambos hay una marcada contraposición entre estética y moral. 

Para Nietzsche, el arte y la vida brotan de instintos, impulsos naturales y por tanto ajenos a la razón y la moral. En la naturaleza no hay distinción entre bien y mal, verdad o mentira. Es el afán racionalizador y moralizante lo que los aniquila, y con ellos, al arte, como sucedió en la Grecia Antigua. El surgimiento de la filosofía y el intento de aplicar los mismos análisis racionales y éticos a la tragedia griega coincide con el comienzo de su decaimiento, pues ellos, con su búsqueda de la verdad y sus normas absolutas, niegan y condenan el arte, relegándolo «al reino de la mentira» [5]. Además, al rechazar las pasiones y dictar series de deberes y prohibiciones, termina por aniquilar ese instinto de vida y entorpecer la experiencia estética. Por el contrario, para Nietzsche el arte no puede hacer otra cosa que manifestar «una religión de la vida, no del deber, o de la ascética, o de la espiritualidad. […] No hacen exigencias: en ellas está divinizado lo existente, lo mismo si es bueno que si es malo» [6]. 

Pero esto no es exclusivo a la tragedia griega. Para Nietzsche, la naturaleza y la vida (y, por extensión, el arte) son esencialmente amorales. De ahí que Hannibal diga: «La moralidad no existe. Solo la moral» [7]. Y la sutileza en sus palabras está en que se refiere a moral en cuanto a ánimo.  Así se puede constatar si se revisan las palabras utilizadas originalmente en inglés: morality y morale, donde esta última se refiere al estado mental o de ánimo al momento de ejecutar una acción. De nuevo, remite los juicios de bien y mal a una manera de percibir y sentir, es decir, a una estética. La justificación puramente estética de la existencia entonces restituye, redime y transfigura, acepta los instintos que vienen de ella en lugar de suprimirlos. Es esto lo que Nietzsche llama moral sana, aquella regida por un instinto de vida [8]. Si acaso a Hannibal se le pudiera atribuir alguna moral, sería sin duda esa, y dicho instinto de vida estaría precisamente en el enfoque estético que permea su carácter entero, mucho más allá de sus asesinatos, sus montajes artísticos y su cocina. 

 

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Imagen: NBC Hannibal

 

En Hannibal esto se traduce, entonces, a hacer de sí mismo y de todo cuanto vive una experiencia estética. Esta es, de acuerdo con Jason Holt, «un placer particular asociado a la apreciación del arte y la belleza», en cualquiera de sus formas. Los pensamientos y las sensaciones se dirigen, activamente, tanto al objeto de la apreciación como al acto mismo de ella [9], en un momento que para Hannibal debe ser inmaculado. De ahí cierta sutileza en la manera en que escoge sus víctimas. Algunas son personas aleatorias, otras han sido descorteses y otras resultan inconvenientes para sus objetivos. Pero los casos más dicientes están en aquellas víctimas incompetentes, en especial en lo que concierne al arte. El ejemplo más claro de esto lo señala Benjamin McCraw en el asesinato de Raspail como se relata en las novelas, un músico que con su terrible técnica arruinaba una sinfonía entera. Al asesinarlo, en cambio, Hannibal convierte su cuerpo en una pieza artística.** Anota McCraw: «Lecter pasa de la experiencia desagradable de escuchar su música a la experiencia bella de tenerlo en su plato». Podríamos imaginarlo pensando que así salvó a la sinfonía de «algo peor que la muerte»: un instrumento desafinado [10]. Un mecanismo similar aplica para casi todos sus otros asesinatos, pues en cualquier caso Hannibal remueve del mundo algo que no tenía valor para él y lo convierte en una experiencia estética. Entonces no es solo el caníbal destructivo que mata y come porque le place. También es el creador que hace de la vida o de la muerte, de las peores tragedias incluso, una obra de arte, exaltándolas. 

La gastronomía de Hannibal provee una ilustración muy simbólica de ello. «La tragedia no es morir, sino desperdiciarse» [11], le dice Hannibal a su invitado Abel Gideon mientras le da a comer su propia pierna. De una manera similar, Abigail Hobbs y su padre, personajes que hacia el inicio de la serie cazan ciervos, procuran “hacerle honor” a cada parte de ellos, aprovechando todo. La carne muerta vuelve a la vida otra vez, a integrarse al cuerpo o servir como materia prima para nuevas experiencias estéticas. Como si, a pesar de la muerte irreparable, el arte fuera capaz de dar vida de nuevo. Comer es de algún modo enriquecerse, convertirse en algo, reforzar la vitalidad, aún si implica devorarse a sí mismo. Para los cristianos, comer el cuerpo de Cristo es integrarlo dentro de sí. Para Hannibal, comer carne humana ―y abordar la vida desde la estética― es celebrar la vida, saborearla. La búsqueda de experiencias estéticas y aquel instinto de vida que mencionaba Nietzsche van entonces de la mano. Es ese arte el que alimenta, el que sale del cuerpo y vuelve a él para transformarlo.

Y si se quiere apreciar cuantas experiencias estéticas sean posibles, muchas veces habrá que dejar de lado convenciones sociales y sistemas morales restrictivos. La estética queda de nuevo como esa justificación del mundo y la existencia. Por eso declara Hannibal que «la ética se convierte en estética» [12]. Y bien, tanto la ética como la estética presentan formas de lanzar juicios de valor. Una, con respecto al ἦθος, las costumbres, los modos de vida; la otra, con respecto a la αἴσθησις, la percepción [13]. No es que la estética reemplace a la ética ni al contrario, sino que la estética se adopta de lleno en ese modo de vida que la ética busca. Como lo explica Daniel Came, siguiendo a Nietzsche, esto se daría mediante «[…] un directo reemplazamiento de la moralidad tradicional, buscando dedicarse por completo, no necesariamente a fines estéticos, sino a un criterio práctico-existencial» [14]. 

Es curioso notar que aquel enfoque estético se encuentra en el universo entero de Hannibal: está en el asesino que convierte a las cuerdas vocales de su víctima en un instrumento musical, el que crea un mural a partir de cuerpos de distinto tono de piel o el que construye un monumento con las víctimas que recolecta, todo para mostrar cómo la estética convierte en un modo de vida y en el fin de ella, en cualquier sentido posible. Esta visión se hace presente incluso, en últimas, en Will Graham. 

Cabe ahondar en su papel. Si Hannibal es la falta de culpa y de empatía, Will las encarna de forma irrestricta. Por un lado, por su personalidad altamente empática, incluso a niveles patológicos. Por otro, por su labor: Will, como agente del FBI, actúa en nombre de la justicia, de la ley. Así, Hannibal y Will resultan en este sentido antagónicos. Uno comete los crímenes y el otro los rastrea. Uno niega la justicia y el otro la persigue. Uno busca la estética, y el otro la moral. Pero toda experiencia estética implica también una transformación [15]. Will Graham le dirá a Hannibal, hacia el final: «Tú y yo nos estamos volviendo borrosos. […] Estamos unidos» [16]. A fin de cuentas, ambos tienen en común su sensibilidad, sea artística o empática, ahora fundida en una. Un abrazo final confirmará esta unión. Pero el matiz clave lo dará Will, cuando frente a un hombre recién asesinado, sus únicas palabras son: «Es hermoso» [17]. Esta línea de cierre confirma cómo se ha abandonado la moralidad tradicional, para abordar un acercamiento estético a la ética y la vida. 

 

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Imagen: NBC Hannibal

 

El problema, bastante evidente en este caso, es cómo evitar «[…] los extremos de inmoralidad que alguien podría usar como medio para alcanzar su concepción de lo bello […]», como lo anota Daniel Came [18]. La estética, por sí misma, no podría resolver esto de forma certera ni satisfactoria, incluso si estuviera en su alcance hacerlo. Ahora bien, una búsqueda rigurosa de la moral y el deber no se muestran suficientes al momento de guiar la conducta humana, pues fácilmente puede llevar a malentendidos, contradicciones, normas demasiado rígidas; pueden guiar en cuanto a cómo actuar, pero no en cuanto a cómo vivir una vida que valga la pena. Y si bien la estética puede ser un fin completamente válido, Hannibal muestra que por sí mismo tampoco es sustentable. Si «la ética se convierte en estética» es porque ambas se funden en un mismo fin: construir una buena vida. 

A menudo se deshumanizan personajes como Hannibal, incluso en el universo mismo de su ficción. Pero Hannibal podría estar mostrando precisamente lo contrario. Señala Jason Holt que «Lecter nos ayuda a apreciar cuán importante, y a menudo ignorada es la estética en nuestras vidas, desde apreciar obras de arte […] hasta disfrutar rituales diarios como una taza de café» [19]. También Mads Mikkelsen, el actor que representa a Hannibal en la serie de televisión, aporta sus intuiciones al respecto, con las que me gustaría terminar:

[Hannibal] no tiene tiempo para vino malo o personas aburridas. […] Está haciendo lo que el resto de nosotros debería haber hecho toda la vida, excepto por lo de matar: recibir la vida con los brazos abiertos. Cada segundo es una oportunidad de belleza. […] Y por eso, para él, la banalidad es pecado [20].

 

Notas

* Todas las traducciones del inglés son propias. 

** Este suceso varía en las adaptaciones de Hannibal. Mientras en las novelas es Hannibal quien comete este asesinato, en la serie de televisión lo lleva a cabo otro asesino. Sin embargo, en ambos casos se mantiene constante el acto de crear belleza. 

 

Referencias

[1] Fuller, Bryan. Hannibal. [serie de televisión]. Gaumont International Television LLC, 2013-2015.  

[2] Ibid. Episodios 1 y 12 de la segunda temporada. 

[3] Holt, Jason. An aesthete par excellence. En: Hannibal Lecter and philosophy: the heart of the matter, Chicago, Estados Unidos: Open Court, 2016, p. 166. 

[4] Nietzsche, Friedrich. El nacimiento de la tragedia o Grecia y el pesimismo. Madrid, España: Alianza Editorial S. A., 2016, p. 81.

[5]  Ibid, p. 40-49 y 134-135.

[6] Ibid, p. 134-135 y 289.

[7] Fuller. Óp. Cit. Temporada 3, episodio 1. 

[8] Nietzsche, Friedrich. Crepúsculo de los ídolos. Madrid, España: Alianza Editorial S.A., 1980, p. 57. 

[9] Holt. Óp. Cit. p. 163.

[10]  McCraw, Benjamin. What is so bad about eating people? En: Hannibal Lecter and philosophy: the heart of the matter, Chicago, Estados Unidos: Open Court, 2016, p. 38-39. 

[11] Fuller. Óp. Cit. Temporada 3, episodio 1. 

[12] Ibid.

[13] Mora, Ferrater. Diccionario de filosofía. Tomo I. Buenos Aires, Argentina: Editorial Sudamericana, 1964, p. 581, 594. 

[14] Came, Daniel. Nietzsche on the Aesthetics of Character and Virtue. Oxford University Press, 2004, p. 127-142.

[15] Klock, Geoff. Aestheticism, Evil, Homosexuality, and Hannibal: If Oscar Wilde ate people. Lexington Books, 2017, p. 104. 

[16] Fuller. Óp. Cit. Temporada 3, episodio 6. 

[17] Ibid. Temporada 3, episodio 13. 

[18] Came. Óp. Cit. p. 140. 

[19] Holt. Óp. Cit. p. 166. 

[20] Citado por Klock, Óp. Cit. p. 159. 

 


* Ángela Gaviria Piedrahíta. Terca, torpe, e indecisa, como una polilla. También es habitual colaboradora de nuestra revista.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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